viernes, 23 de agosto de 2013
POLIBYUS
Según una leyenda urbana, un videojuego nunca antes visto apareció en varias salas de juegos de los suburbios de Portland, conocido como Polybius. Supuestamente, el juego fue fabricado por una empresa llamada Sinneslöschen (en alemán "pérdida de los sentidos") y programado por Ed Rottberg. En el juego, el jugador manejaba una nave que disparaba a una serie de enemigos mientras las fases se desarrollaban con una temática tipo puzzle. Así mismo, todos los testigos coincidían en que una particularidad del juego era que la nave no se movía con el mando, sino que la pantalla rotaba alrededor de la nave. El juego constituía una revolución en aquella época, y su aspecto gráfico, de colores vivos y abundantes efectos luminosos, fue una gran atracción para todos los jugadores de videojuegos.
Al poco tiempo, el juego se hizo muy popular, hasta llegar al punto de producir adicción en algunos jugadores. Siempre se formaban largas colas para poder jugar. Los relatos de las personas que tuvieron la oportunidad de jugarlo hablaban de combinaciones de luces estroboscópicas y gráficos, que contenían mensajes subliminales. El juego producía afecciones neurológicas en los jugadores, como mareos, tics nerviosos, vómitos, pérdidas de memoria, alucinaciones auditivas y ópticas, ataques epilépticos y terrores nocturnos. También aseguraban ver caras fantasmales por el rabillo del ojo recorriendo la pantalla del juego a una velocidad casi imperceptible, así como mensajes que instaban al suicidio o al conformismo, tales como "Kill Yourself" (mátate), "No Imagination" (sin imaginación) "No Thought" (no pienses), "Conform" (confórmate), "Honor apathy" (honra la apatía), "Do not question authority" (no cuestiones a la autoridad) o "Surrender" (ríndete) entre otros. Muchos afirman haber oído voces y lamentos entremezclados con el fortísimo y confuso sonido del videojuego.
Curiosamente, el juego al principio provocaba una gran adicción, para después generar un odio visceral al mismo. Los jugadores olvidaban en qué consistía el juego de forma escalonada, por lo que hoy en día es casi imposible encontrar un testimonio de alguien que haya conseguido jugar y lo recuerde a la perfección.
Cuando se cerraban las salas de juegos, algunos testigos afirmaban ver a dos hombres con trajes negros (“Hombres de Negro”) que entraban a hablar con el dueño de la sala y tomaban notas en virtud de los efectos que este les relataba. Esto acrecentó la sospecha de que la máquina pertenecía al gobierno estadounidense. Un par de testigos aseguraron que estos señores se habían olvidado de salir del menú de opciones y que cuando miraron a la pantalla, contemplaron atónitos como en ésta habían parámetros tales como pesadillas, terrores nocturnos, amnesia o alucinaciones auditivas y mensajes subliminales.
Finalmente, la prensa local de Portland hizo eco del fallecimiento de un jugador que sufrió un ataque epiléptico mientras jugaba. Al día siguiente, empleados de la compañía, vestidos como siempre de negro, acudieron a todas las salas en donde se había instalado el juego y se llevaron todas las unidades, haciéndolo desaparecer para siempre.
jueves, 22 de agosto de 2013
EL CASO NEUMANN
Soy el doctor Jonathan Hersch, escribo esto en la fecha del nueve de septiembre de 1930, para dejar claro de una vez por todas lo relativo a la muerte del doctor Frédéric Poirot y lo acontecido en el castillo Neumann.
A finales de julio de éste mismo año, mi maestro y mentor Andrej Neumann estaba muriendo por el mal de la tuberculosis. Tomó la determinación de que se llamase a sus médicos y allegados de confianza de manera inmediata a su castillo, situado a las afueras de la hermosa ciudad de Praga. En aquel entonces, yo estaba ejerciendo en una clínica con uno de mis tíos en Berlín, pero al saber que mi querido mentor iba a fallecer, sentí la imperiosa necesidad de acudir a verle sin importar la circunstancia. Diez especialistas de medicina y siete criados nos hallábamos en sus aposentos, el dos de agosto de aquel día. Uno de sus amigos más respetados estaba en el dormitorio con él, preparando el suero y otra clase de útiles médicos. Cuando fuimos llamados, me apenó ver al señor Neumann en un estado tan lamentable: estaba pálido, arrugado y consumido por la enfermedad. Le oíamos respirar con dificultad. Me miró directamente a los ojos, y así permaneció durante un rato. Aquel día no desempeñé ninguna labor en especial salvo estar con mi maestro en su habitación en silencio, con la visita ocasional de otro doctor. No fue hasta el día siguiente cuando nos llamó a todos y nos explicó sus verdaderas intenciones.
Nos pidió (de hecho,sería más adecuado decir que nos rogó) que fuésemos cómplices de un experimento: debíamos mantenerlo vivo, costara lo que costara, el tiempo suficiente como para poder demostrar sus teorías. Según afirmaba este moribundo checo, nuestros cuerpos son sólo meros receptores de energía de algo mucho mayor, a lo que denominaba como el Núcleo, y una vez que morimos, nuestras consciencias vuelven de nuevo a él. Si le pudiésemos mantener en un estado entre la vida y la muerte, sería capaz de demostrar la existencia del Núcleo, y cuando ésto suceda, mantenerle estable para que nos lo pueda comunicar. Nos contó que durante varios meses había sido capaz de perfeccionar un movimiento que incluso podría ejecutar en un estado completamente catatónico: tamborilear con los dedos.
El plan fue rechazado por algunos de nosotros, que lo interpretábamos como una demencia. Pero su amigo de confianza, intentando contener las lágrimas, nos lo suplicó con todas sus fuerzas, por lo que terminamos haciendo caso. La primera semana no ocurrió nada particularmente interesante; nos encargábamos de que Andrej no muriera llenando una de sus bolsas de suelo con una extraña solución preparada por él mismo o inyectándole una jeringa que contenía el mismo líquido. La comida y el agua llegaban de forma regular a sus dependencias, y yo me pasaba el tiempo o bien atendiendo a mi antiguo mentor, paseando por los jardines de su castillo o hablando con el resto de compañeros. Mantuve alguna que otra conversación animada con el doctor Poirot, el viejo amigo de Neumann del que he venido hablando.
-¿Y bueno señor Hersch, qué opina de las teorías de Andrej?
-Para serle sincero, no sé si está demasiado loco, o más cuerdo que el resto de nosotros…
.No estaría tan confiado si supiera que en su historia hay algo de verdad. Me lo dijo una vez. Él pudo hablar con el Núcleo.
Al poco de terminar el primer mes del experimento, cuando estaba amaneciendo, uno de los criados gritó con horror, al traerle los alimentos a Andrej. Me vestí rápidamente, y el resto de médicos me acompañaron para ver que sucedía.
Fue en ese momento en el que mi mente se quebró, incapaz de comprender lo que estaba viendo.
Aquel ser sobrenatural tenía un cuello ligeramente alargado, formado de pliegues a través de la piel, como una especie de macabro acordeón. Parecía como si hubieran agarrado un cuchillo y le hubiesen cortado ambos lados de la comisura de la boca, alargándola por su cara. Sus dientes (pequeños, pero algo alargados) y sus finos labios aún permanecían en el centro. De su nariz solo quedaban dos fosas nasales parecidas a las de un esqueleto…y sus ojos. Cielos santo, sus ojos. Seguían siendo redondos, pero carecían de párpados y cejas, y eran completamente blancos, carentes de venas algunas. Rodeando cada globo ocular había una especie de capilares alargados, dándole a todo el ojo el conjunto de una especie de esfera visceral rodeada de tentáculos. Su cabeza tenía forma abombada, y la piel del cráneo (más bien, de todo su cuerpo) había pasado a ser una serie de escamas duras parecidas a la corteza vieja de un árbol, separadas por escasos centímetros. En esta separación, se podía ver el músculo, y algo inidentificable latiendo débilmente. Sus dedos tenían un aspecto esquelético. En conjunto, parecía una especie de grotesco anfibio.
Esta monstruosidad…era mi mentor,Andrej Neumann. Y estaba despierto, pues de nuevo me volvió a mirar.
Estuvimos haciendo turnos para vigilarle, nunca nos separamos de él. En un momento uno de los doctores, aterrado, le pregunto si quería que continuásemos con el experimento, y el simplemente movió la cabeza, haciendo una señal de afirmación.
Cuando creíamos que la pesadilla no podía alargarse más, las cosas fueron a peor. Su cama se había llenado de una especie de material orgánico puterfacto, parecido a una herida infectada. Sospechábamos que el material venía de mi propio mentor, por lo que el día 28 de agosto decidimos que había que terminar con su plan de una vez por todas. Estábamos todos los médicos y ayudantes agrupados a su alrededor, cuando le tomamos el pulso: se estaba muriendo. Comenzó a tamborilear con los dedos, primero de forma suave y luego cada vez más y más fuerte, haciendo cada vez más difícil el ignorarle. Todo su cuerpo comenzó a convulsionarse, y sus ojos se abrieron todavía más, lo que en un principio me resultaba imposible. Intentó vocalizar, pero sólo tosió sangre. Entonces nos dimos cuenta: se estaba despertando solo. Se incorporó de la cama de una forma brutal y agarró al doctor Poirot con una fuerza inhumanada, sacudiéndolo violentamente mientras el resto de la gente, paralizada por el terror, miraba la escena. Pero yo decidí tomar la iniciativa. Fui a una cómoda que estaba cerca y rebusqué entre los cajones algo que me pudiera servir para detener todo esto. Y entonces fue cuando encontré lo que buscaba en uno de los cajones: una pistola.
Apunté a lo que antes había sido un ser humano, que se detuvo de inmediato, y comenzó a hablar. Parecía como una especie de cántico ancestral, recitado en una cripta, y desde luego no sonaba en absoluto como su voz.
“No…puede…llevarme…me he hecho…”
Y entonces fue cuando estiró la boca todavía más, simulando una sonrisa. Había deformado tanto su expresión que incluso pude oír como el tejido de su propia cara se resquebrajaba, y terminó su reflexión, contemplándome fijamente.
“…eterno…”
Puse el dedo en el gatillo, y cuando iba a poner fin a lo que había sido un suceso ajeno a toda comprensión, el doctor Poirot, el único amigo que Andrej había tenido durante su demencia, se colocó en medio llorando. Pero fue demasiado tarde.
El primer disparo, que acompañé con un chillido de furia y frustración, fue al corazón de Frédéric, que cayó al suelo muerto de inmediato, y el siguiente fue al cuello de Neumann, que no salpicó nada de sangre. Sin embargo, no me contuve ahí, y volví a disparar, esta vez a su frente. Seguí con otros tres tiros hasta que me derrumbé cayendo de rodillas al suelo, sudando y temblando. Ninguno de nosotros dirigió la palabra, ni en aquel momento ni cuando enterramos a mi maestro en la tumba de su mausoleo, que se había asegurado de construir. La estatua de un ángel tapándose la cara condenaba aquel santuario silencioso. Enterramos a Poirot lejos de allí, en el cementerio de la ciudad, en plena noche. Después volví a Berlín y estuve varios días encerrado en casa, con las persianas cerradas, tratando de comprender lo que había sucedido. Todo parecía tan irreal, tan lejano…
Y entonces, finalmente, lo entendí: Andrej Neumann había alcanzado la inmortalidad: no estaba ni en el gran y oscuro vacío al que se va cuando se abandona este plano terrenal (tras lo acontecido, me niego a creer que existe alguna clase de Dios que haya permitido esta atrocidad) ni en el mundo de los vivos. Lo había conseguido, pero el Núcleo había exigido algo a cambio.
Su humanidad.
Quien lea esta historia quizás me tome como un loco, pero, conforme lo he pensado, el precio a pagar no es muy alto, comparado con la vida eterna.
A finales de julio de éste mismo año, mi maestro y mentor Andrej Neumann estaba muriendo por el mal de la tuberculosis. Tomó la determinación de que se llamase a sus médicos y allegados de confianza de manera inmediata a su castillo, situado a las afueras de la hermosa ciudad de Praga. En aquel entonces, yo estaba ejerciendo en una clínica con uno de mis tíos en Berlín, pero al saber que mi querido mentor iba a fallecer, sentí la imperiosa necesidad de acudir a verle sin importar la circunstancia. Diez especialistas de medicina y siete criados nos hallábamos en sus aposentos, el dos de agosto de aquel día. Uno de sus amigos más respetados estaba en el dormitorio con él, preparando el suero y otra clase de útiles médicos. Cuando fuimos llamados, me apenó ver al señor Neumann en un estado tan lamentable: estaba pálido, arrugado y consumido por la enfermedad. Le oíamos respirar con dificultad. Me miró directamente a los ojos, y así permaneció durante un rato. Aquel día no desempeñé ninguna labor en especial salvo estar con mi maestro en su habitación en silencio, con la visita ocasional de otro doctor. No fue hasta el día siguiente cuando nos llamó a todos y nos explicó sus verdaderas intenciones.
Nos pidió (de hecho,sería más adecuado decir que nos rogó) que fuésemos cómplices de un experimento: debíamos mantenerlo vivo, costara lo que costara, el tiempo suficiente como para poder demostrar sus teorías. Según afirmaba este moribundo checo, nuestros cuerpos son sólo meros receptores de energía de algo mucho mayor, a lo que denominaba como el Núcleo, y una vez que morimos, nuestras consciencias vuelven de nuevo a él. Si le pudiésemos mantener en un estado entre la vida y la muerte, sería capaz de demostrar la existencia del Núcleo, y cuando ésto suceda, mantenerle estable para que nos lo pueda comunicar. Nos contó que durante varios meses había sido capaz de perfeccionar un movimiento que incluso podría ejecutar en un estado completamente catatónico: tamborilear con los dedos.
El plan fue rechazado por algunos de nosotros, que lo interpretábamos como una demencia. Pero su amigo de confianza, intentando contener las lágrimas, nos lo suplicó con todas sus fuerzas, por lo que terminamos haciendo caso. La primera semana no ocurrió nada particularmente interesante; nos encargábamos de que Andrej no muriera llenando una de sus bolsas de suelo con una extraña solución preparada por él mismo o inyectándole una jeringa que contenía el mismo líquido. La comida y el agua llegaban de forma regular a sus dependencias, y yo me pasaba el tiempo o bien atendiendo a mi antiguo mentor, paseando por los jardines de su castillo o hablando con el resto de compañeros. Mantuve alguna que otra conversación animada con el doctor Poirot, el viejo amigo de Neumann del que he venido hablando.
-¿Y bueno señor Hersch, qué opina de las teorías de Andrej?
-Para serle sincero, no sé si está demasiado loco, o más cuerdo que el resto de nosotros…
.No estaría tan confiado si supiera que en su historia hay algo de verdad. Me lo dijo una vez. Él pudo hablar con el Núcleo.
Al poco de terminar el primer mes del experimento, cuando estaba amaneciendo, uno de los criados gritó con horror, al traerle los alimentos a Andrej. Me vestí rápidamente, y el resto de médicos me acompañaron para ver que sucedía.
Fue en ese momento en el que mi mente se quebró, incapaz de comprender lo que estaba viendo.
Aquel ser sobrenatural tenía un cuello ligeramente alargado, formado de pliegues a través de la piel, como una especie de macabro acordeón. Parecía como si hubieran agarrado un cuchillo y le hubiesen cortado ambos lados de la comisura de la boca, alargándola por su cara. Sus dientes (pequeños, pero algo alargados) y sus finos labios aún permanecían en el centro. De su nariz solo quedaban dos fosas nasales parecidas a las de un esqueleto…y sus ojos. Cielos santo, sus ojos. Seguían siendo redondos, pero carecían de párpados y cejas, y eran completamente blancos, carentes de venas algunas. Rodeando cada globo ocular había una especie de capilares alargados, dándole a todo el ojo el conjunto de una especie de esfera visceral rodeada de tentáculos. Su cabeza tenía forma abombada, y la piel del cráneo (más bien, de todo su cuerpo) había pasado a ser una serie de escamas duras parecidas a la corteza vieja de un árbol, separadas por escasos centímetros. En esta separación, se podía ver el músculo, y algo inidentificable latiendo débilmente. Sus dedos tenían un aspecto esquelético. En conjunto, parecía una especie de grotesco anfibio.
Esta monstruosidad…era mi mentor,Andrej Neumann. Y estaba despierto, pues de nuevo me volvió a mirar.
Estuvimos haciendo turnos para vigilarle, nunca nos separamos de él. En un momento uno de los doctores, aterrado, le pregunto si quería que continuásemos con el experimento, y el simplemente movió la cabeza, haciendo una señal de afirmación.
Cuando creíamos que la pesadilla no podía alargarse más, las cosas fueron a peor. Su cama se había llenado de una especie de material orgánico puterfacto, parecido a una herida infectada. Sospechábamos que el material venía de mi propio mentor, por lo que el día 28 de agosto decidimos que había que terminar con su plan de una vez por todas. Estábamos todos los médicos y ayudantes agrupados a su alrededor, cuando le tomamos el pulso: se estaba muriendo. Comenzó a tamborilear con los dedos, primero de forma suave y luego cada vez más y más fuerte, haciendo cada vez más difícil el ignorarle. Todo su cuerpo comenzó a convulsionarse, y sus ojos se abrieron todavía más, lo que en un principio me resultaba imposible. Intentó vocalizar, pero sólo tosió sangre. Entonces nos dimos cuenta: se estaba despertando solo. Se incorporó de la cama de una forma brutal y agarró al doctor Poirot con una fuerza inhumanada, sacudiéndolo violentamente mientras el resto de la gente, paralizada por el terror, miraba la escena. Pero yo decidí tomar la iniciativa. Fui a una cómoda que estaba cerca y rebusqué entre los cajones algo que me pudiera servir para detener todo esto. Y entonces fue cuando encontré lo que buscaba en uno de los cajones: una pistola.
Apunté a lo que antes había sido un ser humano, que se detuvo de inmediato, y comenzó a hablar. Parecía como una especie de cántico ancestral, recitado en una cripta, y desde luego no sonaba en absoluto como su voz.
“No…puede…llevarme…me he hecho…”
Y entonces fue cuando estiró la boca todavía más, simulando una sonrisa. Había deformado tanto su expresión que incluso pude oír como el tejido de su propia cara se resquebrajaba, y terminó su reflexión, contemplándome fijamente.
“…eterno…”
Puse el dedo en el gatillo, y cuando iba a poner fin a lo que había sido un suceso ajeno a toda comprensión, el doctor Poirot, el único amigo que Andrej había tenido durante su demencia, se colocó en medio llorando. Pero fue demasiado tarde.
El primer disparo, que acompañé con un chillido de furia y frustración, fue al corazón de Frédéric, que cayó al suelo muerto de inmediato, y el siguiente fue al cuello de Neumann, que no salpicó nada de sangre. Sin embargo, no me contuve ahí, y volví a disparar, esta vez a su frente. Seguí con otros tres tiros hasta que me derrumbé cayendo de rodillas al suelo, sudando y temblando. Ninguno de nosotros dirigió la palabra, ni en aquel momento ni cuando enterramos a mi maestro en la tumba de su mausoleo, que se había asegurado de construir. La estatua de un ángel tapándose la cara condenaba aquel santuario silencioso. Enterramos a Poirot lejos de allí, en el cementerio de la ciudad, en plena noche. Después volví a Berlín y estuve varios días encerrado en casa, con las persianas cerradas, tratando de comprender lo que había sucedido. Todo parecía tan irreal, tan lejano…
Y entonces, finalmente, lo entendí: Andrej Neumann había alcanzado la inmortalidad: no estaba ni en el gran y oscuro vacío al que se va cuando se abandona este plano terrenal (tras lo acontecido, me niego a creer que existe alguna clase de Dios que haya permitido esta atrocidad) ni en el mundo de los vivos. Lo había conseguido, pero el Núcleo había exigido algo a cambio.
Su humanidad.
Quien lea esta historia quizás me tome como un loco, pero, conforme lo he pensado, el precio a pagar no es muy alto, comparado con la vida eterna.
miércoles, 21 de agosto de 2013
THE HANDS RESIST HIM
The Hands Resist Him, también conocida como la pintura embrujada de eBay, es una pintura creada por el pintor norteamericano Bill Stoneham, en 1972. Representa un joven junto a una muñeca, de pie, delante de una puerta con paneles de cristal contra el que muchas manos se presionan.
Según el artista, el niño se basa en una fotografía de sí mismo de 5 años, y la interpretación es que la puerta representa la línea divisoria entre el mundo de vigilia y el mundo de los sueños y posibilidades.
La muñeca es una especie de guía que acompaña al niño a través de ello. Las manos representan a las diferentes posibilidades de vida del niño. Esta inquietante pintura, se convirtió en objeto de una leyenda urbana en febrero de 2000, cuando se puso en venta a través de una subasta en eBay, y se hizo público su aterradora historia.
La pintura fue mostrada en una galería de Luisiana durante la década de 1970, momento en el que fue revisada por el crítico de arte del “Los Angeles Times”. Fue durante esa misma exposición, comprada por el actor John Marley, recordado por su papel como Jack Woltz, en “El Padrino”. En algún momento después de la muerte de Marley, la pintura fue adquirida por un joven de California, después de haber sido encontrada en una fábrica de cerveza abandonada. La pintura apareció en eBay en febrero de 2000, y según el vendedor, el mismo que la encontrara algunos años antes, la misma es portadora de algún tipo de maldición:
En su descripción del cuadro para eBay, se alegó que los personajes de la pintura, durante la noche, salen de la pintura y entran en la sala o cuarto donde el cuadro esté situado.
En el anuncio de venta, también fueron colocadas una serie de fotos del cuadro “…cambiando la forma durante la noche”, las cuales se dijo que habían sido capturadas por una cámara web. Para aumentar la imagen de “objeto maldito” de la pintura, el vendedor incluyó una cláusula de exención de responsabilidad, que eximía al vendedor de toda responsabilidad, si la pintura era adquirida.
La noticia acerca del cuadro y su maldición se extendió rápidamente por los usuarios de Internet. Al poco tiempo, algunas personas afirmaron que, simplemente viendo la foto de la pintura, comenzaron a sentirse mal o tener experiencias desagradables. Otros, aseguraron sentir un inexplicable pavor al verla, algunos de los cuales hablaban de reacciones extrañas a ver las imágenes como adquirir violentas e inexplicables enfermedades o sufrir desmayos espontáneos, niños gritando al ver a la pintura y los observadores que aseguraron que tras ver el cuadro, se sintieron poseídos por una “entidad invisible”. “Una impresora Epson, nueva, se volvió loca y se comió y mutiló página tras página sin parar, cuando un visitante intentó realizar copias de la imágen de la pintura”- . Sin dudas, este último fue el comentario más impactantes.
El anuncio en la página de la subasta fue visto más de 30.000 veces en menos de 30 días. Tras una oferta inicial de US$ 199, la pintura finalmente recibió 30 ofertas y se vendió por US$ 1,025.
La galería de arte Perception en Grand Rapids, Michigan, se puso en contacto con Bill Stoneham, sorprendidos por todas las extrañas historias y la interpretación de las imágenes que los internautas reportaban, y por la inusual historia de su subasta en eBay, convirtiéndose en su nuevo propietario:
poco después, la leyenda del cuadro maldito se acrecentó, primero cuando el nuevo propietario informó acerca de un exorcista que fue a ver el cuadro, y afirmó haber sentido “una voz junto con un chorro de aire caliente,… como al estar de pie frente a la puerta de horno”. Lo segundo fue cuando Stoneham declaró posteriormente que tanto el propietario de la galería, como el crítico de arte que la revisó inicialmente, murieron en un plazo menor a un año de entrar en contacto con ella.
Según el artista, el niño se basa en una fotografía de sí mismo de 5 años, y la interpretación es que la puerta representa la línea divisoria entre el mundo de vigilia y el mundo de los sueños y posibilidades.
La muñeca es una especie de guía que acompaña al niño a través de ello. Las manos representan a las diferentes posibilidades de vida del niño. Esta inquietante pintura, se convirtió en objeto de una leyenda urbana en febrero de 2000, cuando se puso en venta a través de una subasta en eBay, y se hizo público su aterradora historia.
La pintura fue mostrada en una galería de Luisiana durante la década de 1970, momento en el que fue revisada por el crítico de arte del “Los Angeles Times”. Fue durante esa misma exposición, comprada por el actor John Marley, recordado por su papel como Jack Woltz, en “El Padrino”. En algún momento después de la muerte de Marley, la pintura fue adquirida por un joven de California, después de haber sido encontrada en una fábrica de cerveza abandonada. La pintura apareció en eBay en febrero de 2000, y según el vendedor, el mismo que la encontrara algunos años antes, la misma es portadora de algún tipo de maldición:
En su descripción del cuadro para eBay, se alegó que los personajes de la pintura, durante la noche, salen de la pintura y entran en la sala o cuarto donde el cuadro esté situado.
En el anuncio de venta, también fueron colocadas una serie de fotos del cuadro “…cambiando la forma durante la noche”, las cuales se dijo que habían sido capturadas por una cámara web. Para aumentar la imagen de “objeto maldito” de la pintura, el vendedor incluyó una cláusula de exención de responsabilidad, que eximía al vendedor de toda responsabilidad, si la pintura era adquirida.
La noticia acerca del cuadro y su maldición se extendió rápidamente por los usuarios de Internet. Al poco tiempo, algunas personas afirmaron que, simplemente viendo la foto de la pintura, comenzaron a sentirse mal o tener experiencias desagradables. Otros, aseguraron sentir un inexplicable pavor al verla, algunos de los cuales hablaban de reacciones extrañas a ver las imágenes como adquirir violentas e inexplicables enfermedades o sufrir desmayos espontáneos, niños gritando al ver a la pintura y los observadores que aseguraron que tras ver el cuadro, se sintieron poseídos por una “entidad invisible”. “Una impresora Epson, nueva, se volvió loca y se comió y mutiló página tras página sin parar, cuando un visitante intentó realizar copias de la imágen de la pintura”- . Sin dudas, este último fue el comentario más impactantes.
El anuncio en la página de la subasta fue visto más de 30.000 veces en menos de 30 días. Tras una oferta inicial de US$ 199, la pintura finalmente recibió 30 ofertas y se vendió por US$ 1,025.
La galería de arte Perception en Grand Rapids, Michigan, se puso en contacto con Bill Stoneham, sorprendidos por todas las extrañas historias y la interpretación de las imágenes que los internautas reportaban, y por la inusual historia de su subasta en eBay, convirtiéndose en su nuevo propietario:
poco después, la leyenda del cuadro maldito se acrecentó, primero cuando el nuevo propietario informó acerca de un exorcista que fue a ver el cuadro, y afirmó haber sentido “una voz junto con un chorro de aire caliente,… como al estar de pie frente a la puerta de horno”. Lo segundo fue cuando Stoneham declaró posteriormente que tanto el propietario de la galería, como el crítico de arte que la revisó inicialmente, murieron en un plazo menor a un año de entrar en contacto con ella.
ICKBARR BIGELSTEINE
Cuando era un niño tenía pavor de la oscuridad. Todavía lo hago, pero cuando tenía más o menos seis años no podía pasar una noche entera sin llorar para que alguno de mis padres buscara debajo de mi cama o en mi armario a cual fuera el monstruo que pudiera estar esperando para comerme.
Incluso con una luz de noche todavía veía figuras oscuras moviéndose en las esquinas de mi habitación, o caras extrañas mirándome desde la ventana. Mis padres hacían lo que podían para consolarme, diciéndome que era sólo una pesadilla o una ilusión óptica provocada por la luz, pero en mi joven mente estaba seguro de que al momento que cayera dormido, las cosas malas me iban a atrapar.
La mayoría del tiempo me escondía debajo de las sábanas hasta estar lo suficientemente cansado como para dejar de preocuparme, pero de vez en cuando sentía tanto pánico que corría al cuarto de mis padres, despertando a mi hermano y hermana en el proceso. Después de un calvario como ése, no habría manera de que alguien tuviera una buena noche de sueño.
Eventualmente, tras una noche particularmente traumatizante, mis padres se hartaron. Por desgracia para ellos, entendían bien la inutilidad de discutir con un niño de seis años, y sabían que no podrían convencerme de dejar a un lado mis miedos a través de la lógica y la razón. Tenían que ser ingeniosos.
Fue idea de mi madre confeccionar a mi pequeño amigo para la hora de dormir.
Juntó muchos pedazos de tela surtidos con su máquina de coser y creó a quien yo más tarde llamaría "Sr. Ickbarr Bigelsteine", o "ick" para abreviar. Ick era lo que mi madre llamaba «un monstruo de medias». Estaba diseñado para protegerme mientras dormía por la noche, asustando a todos los demás monstruos.
Ickbarr tenía un aire a un Frankestein en versión gremlin, con ojos grandes y blancos hechos de botón y orejas de gato caídas. Sus pequeños brazos y piernas estaban hechos con un par de medias rayadas en blanco y negro que pertenecían a mi hermana, y la mitad verde de su cara estaba hecha de una de las medias altas de fútbol de mi hermano. Su cabeza podría ser descrita como bulbosa, y por boca mi mamá le había cosido un pedazo de tela blanca, y bordado en forma de zig-zag una amplia sonrisa de dientes afilados. Lo amé desde el primer momento.
De ahí en adelante, Ick nunca se separaba de mi lado. Así que cada noche a la hora de dormir, me diría dónde se escondían los monstruos y yo lo colocaba en el área de mi cuarto más cercana a lo macabro. Si había algo en el armario, Ick bloqueaba la puerta. Si había una extraña criatura rasguñando la ventana, apoyaba a Ick contra el vidrio. Si había una gran bestia peluda bajo mi cama, bajo la cama lo ponía. Algunas veces, los monstruos se escondían en mis sueños, e Ickbarr tenía que venir conmigo a mis pesadillas. Era divertido traerlo a mi mundo de ensueño, ya que juntos pasábamos horas combatiendo demonios y fantasmas. La mejor parte era, que en mis sueños, Ick podía realmente hablarme.
—¿Cuánto me amas? —me preguntaba.
—Más que a nada en el mundo —siempre le decía.
Una noche, en un sueño, después de perder mi primer diente, Ick me pidió un favor.
—¿Me puedes dar tu diente?
Le pregunté por qué.
—Para ayudarme a matar a las cosas malas —me dijo.
A la mañana siguiente mi madre me preguntó dónde estaba mi diente cuando bajé a desayunar. Por lo que me dijo, el «hada de los dientes» no lo había encontrado bajo mi almohada. Cuando le dije que se lo di a Ickbarr ella solamente se encogió de hombros y se regresó a alimentar a mi hermana pequeña. Desde ese momento, cada vez que perdía un diente se lo daba a Ick. Siempre me agradecía y, por supuesto, me decía que me amaba. Con el pasar del tiempo, sin embargo, me quedé sin dientes de leche, y ya me estaba poniendo un poco viejo para seguir jugando con muñecos. Así que Ick sólo se sentaba ahí, en mi estantería, acumulando polvo y ausentándose lentamente de mi atención.
Pero las pesadillas se volvieron peores. Tanto que empezaron a seguirme mientras estaba despierto, atemorizándome en cada rincón oscuro o arbusto que se movía. Luego de una noche particularmente mala volviendo de la casa de un amigo en bicicleta, y en la que podría haber jurado que una jauría de perros rabiosos me estaba persiguiendo, llegué a casa para encontrar que alguien me esperaba en mi habitación. En mi cama, de pie y completamente erguido ante la luz de la luna, estaba Ickbarr. Al principio pensé que mis ojos estaban jugándome bromas de nuevo, como lo habían estado haciendo toda la tarde, así que traté de prender y apagar las luces. Lo hice de nuevo, con ningún cambio. Me estaba empezando a poner nervioso.
Comencé a retroceder hacia la puerta, sin quitar mis ojos de la silueta de Ick; mi mano estirada incómodamente, buscando el picaporte. Estaba a punto de irme de ahí cuando escuché que la puerta era azotada contra su marco, dejándome encerrado en la oscuridad. En nada más que sombras y silencio.
Hasta que escuché una voz familiar y estridente.
—Dejaste de alimentarme;
¿por qué debería protegerte?
—¿Protegerme de qué?
—Déjame mostrarte.
Pestañeé una vez y todo cambió. Ya no estaba en mi habitación, estaba en… otro lugar. Una especie de bosque, un lugar horrible, de pesadillas, donde partes de fetos abortados colgaban del follaje, y el suelo estaba infestado con insectos carnívoros. Una niebla espesa inundaba el aire con un olor a carne podrida, mientras luces de un verde amarillento parpadeaban en el cielo oscuro. Mi cabeza empezó a palpitar como si estuviera a punto de explotar, porque en mi mente, escuchaba la voz de nuevo.
—Esto es lo que tu realidad será sin mí.
Sentí unas pisadas que hacían temblar la tierra, aproximándose rápidamente.
—Soy el único que puede pararlo.
Estaba detrás de mí ahora, enorme y enojado.
—Dame lo que necesito, y lo haré.
Me desperté antes de poder darme vuelta.
Al día siguiente revisé el armario de mis padres buscando los dientes de leche de mi hermano, y se los di todos a Ickbarr. Casi inmediatamente después de ello las pesadillas terminaron, y estaba relativamente en condiciones de seguir con mi vida normal.
De vez en cuando, me metía en la habitación de mi hermana y robaba lo que estaba destinado al hada de los dientes, o estrangulaba a uno de los gatos de la vecina para quitarle sus pequeños incisivos. Cualquier cosa para alejar las visiones. También comencé a notar que Ick se movía en mi cuarto cada vez que yo me iba, reordenando mis cosas y adicionando más cortinas. Se veía más vivo, de alguna forma. En la luz correcta sus dientes podían verse brillando y se sentía tibio al tacto. Por más que esto me asustara, no podía juntar el valor necesario para destruirlo, sabiendo perfectamente a dónde eso me llevaría. Así que continué recolectando dientes para Ick a lo largo de la secundaria y la universidad. Mientras más crecía, a más cosas aprendía a tenerle miedo y más dientes necesitaba Ick para mantenerme a salvo.
Ahora tengo 22 años, un trabajo decente, mi propio apartamento, y una colección de dentaduras. Ha pasado casi un mes desde la última vez que Ick comió y las pesadillas están empezando a acorralarme de nuevo. Tomé un desvío a través de un estacionamiento después del trabajo esta noche. Encontré a un hombre forzando la cerradura de su auto. Sus dientes estaban manchados de amarillo gracias a una vida de tabaco y café, y aun así, tuve que usar el martillo para extraer los molares. Cuando regresé a mi departamento él me estaba esperando. En el techo, en un extremo. Dos ojos blancos y una boca de navajas.
—¿Cuánto me amas? —me pregunta.
—Más que a nada —le contesto, sacándome mi abrigo—.
—Más que a nada en el mundo.
Incluso con una luz de noche todavía veía figuras oscuras moviéndose en las esquinas de mi habitación, o caras extrañas mirándome desde la ventana. Mis padres hacían lo que podían para consolarme, diciéndome que era sólo una pesadilla o una ilusión óptica provocada por la luz, pero en mi joven mente estaba seguro de que al momento que cayera dormido, las cosas malas me iban a atrapar.
La mayoría del tiempo me escondía debajo de las sábanas hasta estar lo suficientemente cansado como para dejar de preocuparme, pero de vez en cuando sentía tanto pánico que corría al cuarto de mis padres, despertando a mi hermano y hermana en el proceso. Después de un calvario como ése, no habría manera de que alguien tuviera una buena noche de sueño.
Eventualmente, tras una noche particularmente traumatizante, mis padres se hartaron. Por desgracia para ellos, entendían bien la inutilidad de discutir con un niño de seis años, y sabían que no podrían convencerme de dejar a un lado mis miedos a través de la lógica y la razón. Tenían que ser ingeniosos.
Fue idea de mi madre confeccionar a mi pequeño amigo para la hora de dormir.
Juntó muchos pedazos de tela surtidos con su máquina de coser y creó a quien yo más tarde llamaría "Sr. Ickbarr Bigelsteine", o "ick" para abreviar. Ick era lo que mi madre llamaba «un monstruo de medias». Estaba diseñado para protegerme mientras dormía por la noche, asustando a todos los demás monstruos.
Ickbarr tenía un aire a un Frankestein en versión gremlin, con ojos grandes y blancos hechos de botón y orejas de gato caídas. Sus pequeños brazos y piernas estaban hechos con un par de medias rayadas en blanco y negro que pertenecían a mi hermana, y la mitad verde de su cara estaba hecha de una de las medias altas de fútbol de mi hermano. Su cabeza podría ser descrita como bulbosa, y por boca mi mamá le había cosido un pedazo de tela blanca, y bordado en forma de zig-zag una amplia sonrisa de dientes afilados. Lo amé desde el primer momento.
De ahí en adelante, Ick nunca se separaba de mi lado. Así que cada noche a la hora de dormir, me diría dónde se escondían los monstruos y yo lo colocaba en el área de mi cuarto más cercana a lo macabro. Si había algo en el armario, Ick bloqueaba la puerta. Si había una extraña criatura rasguñando la ventana, apoyaba a Ick contra el vidrio. Si había una gran bestia peluda bajo mi cama, bajo la cama lo ponía. Algunas veces, los monstruos se escondían en mis sueños, e Ickbarr tenía que venir conmigo a mis pesadillas. Era divertido traerlo a mi mundo de ensueño, ya que juntos pasábamos horas combatiendo demonios y fantasmas. La mejor parte era, que en mis sueños, Ick podía realmente hablarme.
—¿Cuánto me amas? —me preguntaba.
—Más que a nada en el mundo —siempre le decía.
Una noche, en un sueño, después de perder mi primer diente, Ick me pidió un favor.
—¿Me puedes dar tu diente?
Le pregunté por qué.
—Para ayudarme a matar a las cosas malas —me dijo.
A la mañana siguiente mi madre me preguntó dónde estaba mi diente cuando bajé a desayunar. Por lo que me dijo, el «hada de los dientes» no lo había encontrado bajo mi almohada. Cuando le dije que se lo di a Ickbarr ella solamente se encogió de hombros y se regresó a alimentar a mi hermana pequeña. Desde ese momento, cada vez que perdía un diente se lo daba a Ick. Siempre me agradecía y, por supuesto, me decía que me amaba. Con el pasar del tiempo, sin embargo, me quedé sin dientes de leche, y ya me estaba poniendo un poco viejo para seguir jugando con muñecos. Así que Ick sólo se sentaba ahí, en mi estantería, acumulando polvo y ausentándose lentamente de mi atención.
Pero las pesadillas se volvieron peores. Tanto que empezaron a seguirme mientras estaba despierto, atemorizándome en cada rincón oscuro o arbusto que se movía. Luego de una noche particularmente mala volviendo de la casa de un amigo en bicicleta, y en la que podría haber jurado que una jauría de perros rabiosos me estaba persiguiendo, llegué a casa para encontrar que alguien me esperaba en mi habitación. En mi cama, de pie y completamente erguido ante la luz de la luna, estaba Ickbarr. Al principio pensé que mis ojos estaban jugándome bromas de nuevo, como lo habían estado haciendo toda la tarde, así que traté de prender y apagar las luces. Lo hice de nuevo, con ningún cambio. Me estaba empezando a poner nervioso.
Comencé a retroceder hacia la puerta, sin quitar mis ojos de la silueta de Ick; mi mano estirada incómodamente, buscando el picaporte. Estaba a punto de irme de ahí cuando escuché que la puerta era azotada contra su marco, dejándome encerrado en la oscuridad. En nada más que sombras y silencio.
Hasta que escuché una voz familiar y estridente.
—Dejaste de alimentarme;
¿por qué debería protegerte?
—¿Protegerme de qué?
—Déjame mostrarte.
Pestañeé una vez y todo cambió. Ya no estaba en mi habitación, estaba en… otro lugar. Una especie de bosque, un lugar horrible, de pesadillas, donde partes de fetos abortados colgaban del follaje, y el suelo estaba infestado con insectos carnívoros. Una niebla espesa inundaba el aire con un olor a carne podrida, mientras luces de un verde amarillento parpadeaban en el cielo oscuro. Mi cabeza empezó a palpitar como si estuviera a punto de explotar, porque en mi mente, escuchaba la voz de nuevo.
—Esto es lo que tu realidad será sin mí.
Sentí unas pisadas que hacían temblar la tierra, aproximándose rápidamente.
—Soy el único que puede pararlo.
Estaba detrás de mí ahora, enorme y enojado.
—Dame lo que necesito, y lo haré.
Me desperté antes de poder darme vuelta.
Al día siguiente revisé el armario de mis padres buscando los dientes de leche de mi hermano, y se los di todos a Ickbarr. Casi inmediatamente después de ello las pesadillas terminaron, y estaba relativamente en condiciones de seguir con mi vida normal.
De vez en cuando, me metía en la habitación de mi hermana y robaba lo que estaba destinado al hada de los dientes, o estrangulaba a uno de los gatos de la vecina para quitarle sus pequeños incisivos. Cualquier cosa para alejar las visiones. También comencé a notar que Ick se movía en mi cuarto cada vez que yo me iba, reordenando mis cosas y adicionando más cortinas. Se veía más vivo, de alguna forma. En la luz correcta sus dientes podían verse brillando y se sentía tibio al tacto. Por más que esto me asustara, no podía juntar el valor necesario para destruirlo, sabiendo perfectamente a dónde eso me llevaría. Así que continué recolectando dientes para Ick a lo largo de la secundaria y la universidad. Mientras más crecía, a más cosas aprendía a tenerle miedo y más dientes necesitaba Ick para mantenerme a salvo.
Ahora tengo 22 años, un trabajo decente, mi propio apartamento, y una colección de dentaduras. Ha pasado casi un mes desde la última vez que Ick comió y las pesadillas están empezando a acorralarme de nuevo. Tomé un desvío a través de un estacionamiento después del trabajo esta noche. Encontré a un hombre forzando la cerradura de su auto. Sus dientes estaban manchados de amarillo gracias a una vida de tabaco y café, y aun así, tuve que usar el martillo para extraer los molares. Cuando regresé a mi departamento él me estaba esperando. En el techo, en un extremo. Dos ojos blancos y una boca de navajas.
—¿Cuánto me amas? —me pregunta.
—Más que a nada —le contesto, sacándome mi abrigo—.
—Más que a nada en el mundo.
viernes, 16 de agosto de 2013
LOS DOCE SONIDOS
Corría el año de 2005 y recién había obtenido suficiente dinero como para poder pagar una buena conexión de Internet. Estaba muy emocionado debido a la cantidad de música y videos gratis que estaban a mi disposición. Esa tarde, me la pasé bajando juegos y música, pero ya entrada la noche, mis intereses se volvieron un poco más obscuros. Sin ninguna preocupación, decidí seguir mis instintos… Grave error.
Buscando ente diversos programas, psicofonías y relatos de terror, me topé con un archivo bastante peculiar llamado “Rec06.mp3” y lo que realmente me orilló a descargarlo fue la interesante etiqueta que tenía debajo. En la descripción del archivo, se leía la siguiente oración: “Este es parte de los 12 sonidos del archivo original de Odeo Takashima, si tienes alguno de los otros 11, no dudes en contactarme”.
-¿Los 12 sonidos?- pensé. –Suena a algo bastante interesante como para entretenerme un rato-.
Al reproducir el archivo, escuché lo que se podría definir como una especie de ronquido o gruñido de algún ser vivo, como la respiración bastante dificultosa de un ser que agoniza, acompañado de ciertos toques macabros que me erizaron todos los vellos del cuerpo.
Pensé en abandonar mi búsqueda, cuando vi que el archivo no se había descargado solo. Éste estaba acompañado con una advertencia en formato .txt que abrí casi inmediatamente. Dicha advertencia me dejó bastante intranquilo.
“Ahora que has reproducido uno de los 12 sonidos, prepárate para lo peor. Dice la leyenda que si no reproduces el archivo Rec08.mp3 después de escuchar alguno de los otros 11, tu vida se volverá un infierno. La leyenda es cierta y te confesaré que he disfrutado mi última hora de vida.”.
¿Que podía pensar en ese momento? ¿Es acaso una broma de muy mal gusto? ¿Un tipo sin nada mejor que hacer con una conexión a Internet? Mi cuarta idea estaba a punto de llegar, cuando unos ruidos muy extraños comenzaron a hacerse notar.
Fuera de mi ventana había un pasillo muy poco iluminado y en esa maldita noche en especial se veía más tétrico que de costumbre. Juro que había siluetas afuera, como si hubieran escuchado ese sonido y hubieran acudido a su llamado infernal. Comencé como loco a buscar el archivo Rec08.mp3 en el mismo servidor donde estaba alojado el original que descargué. Para mi sorpresa, el usuario que lo había subido dejó de hacer actualizaciones en el 2003. Adivinen por qué... Había muerto.
Creí que era una broma muy pesada y que era más de lo que yo podía tolerar, pero en cuando intenté apagar mi PC, un mensaje de la misma computadora me llenó de terror: “El Archivo Rec06.mp3 no puede cerrarse”. El sonido empezó a reproducirse de nuevo y traté de apagar las bocinas sin éxito. Los ruidos afuera comenzaron a hacerse más cercanos y comencé a distinguir voces y murmullos.
El miedo me impedía mirar fuera. Las luces de mi habitación comenzaron a fallar y sin embargo, la PC no se apagaba. Ese maldito sonido parecía elevar su volumen conforme pasaban los segundos, que parecían eternos, ya que no tenía idea de lo que debía hacer. Comencé a rezar en todos los idiomas que se me ocurrieron y me encomendé a todo lo bueno que conocía. Mi PC funcionó de nuevo y busqué desesperadamente el archivo que debía poner fin a todo.
Encontré varias copias falsas del “Rec08.mp3”, lo cual sólo aumentó mi frustración y mi miedo ante lo que estaba fuera de mi habitación. Pasadas casi dos horas, empezó a llegar hasta mí un olor nauseabundo similar al de carne en estado de putrefacción. Sentía que las cosas iban a ponerse peor. Quise salir a enfrentar a lo que fuera que estuviese ahí, pero para mi sorpresa la cerradura se había trabado y fuera solo veía luces siniestras danzando como si compitieran por ver cuál me asustaba más. Estando lejos de mi PC, ya casi al borde de la locura, empecé a escuchar un sonido muy extraño… como si una niña se lamentara por algo y esto le causara mucho dolor.
Los demás sonidos fueron cesaron y esas luces macabras dejaron de danzar. El llanto de la niña las había ahuyentado y noté para mi sorpresa que el archivo estaba activo en mi reproductor de audio. Era uno de los supuestos “Rec08.mp3” que había encontrado. Aún intranquilo, noté que todo funcionaba como antes y que ya no había nada afuera.
Ahora menos preocupado, apagué mi PC, pero decidí no borrar ninguno de los 12 archivos que encontré esa maldita noche… Después de todo, debe haber alguien que desee experimentar esa horrible sensación.
Abajo encontrarán el link de descarga de "Rec06.mp3", es parte de los 12 sonidos del archivo original de Odeo Takashima. Si quieren alguno de los otros 11, no duden en contactarme.
http://www.4shared.com/audio/65GJJNrQ/Rec_06.html
Para los que se pregunten quién fue Odeo Takashima:
Este chico fue uno de los primeros japoneses en obtener un reproductor de mp3 en el 2002. Lamentablemente, cuando estaba estrenándolo de camino a su hogar, sufrió un accidente de tránsito que le causó una muerte lenta y dolorosa. Cuando subió al autobús que lo llevaría hasta su hogar, comenzó a grabar alegremente el recorrido, para después escucharlo.
Mientras tanto, un conductor impertinente golpeó con un camión de construcción repleto de varillas de acero la parte lateral derecha del autobús. Una varilla de acero de 10 metros le atravesó el cráneo de lado a lado, mientras otras 6 se incrustaron en el resto de su cuerpo.
El reproductor de mp3 quedó intacto, pero cuando un forense curioso lo conectó a una PC, descubrió que dentro no había un archivo de grabación, sino 12 archivos que según se dice, juntos forman un audio en el que se puede escuchar el momento preciso en que el autobús es impactado por el camión de construcción, así como los gritos de agonía de Odeo y de las otras 17 personas que murieron esa trágica tarde de marzo.
Buscando ente diversos programas, psicofonías y relatos de terror, me topé con un archivo bastante peculiar llamado “Rec06.mp3” y lo que realmente me orilló a descargarlo fue la interesante etiqueta que tenía debajo. En la descripción del archivo, se leía la siguiente oración: “Este es parte de los 12 sonidos del archivo original de Odeo Takashima, si tienes alguno de los otros 11, no dudes en contactarme”.
-¿Los 12 sonidos?- pensé. –Suena a algo bastante interesante como para entretenerme un rato-.
Al reproducir el archivo, escuché lo que se podría definir como una especie de ronquido o gruñido de algún ser vivo, como la respiración bastante dificultosa de un ser que agoniza, acompañado de ciertos toques macabros que me erizaron todos los vellos del cuerpo.
Pensé en abandonar mi búsqueda, cuando vi que el archivo no se había descargado solo. Éste estaba acompañado con una advertencia en formato .txt que abrí casi inmediatamente. Dicha advertencia me dejó bastante intranquilo.
“Ahora que has reproducido uno de los 12 sonidos, prepárate para lo peor. Dice la leyenda que si no reproduces el archivo Rec08.mp3 después de escuchar alguno de los otros 11, tu vida se volverá un infierno. La leyenda es cierta y te confesaré que he disfrutado mi última hora de vida.”.
¿Que podía pensar en ese momento? ¿Es acaso una broma de muy mal gusto? ¿Un tipo sin nada mejor que hacer con una conexión a Internet? Mi cuarta idea estaba a punto de llegar, cuando unos ruidos muy extraños comenzaron a hacerse notar.
Fuera de mi ventana había un pasillo muy poco iluminado y en esa maldita noche en especial se veía más tétrico que de costumbre. Juro que había siluetas afuera, como si hubieran escuchado ese sonido y hubieran acudido a su llamado infernal. Comencé como loco a buscar el archivo Rec08.mp3 en el mismo servidor donde estaba alojado el original que descargué. Para mi sorpresa, el usuario que lo había subido dejó de hacer actualizaciones en el 2003. Adivinen por qué... Había muerto.
Creí que era una broma muy pesada y que era más de lo que yo podía tolerar, pero en cuando intenté apagar mi PC, un mensaje de la misma computadora me llenó de terror: “El Archivo Rec06.mp3 no puede cerrarse”. El sonido empezó a reproducirse de nuevo y traté de apagar las bocinas sin éxito. Los ruidos afuera comenzaron a hacerse más cercanos y comencé a distinguir voces y murmullos.
El miedo me impedía mirar fuera. Las luces de mi habitación comenzaron a fallar y sin embargo, la PC no se apagaba. Ese maldito sonido parecía elevar su volumen conforme pasaban los segundos, que parecían eternos, ya que no tenía idea de lo que debía hacer. Comencé a rezar en todos los idiomas que se me ocurrieron y me encomendé a todo lo bueno que conocía. Mi PC funcionó de nuevo y busqué desesperadamente el archivo que debía poner fin a todo.
Encontré varias copias falsas del “Rec08.mp3”, lo cual sólo aumentó mi frustración y mi miedo ante lo que estaba fuera de mi habitación. Pasadas casi dos horas, empezó a llegar hasta mí un olor nauseabundo similar al de carne en estado de putrefacción. Sentía que las cosas iban a ponerse peor. Quise salir a enfrentar a lo que fuera que estuviese ahí, pero para mi sorpresa la cerradura se había trabado y fuera solo veía luces siniestras danzando como si compitieran por ver cuál me asustaba más. Estando lejos de mi PC, ya casi al borde de la locura, empecé a escuchar un sonido muy extraño… como si una niña se lamentara por algo y esto le causara mucho dolor.
Los demás sonidos fueron cesaron y esas luces macabras dejaron de danzar. El llanto de la niña las había ahuyentado y noté para mi sorpresa que el archivo estaba activo en mi reproductor de audio. Era uno de los supuestos “Rec08.mp3” que había encontrado. Aún intranquilo, noté que todo funcionaba como antes y que ya no había nada afuera.
Ahora menos preocupado, apagué mi PC, pero decidí no borrar ninguno de los 12 archivos que encontré esa maldita noche… Después de todo, debe haber alguien que desee experimentar esa horrible sensación.
Abajo encontrarán el link de descarga de "Rec06.mp3", es parte de los 12 sonidos del archivo original de Odeo Takashima. Si quieren alguno de los otros 11, no duden en contactarme.
http://www.4shared.com/audio/65GJJNrQ/Rec_06.html
Para los que se pregunten quién fue Odeo Takashima:
Este chico fue uno de los primeros japoneses en obtener un reproductor de mp3 en el 2002. Lamentablemente, cuando estaba estrenándolo de camino a su hogar, sufrió un accidente de tránsito que le causó una muerte lenta y dolorosa. Cuando subió al autobús que lo llevaría hasta su hogar, comenzó a grabar alegremente el recorrido, para después escucharlo.
Mientras tanto, un conductor impertinente golpeó con un camión de construcción repleto de varillas de acero la parte lateral derecha del autobús. Una varilla de acero de 10 metros le atravesó el cráneo de lado a lado, mientras otras 6 se incrustaron en el resto de su cuerpo.
El reproductor de mp3 quedó intacto, pero cuando un forense curioso lo conectó a una PC, descubrió que dentro no había un archivo de grabación, sino 12 archivos que según se dice, juntos forman un audio en el que se puede escuchar el momento preciso en que el autobús es impactado por el camión de construcción, así como los gritos de agonía de Odeo y de las otras 17 personas que murieron esa trágica tarde de marzo.
EL GATO SIN OJOS
"Escribo porque no tengo nada mejor que hacer, porque necesito que sepan la verdad y porque es lo único que él me deja hacer. Lo que ocurrió es tan bizarro, paranormal e ilógico que no podría imaginar que mucha gente crea lo que estoy por contar.
Soy un escritor de una editorial muy exigente, justo había terminado una buen libro de auto superación, pero tenía errores y me habían obligado a corregirlos para entregarlo de nuevo una semana después. Siempre fui un amante de los animales y no estoy en mi ciudad natal, vine porque en esta ciudad esta el plantel principal de la editorial, solo estoy de viaje y vengo de lejos, no pude traer mis mascotas por lo largo del viaje.
Estoy en un pequeño departamento sin compañía. Iba directo a una tienda de mascotas para conseguir un compañero temporal, para no sentirme solo mientras estaba encerrado arreglando los pequeños errores del libro. En camino hacia el lugar, me tope con un gato que no tenía ojos. Extrañamente no me dio miedo, incluso me dio lástima, así que decidí tomarlo.
Justo ahora me arrepiento de haberlo hecho.
Lo llevé a revisar a con un veterinario para ver que no tuviera algo grave, solo tenía una pequeña infección en la pierna, pero apenas estaba emergiendo, así que fue fácil erradicarla. En la sala del veterinario era fácil notar que yo era el único al que no le daba asco la situación del gato, nunca le puse nombre, tanto por que no me dio tiempo, como que todavía no me quería encariñar tanto con el. Una vez en casa lo dejé que jugara libre por el apartamento. A pesar de estar ciego parecía saber exactamente donde estaba y como moverse por el lugar, no me pareció extraño, solo pensaba en lo prepotente que se habría de sentir el pobre animal. Mientras él jugaba, yo comencé a corregir los primeros errores del libro en mi laptop. Inmediatamente me fui a dormir, todo normal, fue a la mañana siguiente cuando todo comenzó.
Créanme o no, cuando desperté, había frente a mi (yo volteando directamente al techo) un hombre viéndome a los ojos, parado a un lado de mi cama, o eso creía que hacía, pues ese hombre no tenia ojos con que verme, solo veía un par de cuencas vacías. Grité como cualquier persona normal lo haría, estaba paralizado, en eso el hombre se deja caer al piso para andar a cuatro patas, se acurruca en una esquina, saca de su bolsa una libreta con una pluma y comienza a escribir.
Tuve la fuerza de levantar la cabeza, el hombre no reaccionó, poco a poco me levanté, aprovechando lo concentrado que estaba él en su libreta, me acerqué a la puerta y la intenté abrir. Tenía algo abajo que lo atoraba; intenté sacarlo, cada vez con más desesperación y sin ningún efecto positivo. Me acerqué a la ventana, estaba tapizada de mucho papel de libreta, era la base en la que había comenzado a escribir mi libro, apenas pocos rayos de luz entraban, lo suficiente para iluminar la habitación. Intenté quitarlos pero parecían estar perfectamente aferrados a la ventana, la golpeé sin un buen resultado. Volteé y desde su esquina el hombre me estaba observando fijamente, con la fuerte oscuridad interna de sus ojos. Con mucho miedo y temblando demasiado me esforcé en preguntarle:
“¿quien eres?, ¿qué quieres de mi?”
Recibí un fuerte maúllo a cambio, me hizo pensar un poco y busqué un poco en el cuarto, aun temblando y con su mirada inexistente, fija y penetrante encima de mi. No veía al gato ciego en ningún lado; entonces lo noté: aquello que tanto me observaba era mi gato. Al notar que me había dado cuenta de lo que ocurría, el se me acercó, yo desesperado intentaba alejarme de el en vano, y se arrulló conmigo ronroneando. A estas alturas yo estaba a punto de llorar. Cuando vi que se durmió, intenté pensar alguna solución. En ese momento no pude hacer nada, pues si me movía seguro el se despertaría, sin saber como ni porqué, caí dormido.
Desperté y el estaba de nuevo en su esquina escribiendo en su pequeña libreta, esta vez volteando hacia mi varias veces para luego continuar escribiendo en su libreta, me levanté, esta vez con mas confianza porque noté que él no planeaba hacerme daño. Me dió hambre, entonces volvió el pánico de nuevo, estaba encerrado en mi propia habitación, no podía salir a la cocina, no tenía que comer. Mientras pensaba esto escuché un pequeño crujido, era el estómago del gato: los dos volteamos al mismo punto, su panza, luego él me volteó a ver a mí, sin nada que hacer, y yo con los nervios de punta por su mirada oscura tan penetrante le dije un poco tartamudo:
“No puedo salir a la cocina, solo si me dejas salir podremos comer”.
Al oir esto me observó por dos segundos más y volvió a su libreta, pensé y busqué soluciones, no había ninguna, estaba y sigo encerrado aquí, con él. Solo pude pensar en una cosa, en un solo plan: que me rescataran, en menos de una semana la editorial notaría que no aparecí, intentarían contactarme, no respondería, hablarían a la policía e irrumpirían aquí, si el gato pudo volverse humano, o humanoide, o lo que quiera que sea eso, podrá volver a lo que antes fue, entonces parecerá que simplemente me encerré yo solo aquí, y el gato saldrá inocente y atrapará a alguien más. En este momento comienzo a escribir esto, para que cuando entren aquí y me vean muerto de hambre, lean esto y se encarguen del maldito gato. Han pasado tres días de lo último que escribí, muero de hambre y parece ser que él también, pero no hace nada, sigue escribiendo, sigue observándome, pareciera que me analiza, soy su experimento, soy su muñeco de prueba, ¿Qué quiere de mi?, ¿por qué hace esto?, ¿no fui al único al que se lo ha hecho?, quiero salir de aquí, quiero que ese gato se aleje de mi, no le puedo hacer nada, no cambiaría nada, seguiré atrapado aquí si lo mato, debo seguir su juego, terminar su prueba, quizás así me deje salir, quizás así quede en libertad, solo debo esperar, dejarlo a él terminar, no preocuparme y seguir tranquilo, estoy al borde de la locura, ayuda por favor, AYUDA, AYÚDENME, NO QUIERO SEGUIR AQUÍ, AYUDA!”
Texto encontrado junto a un cuerpo dentro del departamento, el cuerpo se encontró en la cama, sobre él un gato negro y sin ojos. Al cuerpo le faltaban partes de su piel, debajo de las manos habían restos de carne, y lo más espeluznante, parecía que alguien le había arrancado los ojos. Los policías antes de leer esto creían que el estrés había llevado al escritor al borde de la locura, para encerrarse el solo y alimentar a su gato y el mismo con su propia carne, el diario encontrado a un lado del cadáver dio a entender otra cosa. En cuanto los policías entraron al cuarto el gato volteó y los miró con la profunda oscuridad de sus cuencas vacías. Miró fijo a uno de los policías ahí presentes y extrañamente ese fue el único al que el pánico no poseyó, tomó al gato entre sus brazos mientras registraban el lugar. Al irse todos, y antes de que alguien pudiera leer el diario, ese policía se fue directo a su casa con el felino. Desde hace 4 días no se tienen noticias de él ni de su familia.
Soy un escritor de una editorial muy exigente, justo había terminado una buen libro de auto superación, pero tenía errores y me habían obligado a corregirlos para entregarlo de nuevo una semana después. Siempre fui un amante de los animales y no estoy en mi ciudad natal, vine porque en esta ciudad esta el plantel principal de la editorial, solo estoy de viaje y vengo de lejos, no pude traer mis mascotas por lo largo del viaje.
Estoy en un pequeño departamento sin compañía. Iba directo a una tienda de mascotas para conseguir un compañero temporal, para no sentirme solo mientras estaba encerrado arreglando los pequeños errores del libro. En camino hacia el lugar, me tope con un gato que no tenía ojos. Extrañamente no me dio miedo, incluso me dio lástima, así que decidí tomarlo.
Justo ahora me arrepiento de haberlo hecho.
Lo llevé a revisar a con un veterinario para ver que no tuviera algo grave, solo tenía una pequeña infección en la pierna, pero apenas estaba emergiendo, así que fue fácil erradicarla. En la sala del veterinario era fácil notar que yo era el único al que no le daba asco la situación del gato, nunca le puse nombre, tanto por que no me dio tiempo, como que todavía no me quería encariñar tanto con el. Una vez en casa lo dejé que jugara libre por el apartamento. A pesar de estar ciego parecía saber exactamente donde estaba y como moverse por el lugar, no me pareció extraño, solo pensaba en lo prepotente que se habría de sentir el pobre animal. Mientras él jugaba, yo comencé a corregir los primeros errores del libro en mi laptop. Inmediatamente me fui a dormir, todo normal, fue a la mañana siguiente cuando todo comenzó.
Créanme o no, cuando desperté, había frente a mi (yo volteando directamente al techo) un hombre viéndome a los ojos, parado a un lado de mi cama, o eso creía que hacía, pues ese hombre no tenia ojos con que verme, solo veía un par de cuencas vacías. Grité como cualquier persona normal lo haría, estaba paralizado, en eso el hombre se deja caer al piso para andar a cuatro patas, se acurruca en una esquina, saca de su bolsa una libreta con una pluma y comienza a escribir.
Tuve la fuerza de levantar la cabeza, el hombre no reaccionó, poco a poco me levanté, aprovechando lo concentrado que estaba él en su libreta, me acerqué a la puerta y la intenté abrir. Tenía algo abajo que lo atoraba; intenté sacarlo, cada vez con más desesperación y sin ningún efecto positivo. Me acerqué a la ventana, estaba tapizada de mucho papel de libreta, era la base en la que había comenzado a escribir mi libro, apenas pocos rayos de luz entraban, lo suficiente para iluminar la habitación. Intenté quitarlos pero parecían estar perfectamente aferrados a la ventana, la golpeé sin un buen resultado. Volteé y desde su esquina el hombre me estaba observando fijamente, con la fuerte oscuridad interna de sus ojos. Con mucho miedo y temblando demasiado me esforcé en preguntarle:
“¿quien eres?, ¿qué quieres de mi?”
Recibí un fuerte maúllo a cambio, me hizo pensar un poco y busqué un poco en el cuarto, aun temblando y con su mirada inexistente, fija y penetrante encima de mi. No veía al gato ciego en ningún lado; entonces lo noté: aquello que tanto me observaba era mi gato. Al notar que me había dado cuenta de lo que ocurría, el se me acercó, yo desesperado intentaba alejarme de el en vano, y se arrulló conmigo ronroneando. A estas alturas yo estaba a punto de llorar. Cuando vi que se durmió, intenté pensar alguna solución. En ese momento no pude hacer nada, pues si me movía seguro el se despertaría, sin saber como ni porqué, caí dormido.
Desperté y el estaba de nuevo en su esquina escribiendo en su pequeña libreta, esta vez volteando hacia mi varias veces para luego continuar escribiendo en su libreta, me levanté, esta vez con mas confianza porque noté que él no planeaba hacerme daño. Me dió hambre, entonces volvió el pánico de nuevo, estaba encerrado en mi propia habitación, no podía salir a la cocina, no tenía que comer. Mientras pensaba esto escuché un pequeño crujido, era el estómago del gato: los dos volteamos al mismo punto, su panza, luego él me volteó a ver a mí, sin nada que hacer, y yo con los nervios de punta por su mirada oscura tan penetrante le dije un poco tartamudo:
“No puedo salir a la cocina, solo si me dejas salir podremos comer”.
Al oir esto me observó por dos segundos más y volvió a su libreta, pensé y busqué soluciones, no había ninguna, estaba y sigo encerrado aquí, con él. Solo pude pensar en una cosa, en un solo plan: que me rescataran, en menos de una semana la editorial notaría que no aparecí, intentarían contactarme, no respondería, hablarían a la policía e irrumpirían aquí, si el gato pudo volverse humano, o humanoide, o lo que quiera que sea eso, podrá volver a lo que antes fue, entonces parecerá que simplemente me encerré yo solo aquí, y el gato saldrá inocente y atrapará a alguien más. En este momento comienzo a escribir esto, para que cuando entren aquí y me vean muerto de hambre, lean esto y se encarguen del maldito gato. Han pasado tres días de lo último que escribí, muero de hambre y parece ser que él también, pero no hace nada, sigue escribiendo, sigue observándome, pareciera que me analiza, soy su experimento, soy su muñeco de prueba, ¿Qué quiere de mi?, ¿por qué hace esto?, ¿no fui al único al que se lo ha hecho?, quiero salir de aquí, quiero que ese gato se aleje de mi, no le puedo hacer nada, no cambiaría nada, seguiré atrapado aquí si lo mato, debo seguir su juego, terminar su prueba, quizás así me deje salir, quizás así quede en libertad, solo debo esperar, dejarlo a él terminar, no preocuparme y seguir tranquilo, estoy al borde de la locura, ayuda por favor, AYUDA, AYÚDENME, NO QUIERO SEGUIR AQUÍ, AYUDA!”
Texto encontrado junto a un cuerpo dentro del departamento, el cuerpo se encontró en la cama, sobre él un gato negro y sin ojos. Al cuerpo le faltaban partes de su piel, debajo de las manos habían restos de carne, y lo más espeluznante, parecía que alguien le había arrancado los ojos. Los policías antes de leer esto creían que el estrés había llevado al escritor al borde de la locura, para encerrarse el solo y alimentar a su gato y el mismo con su propia carne, el diario encontrado a un lado del cadáver dio a entender otra cosa. En cuanto los policías entraron al cuarto el gato volteó y los miró con la profunda oscuridad de sus cuencas vacías. Miró fijo a uno de los policías ahí presentes y extrañamente ese fue el único al que el pánico no poseyó, tomó al gato entre sus brazos mientras registraban el lugar. Al irse todos, y antes de que alguien pudiera leer el diario, ese policía se fue directo a su casa con el felino. Desde hace 4 días no se tienen noticias de él ni de su familia.
PALABRAS DE LUZ
A
finales de 1987, el canal de noticias WSB-TV 2 de Atlanta, Georgia,
estaba intentando rellenar con algún programa interesante las
mañanas de domingo.
Tras
unas pocas solicitudas de algunos empresarios interesados en ocupar
esa hora de emisión, decidieron dejar esa hora al reverendo Marly
Sachs para emitir un programa de temática religiosa. El programa fue
estrenado el 18 de octubre con apenas publicidad.
El
programa consistía en el reverendo sentado en una silla y leyendo
pasajes de la Biblia ante la cámara e interpretándolos para
aplicarlos a la vida moderna, al día a día. El programa tenía una
audicencia aceptable y siguió siendo emitida hasta principios de
diciembre. Fue entonces cuando el estudio empezó a recibir extrañas
quejas de los expectadores del programa, de nombre "Palabras de
Luz con el reverendo Marly Sachs".
Las
llamadas eran todas de mujeres, que decían experimentar cosas
extrañas en algunos intervalos específicos del programa.
Describieron nauseas, dolor de espalda, mareos y visión borrosa.
Estas personas, sin pruebas concluyentes, estaban convencidas de que
era el programa el que causaba estos extraños síntomas. Tras tres
semanas de quejas, se averiguó que esos "síntomas"
ocurrían en intervalos de doce minutos a lo largo del programa.
El
pequeño estudio revisó todo el equipo de grabación, tanto de audio
cómo de vídeo, y no encontró nada extraño. Cuando se avisó al
reverendo de esos incidentes, el simplemente se encogió de hombros y
declaró, crípticamente, que "Algunos no pueden soportar la voz
de Dios..." El director del estudio, a pesar de las llamadas,
decidió continuar el programa.
En
febrero, la audiencia descendió en picado, por lo que se decidió
cancelar el programa. El estudio consideró más oportuno hablar de
las noticia más importante de los últimos días; la epidemia de
abortos. Empezando esta extraña epidemia en noviembre, el número de
embarazadas abortando de forma natural en el área urbana de Atlanta
había alcanzado una friolera de 300 abortos. Nadie tenía una
explicación lógica para este terrorífico fenómeno.
El
reverendo se tomó la cancelación del programa con lo que muchos
describieron cómo asco. Cuando se lo comunicaron, no protestó,
simplemente negó con la cabeza, sabiéndolo. Dejó el estudio tras
el último episodio emitido sin decir nada. Nadie volvió a saber de
él, ni siquiera los miembros de su congregación. El estudio cambió
de temática, llenando el hueco vacío que había quedado con un
informativo concentrándose en el tema de los abortos.
Un
año y medio después, un interno de los estudios de la WSB encontró
las cintas de "Palabras de Luz" y empezó a verlas con la
intención de recopilar escenas para un reportaje sobre el impacto
religioso en la ciudad. El Incidente de Atlanta (cómo se comenzó a
conocer al caso de los abortos) se detuvo tres meses después de que
el estudio cancelase el programa del reverendo Sachs y que este se
hubiese esfumado. A medida que el interno iba investigando las
cintas, hizo un macabro descubrimiento.
Intentando
detener una de las grabaciones en el minuto 10, segundo 45, sin
querer, le dio a avanzar el vídeo a cámara rápida. Mientras el
vídeo avanzaba a gran velocidad, el intentó corregir su error, pues
el botón se había atascado. Cuando consiguió detenerlo, el vídeo
se había congelado en el minuto 32, segundo 1. El interno cayó
hacia atrás al ver la imagen congelada en la pantalla; la imagen de
una cabeza descompuesta ocupando toda la escena. Cuando se hubo
repuesto de la visión, hizo retroceder la cinta, y fue cuando se dio
cuenta de que su mente no le estaba jugando ningún truco. Viendo la
cinta entera, pronto descubrió que la escalofriante imagen se
repetía exactamente en intervalos de doce minutos.
Pensando
que era algún tipo de broma, se lo mostró a uno de los técnicos
que trabajaron en el programa, esperando una mofa por parte de este.
El técnico se quedó tan perplejo cómo él. Nadie había tocado
esas cintas desde que cancelaron el programa. Después de que el
estudio cerrara, por la noche, el interno convenció al técnico para
que le ayudase a investigar todas las cintas de “Palabras de Luz”.
Descubrieron que absolutamente todos los capítulos tenían la misma
anomalía en los mismos intervalos de tiempo.
También
se percataron de que, conforme el programa avanzaba, la imagen se
volvía cada vez más perturbadora, con gusanos devorando la carne y
trozos de pelo y piel que se habían desprendido de la cabeza. El
técnico aclaró al interno que lo que estaban viendo era
técnicamente imposible. El mismo aseguró que, habiendo estado
filmando el programa, era imposible insertar aquella imagen.
Todo
esto fue mostrado al director quien, temiendo que fuese un sabotaje,
ordenó destruir las cintas. Les dijo al interno y al técnico que no
tenía interés en saber quién había hecho eso; además, añadió:
“Nuestra preocupación ahora es cubrirles el culo a la audiencia”.
Ordenó que no se volviera a tocar el tema.
El
técnico olvidó el tema fácilmente, recordando el incidente cómo
una oscura anécdota personal. En cambio, el interno no se rindió.
Hizo copias de todas las cintas que pudo antes de que estas fueran
destruidas y se las llevó para ver si podía encontrar algo más en
ellas que indicase quién hizo aquello.
Una
semana después, insistió al técnico para que volviese a colaborar
con él, alegando que creía haber descubierto algo peor incluso que
las imágenes en sí; cuando los marcos de tiempo eran editados para
estar juntos por orden cronológico, la boca de la cabeza parecía
moverse, cómo si estuviese intentando formar palabras. El técnico,
temiendo por su puesto de trabajo, le pidió que se deshiciese de las
copias y no volviera a hablar de aquello.
Una
semana después, la policía fue al domicilio de una mujer anciana en
uno de los suburbios de Atlanta, de noche, después de que esta
llamase a Emergencias. Había escuchado horribles ruidos provenientes
del apartamento de al lado, donde vivía una pareja joven. Dijo a
Emergencias que la mujer estaba embarazada y parecía aterrorizada
por algo que había pasado. Cuando los agentes llegaron, veinte
minutos más tarde, vieron que la puerta estaba entreabierta y las
luces apagadas. Entraron en silencio y, despacio, se introdujeron en
el salón.
Dentro
encontraron a la mujer, muerta, con su abdomen abierto. La herida
dejaba un rastro de sangre desde ese punto hasta el sofá. Allí
estaba su marido, el interno del estudio, desnudo, con su hijo no
nato a sus pies, muriéndose. En su mano sostenía la oxidada pieza
de metal con la que había destripado a su esposa. La televisión
estaba encendida, emitiendo un bucle de 18 segundos de una cabeza en
descomposición balbuceando algunas palabras ininteligibles.
La
historia que la policía hace pública estos días es que el interno
susurraba una y otra vez mientras se lo llevaban; “La Luz de Dios
les llama...”
jueves, 15 de agosto de 2013
MOCHILA ROSA
Pagina 1
Esta es Lisa, ella es mi amiga. Mi mama y Papa no la pueden ver. Ellos dicen que es mi amiga imaginaria. Lisa es una buena amiga.
Pagina 2
Hoy trate de plantar una flor en el patio. Lo trate de plantar junto a la caja de arena, pero Lisa dijo que ahí es donde su papi esta durmiendo, así que la plante en una maceta.
Pagina 3
Lisa esta en la escuela conmigo. La taje (traje), para que todos la conocieran, pero la Señorita Monroe se enojo, porque no puede verla. Lisa se puso triste, así que escondió el borrador.
Pagina 4
Ayer fue mi fiesta de cumpleaños. Mami compo (compro) pizza, pero nadie vino. Lisa dijo que la gente vino a la entrada de mi casa, pero se fueron. Pero me dejaron regalos. Me regalaron 3 barbis, un par de zapatos y cinco dólares. Yo y lisa jugamos con las barbis.
Pagina 5
La señorita Monroe no vino hoy, nuestra sustituta es la señorita Digman. Es linda y bonita, y nos deja tener tiempo libre. Quisiera que la señorita fuera siempre mi maesta.
Pagina 6
Hoy Jonnathin Parker se robo mis crayolas. La miss no puede encontrarlas, así que hizo que me diera sus crayolas. Lisa vino a la escuela también, pero la señorita Digman no puede verla. Me dijo que ella si cree que Lisa es real.
Pagina 7
Ayer, yo y Lisa fuimos a caminar, hasta que salió la luna. Papi se enojo y dijo que Lisa es estúpida y falsa y ella desapareció. Hoy no vino Lisa a la escuela, pero la señorita Digman dijo que la señorita Monroe no regresara.
Pagina 8
Papi estuvo en el trabajo todo el día de ayer. No vino a comer para cenar, y hoy sigue en el trabajo. Mami me puso un flan para mi almuerzo hoy. Me encanta el flan!
Pagina 9
Extraño a Lisa. Papi esta realmente ocupado en el trabajo. No vino el fin de semana. Mami esta muy enojada con el. Quiero escribirle una carta a Lisa
Pagina 10
Querida Lisa, te extraño. Por favor regresa. Siento que papi fuera grosero contigo. Eres mi major amiga.
Pagina 11
Lisa regreso ayer. Me dijo que perdón por irse, y le dije que mi papi no ha regresado del trabajo. Lisa dijo que el y la señorita Monroe están durmiendo como su papa. Espero que despierten pronto.
Esta es Lisa, ella es mi amiga. Mi mama y Papa no la pueden ver. Ellos dicen que es mi amiga imaginaria. Lisa es una buena amiga.
Pagina 2
Hoy trate de plantar una flor en el patio. Lo trate de plantar junto a la caja de arena, pero Lisa dijo que ahí es donde su papi esta durmiendo, así que la plante en una maceta.
Pagina 3
Lisa esta en la escuela conmigo. La taje (traje), para que todos la conocieran, pero la Señorita Monroe se enojo, porque no puede verla. Lisa se puso triste, así que escondió el borrador.
Pagina 4
Ayer fue mi fiesta de cumpleaños. Mami compo (compro) pizza, pero nadie vino. Lisa dijo que la gente vino a la entrada de mi casa, pero se fueron. Pero me dejaron regalos. Me regalaron 3 barbis, un par de zapatos y cinco dólares. Yo y lisa jugamos con las barbis.
Pagina 5
La señorita Monroe no vino hoy, nuestra sustituta es la señorita Digman. Es linda y bonita, y nos deja tener tiempo libre. Quisiera que la señorita fuera siempre mi maesta.
Pagina 6
Hoy Jonnathin Parker se robo mis crayolas. La miss no puede encontrarlas, así que hizo que me diera sus crayolas. Lisa vino a la escuela también, pero la señorita Digman no puede verla. Me dijo que ella si cree que Lisa es real.
Pagina 7
Ayer, yo y Lisa fuimos a caminar, hasta que salió la luna. Papi se enojo y dijo que Lisa es estúpida y falsa y ella desapareció. Hoy no vino Lisa a la escuela, pero la señorita Digman dijo que la señorita Monroe no regresara.
Pagina 8
Papi estuvo en el trabajo todo el día de ayer. No vino a comer para cenar, y hoy sigue en el trabajo. Mami me puso un flan para mi almuerzo hoy. Me encanta el flan!
Pagina 9
Extraño a Lisa. Papi esta realmente ocupado en el trabajo. No vino el fin de semana. Mami esta muy enojada con el. Quiero escribirle una carta a Lisa
Pagina 10
Querida Lisa, te extraño. Por favor regresa. Siento que papi fuera grosero contigo. Eres mi major amiga.
Pagina 11
Lisa regreso ayer. Me dijo que perdón por irse, y le dije que mi papi no ha regresado del trabajo. Lisa dijo que el y la señorita Monroe están durmiendo como su papa. Espero que despierten pronto.
CONOCE A ANNE PEDERSDOTTER
Necronymous Forum
Private Message
Subject: Okay… Sent: Thu Jan 08, 6:36 pm
De: Seraphine-Savior Para: Centurion616
A lo mejor se te hace raro, pero he notado que tus posts mencionan constantemente a un tal “Anne Pedersdotter”. Siempre dices que este mirando algo, o que esta esperando por algo, pero nadie mas parece tener idea de que o quien es. Solo tengo curiosidad… Quien es Anne Pedersdotter? :O
Subject: Re: Okay… Sent: Fri Jan 09, 2:17 am
De: Centurion616 Para: Seraphine-Savior
Anne Pedersdotter? Me da casi gusto que preguntaras. Ella simplemente como que esta por ahí. Es una especie de presencia, si lo quieres ver así. No puedo explicarlo apropiadamente sin sonar completamente raro. Por cierto… Ella te ve.
Subject: Re: Okay… Sent: Fri Jan 09, 12:01 pm
De: Seraphine-Savior Para: Centurion616
Uhm… Podrías explicarte un poco mejor? Lo siento, pero no te entiendo. Digo, es una persona, una mascota, un fantasma, o que onda? D:
Subject:Re: Okay… Sent: Fri Jan 09, 5:20 pm
De: Centurion616 Para: Seraphine-Savior
Anne Pedersdotter es una… anciana creo. Siempre en Espera de la luna para levantarse…
Subject: Re: Okay… Sent: Sat Jan 10, 4:14 pm
De: Seraphine-Savior Para: Centurion616
9_9 Lo siento pero eso me deja con más preguntas que respuestas. No pierdas mi tiempo contestando si no me vas a decir nada útil. Se que a lo mejor soy un poco dura, pero siento que no estas tomándome muy en serio. Tratare de ayudarte en el foro, considerando que todos te creen un raro y un completo loco y yo quiero saber si hay algo que les puedas explicar, para que quizás puedas pasar un mejor rato.
Subject: Re: Okay… Sent: Sun Jan 11, 8:43 pm
De: Centurion616 Para: Seraphine-Savior
Estuve a punto de borrar tu contestación y seguir como siempre, pero tengo el presentimiento de que no te vas a rendir de todas maneras. Si de veras es tan importante para ti, te explicare todo. Hasta donde se, Anne Pedersdotter es como una entidad, y como te lo dije antes, ella simplemente esta. Ni siquiera tiene un cuerpo, pero de alguna manera, se como se mueve y que es lo que quiere que le diga a las personas de ella. Es como un impulso. Si no le digo a todos de Anne Pedersdotter se enoja… Empieza a nublar mi visión, y todo se vuelve obscuro y borroso, y después no puedo dormir siquiera, quedándome tirado en el piso temblando. Casi puedo distinguir su voz, pero realmente no dice nada en particular; Solo silabas y palabras sin sentido que salen de la nada cuando todo esta quieto. Ella esta ahí, y siempre esta ahí. No me puedo deshacer de ella.
No quiero ir al doctor, porque la ultima vez, solo me dieron estas píldoras que hicieron todo peor… Empecé a ver a Anne Pedersdotter en mi propio reflejo… Y a pesar de que era demasiado vaga para distinguirla, sabia definitivamente que era ella.
No puedo luchar contra ella. No puedo luchar contra eso, especialmente cuando ha tomado mi mente como lo hizo. Trato de recordar que fue lo que paso, como empezó, pero mi memoria ha sido borrada. Quizás Anne Pedersdotter lo hizo. Apenas puedo recordar algo de haberme perdido cuando viaje a Noruega, pero eso es todo. Te diría mas, pero siento que trata de ahorcarme mientras escribo esto.
Subject: Re: Okay… Sent: Tues Jan 13, 11:00 am
De: Seraphine-Savior Para: Centurion616
Wow… Eso suena muy raro…Como sea, la razón por la que me tome un día extra para contestarte es porque después de leer tu mensaje, realmente no tenia ni idea de que decir. Eso es muy, muy raro. Quizá esta encabronada porque no tiene un cuerpo? Lol!
Subject: Re: Okay… Sent: Tues Jan 13, 1:10 pm
De: Centurion616 Para: Seraphine-Savior
Anne Pedersdotter cree que esa es una grandiosa idea. Gracias.
Subject: Re: Okay… Sent: Tues Jan 13, 7:19 pm
De: Seraphine-Savior Para: Centurion616
Que?
Necronymous Forum Parapic – Conoce a Anne Pedersdotter By: Centurion616
Posted: Tues Jan 13, 7:20 pm
Al menos ya no esta esperando. (Perdón por la sangre)
[Video adjunto]
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: Demona
Posted: Tues Jan 13, 7:26 pm
Eso fue muy perturbador. Pon una advertencia la próxima vez.
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: milkofthedead
Posted: Tues Jan 13, 7:27 pm
^ Creo que “Perdón por la sangre” cuenta como una advertencia. Aunque nunca dijo nada del “cuerpo”. Al memos espero que no sea un cuerpo real… :O
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: Neocracy
Posted: Tues Jan 13, 7:29 pm
Alguien me puede decir de que se trata? Me da mucho miedo mirar todo por completo. Detuve el video en cuanto se fue del cuarto.
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: Demona
Posted: Tues Jan 13, 7:36 pm
Ok. Aquí les va el resumen de lo que paso, al menos de la manera que lo vi. Si alguien tiene alguna corrección, editare esto.
0:00-1:12 – Un tipo (Creo que es Centurion, pero no estoy segura) esta parado sobre un cuerpo de una joven destazada en su cama. Esta reemplazando los miembros faltantes y dedos con otras partes del cuerpo, las que esta sacando de una bolsa.
1:13-1:40 – Sale del cuarto, y regresa con una especie de machete oxidado, y un como rosario o algo asi. Después “equipa” al cadáver con ellos. Después el video como que se corta.
1:40-3:40 – Ahora esta sentado frente a la cámara, mirando. Puedes ver al cadáver de la mujer en el fondo, solo que esta vez, los miembros están pegados al cuerpo como si de hecho, le pertenecieran. Después el pinche video se corta OTRA VEZ.
3:40-4:36 – Lo mismo que la ultima vez, solo que Centurion esta sangrando a través de sus parpados cerrados y de su boca. Puedes ver también algo de sangre en el cuerpo de la joven también, y al final Centurion sonríe y se despide con su mano.
Como dije, muy, muy perturbador. Es muchísimo peor de lo que suena.
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: Neocracy
Posted: Tues Jan 13, 7:38 pm
Ah… Eso es todo? Tiene que ser falso. Digo, si estuviera sangrando como dices, como podría el ver para poder postear? Y definitivamente ese es Centurion en el video. Tiene un tatuaje de Baphonet, recuerdan?
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: ForTheEmpire
Posted: Tues Jan 13, 7:44 pm
Si es falso, esos son unos efectos muy fregones.
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: Seraphine-Savior
Posted: Tues Jan 13, 7:49 pm
No , no, no es falso. Y es mi culpa. Verán, nos estábamos enviando mensajes privados desde hace unos días, y yo le pregunte sobre la tal Anne Pedersdotter. Si no le hubiera sugerido que Anne Pedersdotter necesitaba un cuerpo, entonces nada de esto hubiera pasado.
Subject Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: milkofthedead
Posted: Tues Jan 13, 7:55 pm
No es tu culpa Seraphine. Centurion lo hubiera hecho de todas maneras… El siempre fue así. Recuerdas que lo obsesionado que estaba con eso de la iglesia Arson?
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: Winterwing
Posted: Tues Jan 13, 8:00 pm
Oh Por Dios!!!
4:21- El cadáver… Esa cosa parpadeo un par de veces!!! Lo juro por Dios, esa cosa parpadeo!
Private Message
Subject: Okay… Sent: Thu Jan 08, 6:36 pm
De: Seraphine-Savior Para: Centurion616
A lo mejor se te hace raro, pero he notado que tus posts mencionan constantemente a un tal “Anne Pedersdotter”. Siempre dices que este mirando algo, o que esta esperando por algo, pero nadie mas parece tener idea de que o quien es. Solo tengo curiosidad… Quien es Anne Pedersdotter? :O
Subject: Re: Okay… Sent: Fri Jan 09, 2:17 am
De: Centurion616 Para: Seraphine-Savior
Anne Pedersdotter? Me da casi gusto que preguntaras. Ella simplemente como que esta por ahí. Es una especie de presencia, si lo quieres ver así. No puedo explicarlo apropiadamente sin sonar completamente raro. Por cierto… Ella te ve.
Subject: Re: Okay… Sent: Fri Jan 09, 12:01 pm
De: Seraphine-Savior Para: Centurion616
Uhm… Podrías explicarte un poco mejor? Lo siento, pero no te entiendo. Digo, es una persona, una mascota, un fantasma, o que onda? D:
Subject:Re: Okay… Sent: Fri Jan 09, 5:20 pm
De: Centurion616 Para: Seraphine-Savior
Anne Pedersdotter es una… anciana creo. Siempre en Espera de la luna para levantarse…
Subject: Re: Okay… Sent: Sat Jan 10, 4:14 pm
De: Seraphine-Savior Para: Centurion616
9_9 Lo siento pero eso me deja con más preguntas que respuestas. No pierdas mi tiempo contestando si no me vas a decir nada útil. Se que a lo mejor soy un poco dura, pero siento que no estas tomándome muy en serio. Tratare de ayudarte en el foro, considerando que todos te creen un raro y un completo loco y yo quiero saber si hay algo que les puedas explicar, para que quizás puedas pasar un mejor rato.
Subject: Re: Okay… Sent: Sun Jan 11, 8:43 pm
De: Centurion616 Para: Seraphine-Savior
Estuve a punto de borrar tu contestación y seguir como siempre, pero tengo el presentimiento de que no te vas a rendir de todas maneras. Si de veras es tan importante para ti, te explicare todo. Hasta donde se, Anne Pedersdotter es como una entidad, y como te lo dije antes, ella simplemente esta. Ni siquiera tiene un cuerpo, pero de alguna manera, se como se mueve y que es lo que quiere que le diga a las personas de ella. Es como un impulso. Si no le digo a todos de Anne Pedersdotter se enoja… Empieza a nublar mi visión, y todo se vuelve obscuro y borroso, y después no puedo dormir siquiera, quedándome tirado en el piso temblando. Casi puedo distinguir su voz, pero realmente no dice nada en particular; Solo silabas y palabras sin sentido que salen de la nada cuando todo esta quieto. Ella esta ahí, y siempre esta ahí. No me puedo deshacer de ella.
No quiero ir al doctor, porque la ultima vez, solo me dieron estas píldoras que hicieron todo peor… Empecé a ver a Anne Pedersdotter en mi propio reflejo… Y a pesar de que era demasiado vaga para distinguirla, sabia definitivamente que era ella.
No puedo luchar contra ella. No puedo luchar contra eso, especialmente cuando ha tomado mi mente como lo hizo. Trato de recordar que fue lo que paso, como empezó, pero mi memoria ha sido borrada. Quizás Anne Pedersdotter lo hizo. Apenas puedo recordar algo de haberme perdido cuando viaje a Noruega, pero eso es todo. Te diría mas, pero siento que trata de ahorcarme mientras escribo esto.
Subject: Re: Okay… Sent: Tues Jan 13, 11:00 am
De: Seraphine-Savior Para: Centurion616
Wow… Eso suena muy raro…Como sea, la razón por la que me tome un día extra para contestarte es porque después de leer tu mensaje, realmente no tenia ni idea de que decir. Eso es muy, muy raro. Quizá esta encabronada porque no tiene un cuerpo? Lol!
Subject: Re: Okay… Sent: Tues Jan 13, 1:10 pm
De: Centurion616 Para: Seraphine-Savior
Anne Pedersdotter cree que esa es una grandiosa idea. Gracias.
Subject: Re: Okay… Sent: Tues Jan 13, 7:19 pm
De: Seraphine-Savior Para: Centurion616
Que?
Necronymous Forum Parapic – Conoce a Anne Pedersdotter By: Centurion616
Posted: Tues Jan 13, 7:20 pm
Al menos ya no esta esperando. (Perdón por la sangre)
[Video adjunto]
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: Demona
Posted: Tues Jan 13, 7:26 pm
Eso fue muy perturbador. Pon una advertencia la próxima vez.
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: milkofthedead
Posted: Tues Jan 13, 7:27 pm
^ Creo que “Perdón por la sangre” cuenta como una advertencia. Aunque nunca dijo nada del “cuerpo”. Al memos espero que no sea un cuerpo real… :O
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: Neocracy
Posted: Tues Jan 13, 7:29 pm
Alguien me puede decir de que se trata? Me da mucho miedo mirar todo por completo. Detuve el video en cuanto se fue del cuarto.
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: Demona
Posted: Tues Jan 13, 7:36 pm
Ok. Aquí les va el resumen de lo que paso, al menos de la manera que lo vi. Si alguien tiene alguna corrección, editare esto.
0:00-1:12 – Un tipo (Creo que es Centurion, pero no estoy segura) esta parado sobre un cuerpo de una joven destazada en su cama. Esta reemplazando los miembros faltantes y dedos con otras partes del cuerpo, las que esta sacando de una bolsa.
1:13-1:40 – Sale del cuarto, y regresa con una especie de machete oxidado, y un como rosario o algo asi. Después “equipa” al cadáver con ellos. Después el video como que se corta.
1:40-3:40 – Ahora esta sentado frente a la cámara, mirando. Puedes ver al cadáver de la mujer en el fondo, solo que esta vez, los miembros están pegados al cuerpo como si de hecho, le pertenecieran. Después el pinche video se corta OTRA VEZ.
3:40-4:36 – Lo mismo que la ultima vez, solo que Centurion esta sangrando a través de sus parpados cerrados y de su boca. Puedes ver también algo de sangre en el cuerpo de la joven también, y al final Centurion sonríe y se despide con su mano.
Como dije, muy, muy perturbador. Es muchísimo peor de lo que suena.
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: Neocracy
Posted: Tues Jan 13, 7:38 pm
Ah… Eso es todo? Tiene que ser falso. Digo, si estuviera sangrando como dices, como podría el ver para poder postear? Y definitivamente ese es Centurion en el video. Tiene un tatuaje de Baphonet, recuerdan?
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: ForTheEmpire
Posted: Tues Jan 13, 7:44 pm
Si es falso, esos son unos efectos muy fregones.
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: Seraphine-Savior
Posted: Tues Jan 13, 7:49 pm
No , no, no es falso. Y es mi culpa. Verán, nos estábamos enviando mensajes privados desde hace unos días, y yo le pregunte sobre la tal Anne Pedersdotter. Si no le hubiera sugerido que Anne Pedersdotter necesitaba un cuerpo, entonces nada de esto hubiera pasado.
Subject Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: milkofthedead
Posted: Tues Jan 13, 7:55 pm
No es tu culpa Seraphine. Centurion lo hubiera hecho de todas maneras… El siempre fue así. Recuerdas que lo obsesionado que estaba con eso de la iglesia Arson?
Subject: Re: Conoce a Anne Pedersdotter By: Winterwing
Posted: Tues Jan 13, 8:00 pm
Oh Por Dios!!!
4:21- El cadáver… Esa cosa parpadeo un par de veces!!! Lo juro por Dios, esa cosa parpadeo!
LA TUNDRA
Los nativos de estos lugares dicen que hay un estrecho de Tundra justo al norte de aquí, el cual es habitado por espíritus benevolentes. Estos espíritus otorgan percepción y advertencia a los viajeros que llegan en la noche, una vez que el sol se ha desvanecido por completo y ha dejado al mundo en la obscuridad.
Maneje en medio de la enorme envergadura de hielo y espere, esperando ver aunque sea una pequeña mirada de lo que fuera que esta gente adoraba. Ellos envían a sus niños a esta Tundra, envueltos de pieles de animales para evitar que se congelen cuando cumplen 15 años, para buscar una audiencia con estos espíritus. Una vez que los niños han hecho esto, ellos corren a casa con sus padres para compartir s experiencia.
Parejas comprometidas visitan esta Tundra antes de su boda. Todo el pueblo se queda en vela toda la noche hasta su retorno, ya al regresar, la pareja decidirá si continuaran con su matrimonio, o deciden abandonarlo. Los más ancianos, visitan la Tundra cuando se encuentran muy enfermos, normalmente empeorando su condición al permanecer toda la noche allí. Cuando regresan, sin embargo, la mayoría de las veces regresan con aire de serenidad.
Así que espere, curioso de ver que clase de fenómeno puede inspirar a las personas de esta manera tan poderosa. Espere por horas, dentro mi camioneta. Espere por horas. Espere hasta sentir que moriría congelado, aun con mis gruesas ropas.
Pude escuchar al espíritu antes de que pudiera verlo. Un crujido en la nieve en el silencio de la noche me hizo saltar de mi camioneta y voltear. Un hombre encorvado, con la piel grisácea estaba parado a solo unos metros de mí. Con ojos tristes y amarillentos que me miraban a los ojos, ojos amarillentos dentro una cráneo del cual salían solo un par de grasosos cabellos. Respiraba muy pesadamente, con un tamborileo que chocaba en su frágil pecho. Uno de sus brazos lucia como si se hubiese destrozado, y como si se hubiese tratado de sanar así mismo de manera imperfecta. T trozos de carne putrefacta cayéndose mostraban sus débiles piernas. El hombre me miro, quizás por unos diez segundos, respirando en el helado aire y exhalando un vapor pesado y viscoso, antes de desaparecer cuando parpadeé.
Gire en busca del hombre, pero se había ido. Camine hacia donde el había estado parado, encontré un par de huellas ensangrentadas en la nieve. Frenético y con mucho temor, me subí a mi camioneta y me dirigí al pueblo tan rápido como el hielo me permitía. Algunos pueblerinos me estaban esperando cuando llegue, sabiendo que Salí hacia la Tundra, curioso de lo que podría pasar. Rápidamente Salí de mi camioneta y corrí con el pueblerino mas cercano, demandando: “Que hay de benevolente de estos espíritus?! Que es tan inspirador acerca de ellos? Como te ayudan estos espíritus?”
“Que fue lo que viste?” Pregunto el hombre, con su mirada puesta en mis ojos temerosos.
“Vi un hombre, horriblemente desfigurado y desesperadamente enfermo!” – Le grite en su cara, mientras los demás pueblerinos se echaron hacia atrás.
“Porque? Que es lo que significa” –Le suplique
“Los espíritus solo pueden mostrarte una sola cosa…” el hombre me explico. “Ellos muestran a los visitantes, dentro de un año en el futuro.”
Maneje en medio de la enorme envergadura de hielo y espere, esperando ver aunque sea una pequeña mirada de lo que fuera que esta gente adoraba. Ellos envían a sus niños a esta Tundra, envueltos de pieles de animales para evitar que se congelen cuando cumplen 15 años, para buscar una audiencia con estos espíritus. Una vez que los niños han hecho esto, ellos corren a casa con sus padres para compartir s experiencia.
Parejas comprometidas visitan esta Tundra antes de su boda. Todo el pueblo se queda en vela toda la noche hasta su retorno, ya al regresar, la pareja decidirá si continuaran con su matrimonio, o deciden abandonarlo. Los más ancianos, visitan la Tundra cuando se encuentran muy enfermos, normalmente empeorando su condición al permanecer toda la noche allí. Cuando regresan, sin embargo, la mayoría de las veces regresan con aire de serenidad.
Así que espere, curioso de ver que clase de fenómeno puede inspirar a las personas de esta manera tan poderosa. Espere por horas, dentro mi camioneta. Espere por horas. Espere hasta sentir que moriría congelado, aun con mis gruesas ropas.
Pude escuchar al espíritu antes de que pudiera verlo. Un crujido en la nieve en el silencio de la noche me hizo saltar de mi camioneta y voltear. Un hombre encorvado, con la piel grisácea estaba parado a solo unos metros de mí. Con ojos tristes y amarillentos que me miraban a los ojos, ojos amarillentos dentro una cráneo del cual salían solo un par de grasosos cabellos. Respiraba muy pesadamente, con un tamborileo que chocaba en su frágil pecho. Uno de sus brazos lucia como si se hubiese destrozado, y como si se hubiese tratado de sanar así mismo de manera imperfecta. T trozos de carne putrefacta cayéndose mostraban sus débiles piernas. El hombre me miro, quizás por unos diez segundos, respirando en el helado aire y exhalando un vapor pesado y viscoso, antes de desaparecer cuando parpadeé.
Gire en busca del hombre, pero se había ido. Camine hacia donde el había estado parado, encontré un par de huellas ensangrentadas en la nieve. Frenético y con mucho temor, me subí a mi camioneta y me dirigí al pueblo tan rápido como el hielo me permitía. Algunos pueblerinos me estaban esperando cuando llegue, sabiendo que Salí hacia la Tundra, curioso de lo que podría pasar. Rápidamente Salí de mi camioneta y corrí con el pueblerino mas cercano, demandando: “Que hay de benevolente de estos espíritus?! Que es tan inspirador acerca de ellos? Como te ayudan estos espíritus?”
“Que fue lo que viste?” Pregunto el hombre, con su mirada puesta en mis ojos temerosos.
“Vi un hombre, horriblemente desfigurado y desesperadamente enfermo!” – Le grite en su cara, mientras los demás pueblerinos se echaron hacia atrás.
“Porque? Que es lo que significa” –Le suplique
“Los espíritus solo pueden mostrarte una sola cosa…” el hombre me explico. “Ellos muestran a los visitantes, dentro de un año en el futuro.”
LO QUE ACECHA EN LOS CAMPOS
Fue solo hace algunas semanas que los bultos de paja empezaban a alejarse de la casa. Cada mañana cuando despertaba, cada bulto se movía algunos metros del lugar donde se encontraban. Asumía que eran bromistas sin nada mejor que hacer, así que lo ignore. En pocos días, los bultos empezaban a alejarse hacia los límites de la granja. Estaba fastidiado del jueguito para ese entonces y decidí colocarlos en su lugar. Me tomo una tediosa hora ponerlos de nuevo en su lugar, cerca de la casa, y para ese entonces estaba listo para romperle el cuello a cualquier monito que decidiera joderme.
A la mañana siguiente, encontré a todos mis caballos decapitados… El olor fue lo que me despertó. Cada uno de ellos acostado de lado dentro su establo. No había señales de las cabezas. Pase el resto del día limpiando el desastre y enterrando los restos. Fue entonces, cuando note que los bultos de paja habían regresado a sus posiciones del día anterior, esparcidos a los lejos, en los campos. Esta vez, los deje en donde los encontré.
Esa noche, me senté en el porche con mi escopeta en mano, y una olla de café en la tabla a mi lado. Me senté por horas, fijando mis ojos en el campo para tratar de encontrar al tipo que movía mis bultos de paja. Finalmente, empecé a quedarme dormido… Y me hubiese quedado dormido, a no ser porque en el momento en que mis ojos empezaban a cerrarse, escuche a los arboles del bosque cercano agitarse y estremecerse. Me levante, con mi corazón latiendo fuertemente; Camine, con mi escopeta al frente. Tenia que atrapar al bastardo. Espere ansiosamente por cualquier persona que se acercara lo suficiente para sorprenderme.
Fue entonces cuando algo se me acerco lo suficiente para poder yo distinguir su silueta en la obscuridad. La cosa que asechaba en los bosques cercanos a mi granja, parecía no notar que yo estaba sentado cerca. Parecía acechar, encorvada con la postura de un ladrón de carteras. De no ser porque, aun encorvada, tenía unos 4 metros de alto, parecería casi frágil. Los delgados brazos y piernas, y su pecho emancipado, me recordaban a un animal muriendo de hambre. Sin embargo, esta cosa era increíblemente fuerte, pues vi como cargaba un bulto de paja bajo cada uno de sus brazos con facilidad, y lo acomodaba con cuidado a lo lejos. La observe trabajar, moviendo cada uno de los bultos con cuidado. De vez en cuando se desencordaba para buscar por más bultos en el campo, antes de ajustar el bulto en el que trabajaba.
Antes de que decidiera retirarme, note que miraba a mi casa. Sentí sus ojos barrerme en la obscuridad, pero no estoy seguro de que me haya visto. Entonces, esa cosa giro sigilosamente y regreso por donde vino, a la obscuridad de los bosques. Me tomo una hora antes de recuperar el valor para moverme nuevamente. Me metí a mi casa des pues de un rato, pero no dormí en esa noche. Fue solo hasta que el sol salió, que me atreví a poner un pie fuera de mi porche hacia los campos. Los bultos de paja estaban donde los había dejado, esa cosa. Sin embargo, note que esta vez no los había movida tan lejos como las noches anteriores; Parecían marcar una especie de línea. Y mientras camine alrededor de la casa, vi que formaban un distintivo círculo alrededor de mi casa, conmigo en el centro. Me di cuenta que los bultos estaban formando una especie de frontera, como si esa cosa estuviera enviándome un mensaje. Pude dormir un poco esa noche, y solo porque estaba agotado.
La siguiente mañana, no hubo movimiento de los bultos. No se movieron para nada por el resto de la semana, de hecho. Estaban finalmente donde esa cosa quería que estuvieran. Enferme tratando de interpretarlos. Porque esa cosa habría invertido tanta energía moviendo bultos de paja, y amenazarme con tanta violencia en caso de que yo interfiriera? Asesinar mis caballos fue solo eso: una amenaza. Una amenaza inteligente. Sabía que me asustaría, y sabía que entendería las implicaciones. El sonido de un automóvil trabajando cerca del camino a mi granja, un mañana, me dio un golpe de emoción. Planeaba abandonar la granja desde que vi a la cosa, pero no podía irme a pie si arriesgar a que me hiciera lo que le hizo a mis caballos. Pero, si podía llegar al automóvil que se aproximaba, lo pararía sin importarme quien fuera, así tuviera que asaltarlos.
No tuve la oportunidad.
El carro avanzo lentamente por el camino. Le hice señales para que se apurara. Fue cuando pasó entre dos de los bultos de paja que estaban colocados en cada lado del camino, que escuche un estruendo en los bosques. La cosa salió de repente de entre los arboles corriendo en sus cuatro flácidos y terribles miembros hacia el automóvil. En solo segundos, se lanzo al auto como un felino depredador; en segundos, estaba pelando la carrocería de metal del auto, tratando de llegar al conductor. El hombre, quien haya sido, gritaba, mientras yo solo podía escuchar el crujido del metal y el romperse de lo vidrios. Fue entonces que la cosa lo aplasto en su mano, cuando dejo de gritar el hombre. Lo aventó, y se desencorvo para mirarme nuevamente.
A plena luz del sol, pude ver la falta de humanidad en ella. Estaba compuesta de algo asqueroso, terrible y… vivo, lo cual estaba pegado formando una burla del semblante humano.
La cosa se regreso a los bosques, y yo me quede parado, en shock. Mi ojos miraban a donde se encontraba el auto, con la maquina todavía trabajando, entre los dos bultos de paja. De repente, entendí. El mensaje era claro. Soy el prisionero de esta cosa. Y no se me permiten visitas. Nada podrá cruzar las fronteras que me impuso. Estoy atrapado aquí, por lo que acecha en los campos. Y no me pide nada excepto, que no puedo marcharme de aquí. Aun así, no creo soportar ser el canario de esa cosa.
He pensado mucho en los últimos días, desde que vi como aplastaba a ese hombre. Si cruzo la frontera de bultos de paja, probablemente me hará lo mismo; Aplastara mi cráneo antes de que pueda poner mis manos para protegerme… Después encontrara una nueva mascota que pueda quedarse quieta sabiendo que esa cosa esta esperando afuera, observándola con esos grandes y brillantes ojos.
Creo...que voy a intentar escapar.
A la mañana siguiente, encontré a todos mis caballos decapitados… El olor fue lo que me despertó. Cada uno de ellos acostado de lado dentro su establo. No había señales de las cabezas. Pase el resto del día limpiando el desastre y enterrando los restos. Fue entonces, cuando note que los bultos de paja habían regresado a sus posiciones del día anterior, esparcidos a los lejos, en los campos. Esta vez, los deje en donde los encontré.
Esa noche, me senté en el porche con mi escopeta en mano, y una olla de café en la tabla a mi lado. Me senté por horas, fijando mis ojos en el campo para tratar de encontrar al tipo que movía mis bultos de paja. Finalmente, empecé a quedarme dormido… Y me hubiese quedado dormido, a no ser porque en el momento en que mis ojos empezaban a cerrarse, escuche a los arboles del bosque cercano agitarse y estremecerse. Me levante, con mi corazón latiendo fuertemente; Camine, con mi escopeta al frente. Tenia que atrapar al bastardo. Espere ansiosamente por cualquier persona que se acercara lo suficiente para sorprenderme.
Fue entonces cuando algo se me acerco lo suficiente para poder yo distinguir su silueta en la obscuridad. La cosa que asechaba en los bosques cercanos a mi granja, parecía no notar que yo estaba sentado cerca. Parecía acechar, encorvada con la postura de un ladrón de carteras. De no ser porque, aun encorvada, tenía unos 4 metros de alto, parecería casi frágil. Los delgados brazos y piernas, y su pecho emancipado, me recordaban a un animal muriendo de hambre. Sin embargo, esta cosa era increíblemente fuerte, pues vi como cargaba un bulto de paja bajo cada uno de sus brazos con facilidad, y lo acomodaba con cuidado a lo lejos. La observe trabajar, moviendo cada uno de los bultos con cuidado. De vez en cuando se desencordaba para buscar por más bultos en el campo, antes de ajustar el bulto en el que trabajaba.
Antes de que decidiera retirarme, note que miraba a mi casa. Sentí sus ojos barrerme en la obscuridad, pero no estoy seguro de que me haya visto. Entonces, esa cosa giro sigilosamente y regreso por donde vino, a la obscuridad de los bosques. Me tomo una hora antes de recuperar el valor para moverme nuevamente. Me metí a mi casa des pues de un rato, pero no dormí en esa noche. Fue solo hasta que el sol salió, que me atreví a poner un pie fuera de mi porche hacia los campos. Los bultos de paja estaban donde los había dejado, esa cosa. Sin embargo, note que esta vez no los había movida tan lejos como las noches anteriores; Parecían marcar una especie de línea. Y mientras camine alrededor de la casa, vi que formaban un distintivo círculo alrededor de mi casa, conmigo en el centro. Me di cuenta que los bultos estaban formando una especie de frontera, como si esa cosa estuviera enviándome un mensaje. Pude dormir un poco esa noche, y solo porque estaba agotado.
La siguiente mañana, no hubo movimiento de los bultos. No se movieron para nada por el resto de la semana, de hecho. Estaban finalmente donde esa cosa quería que estuvieran. Enferme tratando de interpretarlos. Porque esa cosa habría invertido tanta energía moviendo bultos de paja, y amenazarme con tanta violencia en caso de que yo interfiriera? Asesinar mis caballos fue solo eso: una amenaza. Una amenaza inteligente. Sabía que me asustaría, y sabía que entendería las implicaciones. El sonido de un automóvil trabajando cerca del camino a mi granja, un mañana, me dio un golpe de emoción. Planeaba abandonar la granja desde que vi a la cosa, pero no podía irme a pie si arriesgar a que me hiciera lo que le hizo a mis caballos. Pero, si podía llegar al automóvil que se aproximaba, lo pararía sin importarme quien fuera, así tuviera que asaltarlos.
No tuve la oportunidad.
El carro avanzo lentamente por el camino. Le hice señales para que se apurara. Fue cuando pasó entre dos de los bultos de paja que estaban colocados en cada lado del camino, que escuche un estruendo en los bosques. La cosa salió de repente de entre los arboles corriendo en sus cuatro flácidos y terribles miembros hacia el automóvil. En solo segundos, se lanzo al auto como un felino depredador; en segundos, estaba pelando la carrocería de metal del auto, tratando de llegar al conductor. El hombre, quien haya sido, gritaba, mientras yo solo podía escuchar el crujido del metal y el romperse de lo vidrios. Fue entonces que la cosa lo aplasto en su mano, cuando dejo de gritar el hombre. Lo aventó, y se desencorvo para mirarme nuevamente.
A plena luz del sol, pude ver la falta de humanidad en ella. Estaba compuesta de algo asqueroso, terrible y… vivo, lo cual estaba pegado formando una burla del semblante humano.
La cosa se regreso a los bosques, y yo me quede parado, en shock. Mi ojos miraban a donde se encontraba el auto, con la maquina todavía trabajando, entre los dos bultos de paja. De repente, entendí. El mensaje era claro. Soy el prisionero de esta cosa. Y no se me permiten visitas. Nada podrá cruzar las fronteras que me impuso. Estoy atrapado aquí, por lo que acecha en los campos. Y no me pide nada excepto, que no puedo marcharme de aquí. Aun así, no creo soportar ser el canario de esa cosa.
He pensado mucho en los últimos días, desde que vi como aplastaba a ese hombre. Si cruzo la frontera de bultos de paja, probablemente me hará lo mismo; Aplastara mi cráneo antes de que pueda poner mis manos para protegerme… Después encontrara una nueva mascota que pueda quedarse quieta sabiendo que esa cosa esta esperando afuera, observándola con esos grandes y brillantes ojos.
Creo...que voy a intentar escapar.
domingo, 4 de agosto de 2013
SEÑOR BOCÓN
Durante mi infancia, mi familia era como una gota de agua en un río inmenso, nunca permanecía demasiado tiempo en el mismo lugar. Llegamos a Rhode Island cuando tenía ocho años y permanecimos allí hasta que me fui a la universidad en Colorado Springs. La mayoría de mis recuerdos están arraigados en Rhode Island, pero hay algunos fragmentos en el sótano de mi cerebro que pertenecen a los muchos lugares donde vivimos cuando era más pequeño.
Muchos de esos recuerdos son borrosos y disparatados (en uno persigo a otro niño en el jardín de una casa en North Carolina, en otro trato de de construir una balsa para cruzar el arroyo cerca de un apartamento que rentábamos en Pennsylvania, y muchos más). Pero hay uno en especial que permanece tan claro como el agua, como si hubiera sido ayer. A veces pienso que esos recuerdos son simples alucinaciones provocadas por la larga convalecencia que experimenté esa primavera, pero mi corazón sabe que son reales.
Vivíamos en una casa a las afueras de la ajetreada metrópolis de New Vineyard, una ciudad de Maine con una población de 634 habitantes. Era un gran edificio, especialmente para una familia de tres. Hubo algunas habitaciones que nunca llegué a ver durante los cinco meses que vivimos allí. En cierto modo, era un desperdicio de espacio, pero era la única casa disponible de la zona que estaba a menos de una hora de camino del trabajo de mi padre.
Un día antes de mi cumpleaños número cinco (al cual sólo iban a asistir mis padres) caí enfermo de fiebre. El doctor me diagnosticó Mononucleosis, lo cual significaba mucha fiebre y nada de jugar afuera durante al menos tres semanas. Era horrible estar postrado en la cama con mi cuarto vacío y todas mis cosas empacadas en cajas. Estábamos en proceso de mudarnos a Pennsylvania y mis padres habían comenzado a empacar todo. Mi mamá me llevaba Ginger Ale* y varios libros al día, que constituirían mi única forma de entretenimiento durante las siguientes semanas. El aburrimiento estaba a la vuelta de la esquina, esperando asomar su fea cabezota y agravar mi desolación.
No recuerdo exactamente cómo conocí al Señor Bocón. Creo que fue una semana después de haber sido diagnosticado con Mono. Lo primero que recuerdo de la pequeña criatura fue que le pregunté si tenía un nombre. Me dijo que lo llamara Señor Bocón, porque su boca era enorme, de hecho, todo en él era enorme en comparación con su cuerpo (su cabeza, sus ojos y sus torcidas orejas) pero su boca se llevaba el premio.
-Te pareces mucho a un Furby- le dije mientras él hojeaba uno de mis libros.
El Señor Bocón cerró el libro me miró. –¿Furby? ¿Qué es un Furby?- me preguntó.
-Ya sabes… el juguete. El robotcito con las orejotas. Puedes acariciarlo y alimentarlo, casi como a una mascota de verdad- le dije alzando los hombros.
-¡Oh!- El Señor Bocón siguió pasando las hojas. –Tú no necesitas uno de esos. No son como tener un amigo de verdad.-
Recuerdo que el Señor Bocón desaparecía cada vez que mi mamá iba a verme. -Me escondo bajo tu cama- me explicó después. –No quiero que tus papás me vean porque tengo miedo de que no nos dejen jugar nunca más.-
No hicimos mucho durante algunos días. El Señor Bocón veía mis libros, fascinado por las historias y las imágenes que contenían. La tercera o cuarta mañana después de conocerlo, me agradeció con una gran sonrisa en su cara. –Tengo un juego nuevo que podemos jugar- dijo –Debemos esperar hasta que tu mamá venga a revisarte y se vaya, porque no puede vernos jugar. Es un juego secreto.-
Una vez que mi mamá dejó más libros y refresco a la hora de siempre, el Señor Bocón se deslizo por debajo de la cama y tomó mi mano. –Tenemos que ir al cuarto que está al final de este pasillo- dijo. Al principio me negué, porque mis padres me habían negado salir de mi habitación sin permiso, pero el Señor Bocón insistió hasta que cedí.
El cuarto en cuestión no tenía muebles ni pintura. La única característica distinguible era una ventana justo frente a la puerta. El Señor Bocón cruzó la habitación y le dio a la venta un fuerte empujón para abrirla. Luego me llamó y me dijo que me asomara para ver el terreno que estaba debajo.
Estábamos en la segunda planta de la casa, pero como ésta estaba construida sobre una colina, desde ese ángulo la caída se veía mucho más pronunciada. –Cuando me paro aquí- explicó el Señor Bocón –me gusta imaginar que hay un gran trampolín bajo la ventana… y salto. Si lo imaginas con todas tus fuerzas puedes rebotar hasta acá y caer como una pluma. Quiero que lo intentes.-
Yo era tan sólo un niño de cinco años con fiebre, así que sólo una pizca de escepticismo cruzó por mi mente cuando miré hacia abajo y consideré la posibilidad. –Está muy alto- le dije.
-Pero esa es la parte divertida. No sería divertido si fuera una caída corta. Para eso podrías brincar en un trampolín común y corriente.-
Jugué con la idea, me vi a mi mismo en caída libre y rebotando hacía la habitación de nuevo a través de la ventana, algo nunca antes visto por el ojo humano. Pero la parte realista (y enferma) de mí prevaleció. –Creo que mejor en otra ocasión- le dije –no sé si pueda imaginarlo con suficiente fuerza, podría lastimarme.-
La cara del Señor Bocón se contorsionó, pero sólo por un momento. La furia dio paso a la decepción –Si tú lo dices- me contestó. Pasó el resto del día bajo mi cama, tan callado como un ratón.
A la mañana siguiente, el Señor Bocón llegó sosteniendo una cajita. –Quiero enseñarte a hacer malabares- dijo –Aquí hay algunas cosas que puedes usar para practicar, antes de que te enseñe cómo hacerlo.-
Eché una mirada a la caja, estaba llena de cuchillos. – ¡Mis padres me matarán!- le dije muy asustado, pues el Señor Bocón había llevado cuchillos a mi habitación (objetos que mis padres nunca me permitirían tocar). – ¡Me van a golpear o peor, a castigar por un año!-
El Señor Bocón frunció el ceño. –Es divertido jugar con ellos, quiero que lo intentes.-
Hice la caja a un lado. –No puedo, me meteré en problemas, los cuchillos no son para lanzarlos al aire.-
El Señor Bocón frunció el ceño tanto como pudo. Tomó la caja de cuchillos y se metió bajo mi cama, quedándose allí el resto del día. Me comenzaba a preguntar cuánto tiempo pasaría debajo de mí.
Comencé a tener problemas para dormir después de eso. El Señor Bocón me despertaba a la mitad de la noche diciendo que había puesto un trampolín de verdad bajo la ventana, uno tan grande que era imposible verlo en la oscuridad. Siempre lo rechazaba e intentaba volverme a dormir, pero el Señor Bocón seguía insistiendo. Algunas veces se quedaba parado junto a mi cama hasta que amanecía, presionándome para que saltara.
Ya no era divertido jugar con él. Una mañana, mi mamá me dio permiso de jugar afuera. Dijo que un poco de aire fresco me haría bien, especialmente después de permanecer encerrado en mi habitación tanto tiempo. Muy emocionado, me puse los tenis y troté hasta el pórtico, bostezando mientras sentía el sol en mi cara.
El Señor Bocón me estaba esperando. –Tengo algo que quiero enseñarte- me dijo. Debí haber tenido una expresión de rechazo, porque se apresuró a decir – Es seguro, lo prometo.-
Lo seguí hasta el inicio de un sendero que cruzaba el bosque que había tras la casa. –Es un camino importante- me explicó –He tenido muchos amigos de tu edad. Cuando estuvieron listos, los llevé por este camino, a un lugar especial. Tú no estás listo todavía, pero un día, espero poder llevarte hasta allá.- Regresé a la casa, tratando de adivinar a dónde conduciría ese sendero.
Dos semanas después de conocer al Señor Bocón, mis padres habían subido el último cargamento a un camión de mudanza. Me senté junto a mi padre en la cabina del camión para hacer el largo viaje hasta Pennsylvania. Tenía pensado decirle al Señor Bocón que me iba, pero incluso a los cinco años, comenzaba a sospechar que quizá las intenciones de esa criatura no eran del todo nobles, a pesar de que él hubiera dicho lo contrario. Por esta razón, decidí mantener mi partida en secreto.
Mi padre y yo estábamos en el camión a las 4 de la mañana. Él esperaba llegar a Pennsylvania antes de la hora del almuerzo del día siguiente, ayudado por una dotación infinita de café y un paquete de seis bebidas energéticas. Parecía más un hombre a punto de correr un maratón que uno que iba a pasar dos días sentado en un camión.
-¿Es muy temprano para ti?- me preguntó con cierta compasión.
Asentí con la cabeza y me recargué en la ventana, esperando poder dormir antes de que el sol saliera. Sentí la mano de mi padre en mi hombro. –Esta es la última mudanza, lo prometo. Sé qué es difícil para ti, después de haber estado tan enfermo. Cuando a papá lo asciendan, podremos establecernos y entonces tendrás la oportunidad de hacer amigos.-
Abrí los ojos mientras él cerraba la caja del camión. Vi la silueta del Señor Bocón en la ventana de mi habitación. No se movió hasta que el camión alcanzó la carretera, entonces hizo un breve ademán de despedida sosteniendo un cuchillo para carne. No le regresé el gesto.
Años después, regresé a New Vineyard. El terreno que alguna vez había ocupado nuestra casa estaba vacío, excepto por los cimientos, pues la casa se había quemado unos años después de que mi familia la abandonara. Movido por la curiosidad, seguí el sendero que el Señor Bocón me había mostrado aquella vez. Una parte de mí esperaba que la criatura saliera de entre los árboles y me diera un susto de muerte, pero en el fondo, sabía que el Señor Bocón se había ido. Como si fuera algo atado a la casa que había desaparecido junto con ella.
El sendero llegaba al cementerio local de New Vineyard.
Noté de inmediato que muchas de las tumbas pertenecían a niños fallecidos alrededor de los cinco años.
Muchos de esos recuerdos son borrosos y disparatados (en uno persigo a otro niño en el jardín de una casa en North Carolina, en otro trato de de construir una balsa para cruzar el arroyo cerca de un apartamento que rentábamos en Pennsylvania, y muchos más). Pero hay uno en especial que permanece tan claro como el agua, como si hubiera sido ayer. A veces pienso que esos recuerdos son simples alucinaciones provocadas por la larga convalecencia que experimenté esa primavera, pero mi corazón sabe que son reales.
Vivíamos en una casa a las afueras de la ajetreada metrópolis de New Vineyard, una ciudad de Maine con una población de 634 habitantes. Era un gran edificio, especialmente para una familia de tres. Hubo algunas habitaciones que nunca llegué a ver durante los cinco meses que vivimos allí. En cierto modo, era un desperdicio de espacio, pero era la única casa disponible de la zona que estaba a menos de una hora de camino del trabajo de mi padre.
Un día antes de mi cumpleaños número cinco (al cual sólo iban a asistir mis padres) caí enfermo de fiebre. El doctor me diagnosticó Mononucleosis, lo cual significaba mucha fiebre y nada de jugar afuera durante al menos tres semanas. Era horrible estar postrado en la cama con mi cuarto vacío y todas mis cosas empacadas en cajas. Estábamos en proceso de mudarnos a Pennsylvania y mis padres habían comenzado a empacar todo. Mi mamá me llevaba Ginger Ale* y varios libros al día, que constituirían mi única forma de entretenimiento durante las siguientes semanas. El aburrimiento estaba a la vuelta de la esquina, esperando asomar su fea cabezota y agravar mi desolación.
No recuerdo exactamente cómo conocí al Señor Bocón. Creo que fue una semana después de haber sido diagnosticado con Mono. Lo primero que recuerdo de la pequeña criatura fue que le pregunté si tenía un nombre. Me dijo que lo llamara Señor Bocón, porque su boca era enorme, de hecho, todo en él era enorme en comparación con su cuerpo (su cabeza, sus ojos y sus torcidas orejas) pero su boca se llevaba el premio.
-Te pareces mucho a un Furby- le dije mientras él hojeaba uno de mis libros.
El Señor Bocón cerró el libro me miró. –¿Furby? ¿Qué es un Furby?- me preguntó.
-Ya sabes… el juguete. El robotcito con las orejotas. Puedes acariciarlo y alimentarlo, casi como a una mascota de verdad- le dije alzando los hombros.
-¡Oh!- El Señor Bocón siguió pasando las hojas. –Tú no necesitas uno de esos. No son como tener un amigo de verdad.-
Recuerdo que el Señor Bocón desaparecía cada vez que mi mamá iba a verme. -Me escondo bajo tu cama- me explicó después. –No quiero que tus papás me vean porque tengo miedo de que no nos dejen jugar nunca más.-
No hicimos mucho durante algunos días. El Señor Bocón veía mis libros, fascinado por las historias y las imágenes que contenían. La tercera o cuarta mañana después de conocerlo, me agradeció con una gran sonrisa en su cara. –Tengo un juego nuevo que podemos jugar- dijo –Debemos esperar hasta que tu mamá venga a revisarte y se vaya, porque no puede vernos jugar. Es un juego secreto.-
Una vez que mi mamá dejó más libros y refresco a la hora de siempre, el Señor Bocón se deslizo por debajo de la cama y tomó mi mano. –Tenemos que ir al cuarto que está al final de este pasillo- dijo. Al principio me negué, porque mis padres me habían negado salir de mi habitación sin permiso, pero el Señor Bocón insistió hasta que cedí.
El cuarto en cuestión no tenía muebles ni pintura. La única característica distinguible era una ventana justo frente a la puerta. El Señor Bocón cruzó la habitación y le dio a la venta un fuerte empujón para abrirla. Luego me llamó y me dijo que me asomara para ver el terreno que estaba debajo.
Estábamos en la segunda planta de la casa, pero como ésta estaba construida sobre una colina, desde ese ángulo la caída se veía mucho más pronunciada. –Cuando me paro aquí- explicó el Señor Bocón –me gusta imaginar que hay un gran trampolín bajo la ventana… y salto. Si lo imaginas con todas tus fuerzas puedes rebotar hasta acá y caer como una pluma. Quiero que lo intentes.-
Yo era tan sólo un niño de cinco años con fiebre, así que sólo una pizca de escepticismo cruzó por mi mente cuando miré hacia abajo y consideré la posibilidad. –Está muy alto- le dije.
-Pero esa es la parte divertida. No sería divertido si fuera una caída corta. Para eso podrías brincar en un trampolín común y corriente.-
Jugué con la idea, me vi a mi mismo en caída libre y rebotando hacía la habitación de nuevo a través de la ventana, algo nunca antes visto por el ojo humano. Pero la parte realista (y enferma) de mí prevaleció. –Creo que mejor en otra ocasión- le dije –no sé si pueda imaginarlo con suficiente fuerza, podría lastimarme.-
La cara del Señor Bocón se contorsionó, pero sólo por un momento. La furia dio paso a la decepción –Si tú lo dices- me contestó. Pasó el resto del día bajo mi cama, tan callado como un ratón.
A la mañana siguiente, el Señor Bocón llegó sosteniendo una cajita. –Quiero enseñarte a hacer malabares- dijo –Aquí hay algunas cosas que puedes usar para practicar, antes de que te enseñe cómo hacerlo.-
Eché una mirada a la caja, estaba llena de cuchillos. – ¡Mis padres me matarán!- le dije muy asustado, pues el Señor Bocón había llevado cuchillos a mi habitación (objetos que mis padres nunca me permitirían tocar). – ¡Me van a golpear o peor, a castigar por un año!-
El Señor Bocón frunció el ceño. –Es divertido jugar con ellos, quiero que lo intentes.-
Hice la caja a un lado. –No puedo, me meteré en problemas, los cuchillos no son para lanzarlos al aire.-
El Señor Bocón frunció el ceño tanto como pudo. Tomó la caja de cuchillos y se metió bajo mi cama, quedándose allí el resto del día. Me comenzaba a preguntar cuánto tiempo pasaría debajo de mí.
Comencé a tener problemas para dormir después de eso. El Señor Bocón me despertaba a la mitad de la noche diciendo que había puesto un trampolín de verdad bajo la ventana, uno tan grande que era imposible verlo en la oscuridad. Siempre lo rechazaba e intentaba volverme a dormir, pero el Señor Bocón seguía insistiendo. Algunas veces se quedaba parado junto a mi cama hasta que amanecía, presionándome para que saltara.
Ya no era divertido jugar con él. Una mañana, mi mamá me dio permiso de jugar afuera. Dijo que un poco de aire fresco me haría bien, especialmente después de permanecer encerrado en mi habitación tanto tiempo. Muy emocionado, me puse los tenis y troté hasta el pórtico, bostezando mientras sentía el sol en mi cara.
El Señor Bocón me estaba esperando. –Tengo algo que quiero enseñarte- me dijo. Debí haber tenido una expresión de rechazo, porque se apresuró a decir – Es seguro, lo prometo.-
Lo seguí hasta el inicio de un sendero que cruzaba el bosque que había tras la casa. –Es un camino importante- me explicó –He tenido muchos amigos de tu edad. Cuando estuvieron listos, los llevé por este camino, a un lugar especial. Tú no estás listo todavía, pero un día, espero poder llevarte hasta allá.- Regresé a la casa, tratando de adivinar a dónde conduciría ese sendero.
Dos semanas después de conocer al Señor Bocón, mis padres habían subido el último cargamento a un camión de mudanza. Me senté junto a mi padre en la cabina del camión para hacer el largo viaje hasta Pennsylvania. Tenía pensado decirle al Señor Bocón que me iba, pero incluso a los cinco años, comenzaba a sospechar que quizá las intenciones de esa criatura no eran del todo nobles, a pesar de que él hubiera dicho lo contrario. Por esta razón, decidí mantener mi partida en secreto.
Mi padre y yo estábamos en el camión a las 4 de la mañana. Él esperaba llegar a Pennsylvania antes de la hora del almuerzo del día siguiente, ayudado por una dotación infinita de café y un paquete de seis bebidas energéticas. Parecía más un hombre a punto de correr un maratón que uno que iba a pasar dos días sentado en un camión.
-¿Es muy temprano para ti?- me preguntó con cierta compasión.
Asentí con la cabeza y me recargué en la ventana, esperando poder dormir antes de que el sol saliera. Sentí la mano de mi padre en mi hombro. –Esta es la última mudanza, lo prometo. Sé qué es difícil para ti, después de haber estado tan enfermo. Cuando a papá lo asciendan, podremos establecernos y entonces tendrás la oportunidad de hacer amigos.-
Abrí los ojos mientras él cerraba la caja del camión. Vi la silueta del Señor Bocón en la ventana de mi habitación. No se movió hasta que el camión alcanzó la carretera, entonces hizo un breve ademán de despedida sosteniendo un cuchillo para carne. No le regresé el gesto.
Años después, regresé a New Vineyard. El terreno que alguna vez había ocupado nuestra casa estaba vacío, excepto por los cimientos, pues la casa se había quemado unos años después de que mi familia la abandonara. Movido por la curiosidad, seguí el sendero que el Señor Bocón me había mostrado aquella vez. Una parte de mí esperaba que la criatura saliera de entre los árboles y me diera un susto de muerte, pero en el fondo, sabía que el Señor Bocón se había ido. Como si fuera algo atado a la casa que había desaparecido junto con ella.
El sendero llegaba al cementerio local de New Vineyard.
Noté de inmediato que muchas de las tumbas pertenecían a niños fallecidos alrededor de los cinco años.
*Ginger Ale es una marca de refresco que originalmente contenía jengibre y por esto, la gente le atribuía propiedades medicinales para curar los resfriados.
jueves, 1 de agosto de 2013
10
La página empieza a ser conocida.
Me refiero a FSA, esa página web que estamos diseñando. Yo y dos amigos más. Es todo muy entretenido, y sentimos un entusiasmo voraz por acabar con ella, terminar de editarla, ponerla en la red de una vez por todas.
Hace ya algunas semanas que venimos prometiendo entretenimientos, música, videos, historietas, dibujos, cuentos, etc., y no había ninguna especie de problema con eso. Hasta hace unos días. Fuimos diciéndoles a todos que la página iba progresando, que iba acercándose al final. Cosa muy distinta era lo que ocurría en realidad.
Hace aproximadamente 10 días, tal vez 12; no lo recuerdo bien, se nos comenzó a manifestar cierto tipo de incomodidades… Sí, así podrían llamarse. La página tenía sus desperfectos, o el editor, mejor dicho: a menudo se nos tildaba y muchas veces nos complicaba subir música, imágenes.
Quizá en el momento, en la sorpresa, no nos dimos cuenta. Se podría decir que hasta subestimamos lo que nos pasaba. La primera cosa extraña que notamos fue que, al abrir el editor, se tardaba más de la cuenta. Todos conocen la clásica barra de porcentaje que indica el progreso de carga de la página. Pues, lo que más nos desconcertó, de buenas a primeras, fue que esta misma barra se quedaba estancada en 1%. Cada vez que abríamos el editor; tanto era así, tan recurrente, que decidimos tomar el tiempo exacto que tardaba en regresar a la carga normal. 6 minutos exactos. Seis minutos demorados en ese 1.
Cada vez me costaba más subir la información. La carga siempre se interrumpía, el Plug-In se tildaba cada vez más seguido.
Era frustrante.
Debí intentar clausurar el proyecto de la manera que pudiera, y así perder todos los datos, todos los cambios hechos en la página. Pero subestimé lo que estaba pasando. Ineptamente, atribuía todos esos errores a que la página estaba sobrecargada y excedida en capacidad de archivos.
La máxima sorpresa fue al día siguiente.
Bueno, en realidad no me sorprendió cuando lo vi por primera vez. Hasta creo haber reído. Un enorme 10. Un enorme 10 escrito en todas y cada una de las páginas. Un 10 en color rojo. Y ahora que lo pienso, en una fuente que no conocía, y que ni la página ni mi computadora poseía.
Llamé a mis dos amigos y les consulté si esto era obra suya, alguna especie de broma; aunque sin mucha convicción. Sin convicción primero, porque si se trataba de una broma, obviamente intentarían mantenerla y no me dirían la verdad. Segundo, porque pensé que ellos serían incapaces de hacer algo así. Por más que tengamos cierta complicidad para las bromas, no somos muy tolerantes.
Pero ellos tenían el mismo problema. Y estaban empecinados, ambos, en que yo confesara que era obra mía.
No, no habían sido ellos. Los conozco demasiado como para saber cuándo mienten y cuándo no. Por otro lado, su voz sonaba incluso… asustada. Haciéndome ver que ellos sí se tomaban en serio que la página estuviese dando problemas.
Esa tarde decidimos reunirnos. Comenzamos a pensar, las ideas fueron descartadas tan rápido como fueron llegando. Consideramos tomarlo como un error de edición, en alguna imagen que podría haber surgido de una carga mal hecha; que quizás algunas de las imágenes que subimos simplemente se habían roto, e incluso en la posibilidad de un hacker.
En fin, el daño estaba hecho. El resto del día lo ocupamos borrando todos esos 10 enormes de cada página maestra, página y subpágina. Al volver a casa y sentarme en mi computadora me abordó una sensación de asco por el simple hecho de tener que encenderla y otra vez tener que ver ese monitor, escribir en ese incómodo teclado.
Abrí Facebook, creo que YouTube, y algunas páginas más, como buscando algo en que relajar mi cabeza. Incluso me preparé un té, cosa rarísima en mí.
Dejándome llevar por Internet, que es casi como una droga electrónica, sin darme cuenta, olvidé el extraño suceso vivido ese día. Llegado el momento, abrí el editor de la página, casi inconscientemente.
Tiré mi taza al suelo. Contuve mis ganas de maldecir.
Simplemente no podía apartar mis ojos del monitor. 10. Por todos lados. En cada página, otra vez.
Actualicé y actualicé millones de veces la página. La abría y la volvía a cerrar. Era imposible. ¿Acaso habíamos olvidado guardar los cambios esa misma tarde? No, fuimos cuidadosos. No se nos hubiera pasado por alto. Volví a Facebook esperando ver conectado a alguno de mis amigos. Me resigné enseguida.
Cerré mis ojos lanzando un bufido, pensando en lo tedioso que sería borrarlos de nuevo.
Hacker sin duda, pensé.
Al otro día me levanté algo tarde. Creo que mis padres ya habían almorzado. Por instinto encendí la computadora, inseguro de si realmente quería hacerlo o no. Entré a Facebook primero, tenía 3 mensajes. Dos de mis amigos diciendo… bueno, insultando, que los 10 estaban de nuevo en la página, ambos de la noche anterior.
Abrí el tercero, sin saber qué esperar. Sólo vi un 9. Sacudí la cabeza, y pestañeé, creí que un 9 sería lo último que me encontraría en mis mensajes.
Cansado de la situación me fui a preparar algo de comer. Recibí una llamada de mi amigo al rato, desconcertado repitiendo que entrara a la página. Corrí al ordenador.
9.
9 por todos lados.
—¡Mierda! —grité.
Era inminente, estábamos invadidos por hackers.
No sólo conseguimos antivirus de toda clase, como así anti-hackers y de los mejores, también fuimos a la biblioteca a iniciar la página desde ahí. La borramos totalmente de nuestras computadoras y nos trasladamos a la biblioteca. Hicimos lo posible por cambiar de contraseñas, nicks y demás. Inclusive enviamos un correo al dueño de Wix.com, que es el editor desde el cual hacemos la página, contándole nuestros problemas, e implorándole ayuda.
Lo único que logramos fue frustrarnos aún más.
Tuvimos que ver cómo, con el pasar de los días, no sólo los números volvían a aparecer cuando los borrábamos, sino que también iban en cuenta regresiva. Nos sentíamos burlados. Y preferimos esperar a ver qué sucedería al llegar a 0.
Y por más molesta que la escena haya sido, el cero no llegó, quedando el conteo parado descaradamente en el 1.
Se mantuvo así, por un tiempo, hasta que nos dignamos de intentar borrarlo. Nos tomó un tiempo y fue más difícil que veces anteriores por la poca cooperación que ofrecía el editor. Acabamos y esperamos, un día pasó y al no ver más señales de que la situación fuese a continuar dimos como terminado el problema, aliviados.
Pero no fue así.
Por cada intento que hacíamos de subir una imagen, se nos era respondido con otra en su lugar. Vistas perturbadoras que nadie por voluntad propia se dispondría a contemplar. Todo cuanto tecleábamos aparecía en esa repulsiva fuente con la que estaban escritos los números, con su color que permanecía en negro, siempre, por más que intentáramos seleccionar de la paleta cualquier otro. Y las insistentes pesadillas. Eran las experiencias más aberrantes y desgarradoras que hayamos advertido.
Pero no sólo eso, solíamos escuchar un terrible chillido, que más de una vez me pareció entender que decía “one”. Acompañado de la constante, persistente frase: Just a Warning.
Cuando se nos denegó acceso completo a la página y una imagen apareció salvajemente en la pantalla; una delgada línea como un haz de luz en vertical, y un gran 10 rojo a su lado, sólo pudimos suponer lo peor.
Todo el maldito juego, una vez más, desde el comienzo.
Recuerdo que cruzamos las miradas resignados. Nos alejamos de la pantalla y sentamos en la cama, siempre con vista al computador. Y nos quedamos allí, observando…, observando la imagen. Imagen que parecía moverse.
Transcurrido alrededor de una hora el haz de luz se había hecho notoriamente más grande. Justo en ese momento, el 10 cambió tan abruptamente que la ilusión del 10 quedó grabada en nuestros ojos varios segundos, antes de que nos percatáramos de que sobre la pantalla se enseñaba un 9 morbosamente en rojo. Entonces pudimos distinguir que no era sólo un haz de luz. Era una puerta, que se estaba abriendo.
Fue justamente en el 8, una hora después exactamente, que nos dimos cuenta de la molesta melodía que sonaba detrás. Una horrible sensación nos llegó de tener la columna congelada, o peor, hecha de hielo. Causándonos esa sensación de sosiego, temiendo que el frágil hielo se quebrara de movernos.
Y transcurrían las horas, y con cada hora el número descendía aritméticamente. Hasta el 4 cesó el movimiento y la puerta quedó completamente abierta. Comenzamos a ver una silueta que aparecía; el sólo hecho de verla me erizó los pelos de todo el cuerpo. Se acercaba a paso lento, bastante lento.
Para este punto estábamos demasiado cansados, y vaya, hasta aburridos. Me recosté y conseguí dormir algo, dejando a mis dos amigos que se rehusaban a apartar la vista de la pantalla. No sé la verdad cómo logré conciliar el sueño en ese momento. Incluso soñé, nada tan exagerado, ni con mucho sentido, como usualmente se espera en mis sueños; pero me relajé por esas tres horas hasta que cayera el 1 anunciado por un espantoso grito que casi me tira de la cama. En el monitor había un rostro pálido y con los ojos vacíos, una boca abierta y profunda. Dejaba ver su roída mano con el índice levantado, en señal de silencio; o así fue como lo comprendí.
Dejó salir un gemido rasposo del que pude distinguir claramente “one”. Uno de mis amigos entró en llanto, y no hizo más que inquietarme.
Y entonces la energía se fue súbitamente, en toda la cuadra. Creo que si hubiera estado solo en mi casa en esa situación, no podría haberlo soportado. Hubiera gritado, hubiera gritado hasta que el desgarro de mis cuerdas vocales lograra saciar mi sed de calor, de algo en lo que aferrarme; hubiera gritado hasta que el dolor de desangrarme la garganta opacara el terror que estaba sintiendo.
La música regresó, su voz… Pero la energía seguía ausente.
Estaba en la habitación.
No tardamos mucho en ubicarlo a unos pasos de la puerta mirándonos fijamente, sonriendo con malicia. Pronunció unas palabras en inglés, en lo que parecía ser un dialecto bastante antiguo, que con dificultad logramos captar. Pero tal y como los discípulos de Jesús pudieron entenderse entre ellos aquella noche de la llegada del Espíritu Santo, aunque no hablaban la misma lengua, pudimos nosotros comprender sus palabras:
“Sólo fue una advertencia, pero continuaron persistiendo…”
Esa cosa se nos acercó y susurró suavemente a mi oído…
“Zero”.
El terror me cerró los pulmones haciéndome casi imposible respirar. Por una hora entera permanecí inerte ante sus violentos gritos, a su presencia, a las alucinaciones que nos obligaba ver. No sé muy bien dónde nos ha llevado, pero estoy seguro que no seguimos en mi habitación. Y ha comenzado a contar, una vez más, desde el 10 hacia abajo.
Se me nubla la vista.
4…
Mi pulso disminuye.
3…
Me recuesto en este frío suelo, incapaz de seguir en pie.
2…
Pierdo lentamente el conocimiento.
1…
Y dejo de respirar…
Me refiero a FSA, esa página web que estamos diseñando. Yo y dos amigos más. Es todo muy entretenido, y sentimos un entusiasmo voraz por acabar con ella, terminar de editarla, ponerla en la red de una vez por todas.
Hace ya algunas semanas que venimos prometiendo entretenimientos, música, videos, historietas, dibujos, cuentos, etc., y no había ninguna especie de problema con eso. Hasta hace unos días. Fuimos diciéndoles a todos que la página iba progresando, que iba acercándose al final. Cosa muy distinta era lo que ocurría en realidad.
Hace aproximadamente 10 días, tal vez 12; no lo recuerdo bien, se nos comenzó a manifestar cierto tipo de incomodidades… Sí, así podrían llamarse. La página tenía sus desperfectos, o el editor, mejor dicho: a menudo se nos tildaba y muchas veces nos complicaba subir música, imágenes.
Quizá en el momento, en la sorpresa, no nos dimos cuenta. Se podría decir que hasta subestimamos lo que nos pasaba. La primera cosa extraña que notamos fue que, al abrir el editor, se tardaba más de la cuenta. Todos conocen la clásica barra de porcentaje que indica el progreso de carga de la página. Pues, lo que más nos desconcertó, de buenas a primeras, fue que esta misma barra se quedaba estancada en 1%. Cada vez que abríamos el editor; tanto era así, tan recurrente, que decidimos tomar el tiempo exacto que tardaba en regresar a la carga normal. 6 minutos exactos. Seis minutos demorados en ese 1.
Cada vez me costaba más subir la información. La carga siempre se interrumpía, el Plug-In se tildaba cada vez más seguido.
Era frustrante.
Debí intentar clausurar el proyecto de la manera que pudiera, y así perder todos los datos, todos los cambios hechos en la página. Pero subestimé lo que estaba pasando. Ineptamente, atribuía todos esos errores a que la página estaba sobrecargada y excedida en capacidad de archivos.
La máxima sorpresa fue al día siguiente.
Bueno, en realidad no me sorprendió cuando lo vi por primera vez. Hasta creo haber reído. Un enorme 10. Un enorme 10 escrito en todas y cada una de las páginas. Un 10 en color rojo. Y ahora que lo pienso, en una fuente que no conocía, y que ni la página ni mi computadora poseía.
Llamé a mis dos amigos y les consulté si esto era obra suya, alguna especie de broma; aunque sin mucha convicción. Sin convicción primero, porque si se trataba de una broma, obviamente intentarían mantenerla y no me dirían la verdad. Segundo, porque pensé que ellos serían incapaces de hacer algo así. Por más que tengamos cierta complicidad para las bromas, no somos muy tolerantes.
Pero ellos tenían el mismo problema. Y estaban empecinados, ambos, en que yo confesara que era obra mía.
No, no habían sido ellos. Los conozco demasiado como para saber cuándo mienten y cuándo no. Por otro lado, su voz sonaba incluso… asustada. Haciéndome ver que ellos sí se tomaban en serio que la página estuviese dando problemas.
Esa tarde decidimos reunirnos. Comenzamos a pensar, las ideas fueron descartadas tan rápido como fueron llegando. Consideramos tomarlo como un error de edición, en alguna imagen que podría haber surgido de una carga mal hecha; que quizás algunas de las imágenes que subimos simplemente se habían roto, e incluso en la posibilidad de un hacker.
En fin, el daño estaba hecho. El resto del día lo ocupamos borrando todos esos 10 enormes de cada página maestra, página y subpágina. Al volver a casa y sentarme en mi computadora me abordó una sensación de asco por el simple hecho de tener que encenderla y otra vez tener que ver ese monitor, escribir en ese incómodo teclado.
Abrí Facebook, creo que YouTube, y algunas páginas más, como buscando algo en que relajar mi cabeza. Incluso me preparé un té, cosa rarísima en mí.
Dejándome llevar por Internet, que es casi como una droga electrónica, sin darme cuenta, olvidé el extraño suceso vivido ese día. Llegado el momento, abrí el editor de la página, casi inconscientemente.
Tiré mi taza al suelo. Contuve mis ganas de maldecir.
Simplemente no podía apartar mis ojos del monitor. 10. Por todos lados. En cada página, otra vez.
Actualicé y actualicé millones de veces la página. La abría y la volvía a cerrar. Era imposible. ¿Acaso habíamos olvidado guardar los cambios esa misma tarde? No, fuimos cuidadosos. No se nos hubiera pasado por alto. Volví a Facebook esperando ver conectado a alguno de mis amigos. Me resigné enseguida.
Cerré mis ojos lanzando un bufido, pensando en lo tedioso que sería borrarlos de nuevo.
Hacker sin duda, pensé.
Al otro día me levanté algo tarde. Creo que mis padres ya habían almorzado. Por instinto encendí la computadora, inseguro de si realmente quería hacerlo o no. Entré a Facebook primero, tenía 3 mensajes. Dos de mis amigos diciendo… bueno, insultando, que los 10 estaban de nuevo en la página, ambos de la noche anterior.
Abrí el tercero, sin saber qué esperar. Sólo vi un 9. Sacudí la cabeza, y pestañeé, creí que un 9 sería lo último que me encontraría en mis mensajes.
Cansado de la situación me fui a preparar algo de comer. Recibí una llamada de mi amigo al rato, desconcertado repitiendo que entrara a la página. Corrí al ordenador.
9.
9 por todos lados.
—¡Mierda! —grité.
Era inminente, estábamos invadidos por hackers.
No sólo conseguimos antivirus de toda clase, como así anti-hackers y de los mejores, también fuimos a la biblioteca a iniciar la página desde ahí. La borramos totalmente de nuestras computadoras y nos trasladamos a la biblioteca. Hicimos lo posible por cambiar de contraseñas, nicks y demás. Inclusive enviamos un correo al dueño de Wix.com, que es el editor desde el cual hacemos la página, contándole nuestros problemas, e implorándole ayuda.
Lo único que logramos fue frustrarnos aún más.
Tuvimos que ver cómo, con el pasar de los días, no sólo los números volvían a aparecer cuando los borrábamos, sino que también iban en cuenta regresiva. Nos sentíamos burlados. Y preferimos esperar a ver qué sucedería al llegar a 0.
Y por más molesta que la escena haya sido, el cero no llegó, quedando el conteo parado descaradamente en el 1.
Se mantuvo así, por un tiempo, hasta que nos dignamos de intentar borrarlo. Nos tomó un tiempo y fue más difícil que veces anteriores por la poca cooperación que ofrecía el editor. Acabamos y esperamos, un día pasó y al no ver más señales de que la situación fuese a continuar dimos como terminado el problema, aliviados.
Pero no fue así.
Por cada intento que hacíamos de subir una imagen, se nos era respondido con otra en su lugar. Vistas perturbadoras que nadie por voluntad propia se dispondría a contemplar. Todo cuanto tecleábamos aparecía en esa repulsiva fuente con la que estaban escritos los números, con su color que permanecía en negro, siempre, por más que intentáramos seleccionar de la paleta cualquier otro. Y las insistentes pesadillas. Eran las experiencias más aberrantes y desgarradoras que hayamos advertido.
Pero no sólo eso, solíamos escuchar un terrible chillido, que más de una vez me pareció entender que decía “one”. Acompañado de la constante, persistente frase: Just a Warning.
Cuando se nos denegó acceso completo a la página y una imagen apareció salvajemente en la pantalla; una delgada línea como un haz de luz en vertical, y un gran 10 rojo a su lado, sólo pudimos suponer lo peor.
Todo el maldito juego, una vez más, desde el comienzo.
Recuerdo que cruzamos las miradas resignados. Nos alejamos de la pantalla y sentamos en la cama, siempre con vista al computador. Y nos quedamos allí, observando…, observando la imagen. Imagen que parecía moverse.
Transcurrido alrededor de una hora el haz de luz se había hecho notoriamente más grande. Justo en ese momento, el 10 cambió tan abruptamente que la ilusión del 10 quedó grabada en nuestros ojos varios segundos, antes de que nos percatáramos de que sobre la pantalla se enseñaba un 9 morbosamente en rojo. Entonces pudimos distinguir que no era sólo un haz de luz. Era una puerta, que se estaba abriendo.
Fue justamente en el 8, una hora después exactamente, que nos dimos cuenta de la molesta melodía que sonaba detrás. Una horrible sensación nos llegó de tener la columna congelada, o peor, hecha de hielo. Causándonos esa sensación de sosiego, temiendo que el frágil hielo se quebrara de movernos.
Y transcurrían las horas, y con cada hora el número descendía aritméticamente. Hasta el 4 cesó el movimiento y la puerta quedó completamente abierta. Comenzamos a ver una silueta que aparecía; el sólo hecho de verla me erizó los pelos de todo el cuerpo. Se acercaba a paso lento, bastante lento.
Para este punto estábamos demasiado cansados, y vaya, hasta aburridos. Me recosté y conseguí dormir algo, dejando a mis dos amigos que se rehusaban a apartar la vista de la pantalla. No sé la verdad cómo logré conciliar el sueño en ese momento. Incluso soñé, nada tan exagerado, ni con mucho sentido, como usualmente se espera en mis sueños; pero me relajé por esas tres horas hasta que cayera el 1 anunciado por un espantoso grito que casi me tira de la cama. En el monitor había un rostro pálido y con los ojos vacíos, una boca abierta y profunda. Dejaba ver su roída mano con el índice levantado, en señal de silencio; o así fue como lo comprendí.
Dejó salir un gemido rasposo del que pude distinguir claramente “one”. Uno de mis amigos entró en llanto, y no hizo más que inquietarme.
Y entonces la energía se fue súbitamente, en toda la cuadra. Creo que si hubiera estado solo en mi casa en esa situación, no podría haberlo soportado. Hubiera gritado, hubiera gritado hasta que el desgarro de mis cuerdas vocales lograra saciar mi sed de calor, de algo en lo que aferrarme; hubiera gritado hasta que el dolor de desangrarme la garganta opacara el terror que estaba sintiendo.
La música regresó, su voz… Pero la energía seguía ausente.
Estaba en la habitación.
No tardamos mucho en ubicarlo a unos pasos de la puerta mirándonos fijamente, sonriendo con malicia. Pronunció unas palabras en inglés, en lo que parecía ser un dialecto bastante antiguo, que con dificultad logramos captar. Pero tal y como los discípulos de Jesús pudieron entenderse entre ellos aquella noche de la llegada del Espíritu Santo, aunque no hablaban la misma lengua, pudimos nosotros comprender sus palabras:
“Sólo fue una advertencia, pero continuaron persistiendo…”
Esa cosa se nos acercó y susurró suavemente a mi oído…
“Zero”.
El terror me cerró los pulmones haciéndome casi imposible respirar. Por una hora entera permanecí inerte ante sus violentos gritos, a su presencia, a las alucinaciones que nos obligaba ver. No sé muy bien dónde nos ha llevado, pero estoy seguro que no seguimos en mi habitación. Y ha comenzado a contar, una vez más, desde el 10 hacia abajo.
Se me nubla la vista.
4…
Mi pulso disminuye.
3…
Me recuesto en este frío suelo, incapaz de seguir en pie.
2…
Pierdo lentamente el conocimiento.
1…
Y dejo de respirar…
FINAL DE LA LÍNEA
Mi nombre es Andrew Erics. Viví, alguna vez, en una ciudad llamada Nueva York. Mi madre es Terrie Erics. Si alguna vez vas a la ciudad, y lees esto, por favor, encuéntrala. Ella está en el libro amarillo. no le muestres esto, pero dile que la amo, y trato de volver con ella. Por favor.
Todo empezó cuando decidí, al cumplir 25, que era tiempo para dejar de llevar la mochila donde cargaba mis libros para ir a trabajar. Me haría lucir más maduro, pensaba. Por supuesto que eso significaría también que tendría que dejar de leer en el metro durante las mañanas y tardes. Un portafolio hubiera parecido un poco raro debido a que trabajaba en una fábrica, y un bolso de mensajería se hubiera visto, no lo sé, raro a mi gusto.
Tenía un reproductor de mp3, el cual me ayudaba a pasar el tiempo por un rato, pero se descompuso después de un tiempo. Así que cada mañana, me sentaba en el metro por medias horas que se me hacían eternas, con nada que hacer más que ver pasajeros subir y bajar del metro. Era bastante tímido, y no me gustaba que me miraran, así que siempre la buscaba la manera de taparme estando en público.
Rápidamente me percaté de que no era la única persona que se sentía poco confortable en público; Me di cuenta que había personas que se cubrían de distintas maneras, pero aprendí a distinguirlos de distintas maneras. Estaban los nerviosos que no podían estar cómodos de ninguna manera, moviendo sus manos, cambiando su posición, y mirando para todos lados. Después de ellos, estaban los falsos-dormilones, los cuales normalmente corren a su asiento y cierran los ojos inmediatamente. La mayoría no dormía sin embargo. Los que realmente se quedaban dormidos se movían menos y generalmente se despertaban de repente cuando el tren llegaba a su estación. Por ultimo estaban los adictos al mp3, los ocasionales usuarios de laps o tablets y los que venían en grupos y hablaban muy fuerte. Eso sin contar los adictos al celular que parecían no poder cerrar la boca por menos de 2 minutos.
El observar gente era horriblemente aburrido. Hasta que encontré mi primera incongruencia. Un hombre de edad media con cabello café de tamaño y peso promedio, el cual se vestía de manera muy casual. Lo extraño en él, es que parecía quizá, demasiado normal. No tenía ninguna característica remarcable, ningún manierismo, como si estuviera designado para desvanecerse en la multitud. Eso fue lo que hizo fijarme en él. Yo trataba de ver de manera intencional, como era que la gente actuaba en el metro. Y el no actuaba para nada. No reaccionaba para anda. Era como ver a alguien sentado frente a la TV, viendo un documentario de peces; No estaba excitado, ni involucrado, pero tampoco miraba a otro lado. Presente pero distante.
Él siempre estaba en el metro por las tardes. Llevaba más de un mes con mi experimento de observación a la gente, antes de que lo notara, porque no tomaba el mismo metro cada día, y nunca me sentaba en el mismo vagón de manera consiente. La primera vez que lo vi fue un lunes, me parece, y la segunda, fue el jueves de la misma semana. El obviamente tomo el mismo tren, y se sentó en el mismo lugar -incluso en el mismo asiento-. Como me llamo tanto la atención la primera vez, le preste más atención la siguiente. Francamente, él era perturbador. Se sentaba allí, sin hacer nada, sin cambiar su expresión, con la cabeza derecha, sin importar lo que pasara. Recuerdo a una mujer con un niño llorón que se sentó detrás de él, y aun así, nada. El no movió su cabeza, ni cambio su gesto en molestia. Él es niño era jodidamente molesto!
Para cuando él llegaba yo a mi parada, me sentía con náusea, y mis manos temblaban como si tuviera un ataque de nicotina. Algo acerca de ese hombre estaba “mal”. Él era, pensaba, una especie de freak. Un sociópata quizá, uno de esos tipos callados que guardan docenas de cabezas de mujeres en un refrigerador, con su madre como primera víctima.
Por un tiempo, me dedique a holgazanear de manera intencional después del trabajo. Me paraba en los centros comerciales y kioscos cerca del metro sin intenciones de comprar nada. Por un par de semanas, evadí tomar el metro a esa hora, y siempre que me encontraba en la parada, titubeaba para entrar en él. Me asegure de siempre tomar el carro más lejano del cual había visto al hombre.
Entonces, una mañana, vi a otra persona que alarmo las campanas de emergencia de mi cabeza. Una mujer, que lucía tan simple, tan fuera de lugar, y tan ignorante de la conmoción de su alrededor. Me di cuenta entonces, que reconocí a la mujer en el momento en el que mi obsesión de mirar a las personas empezó nuevamente, debido al aburrimiento. Lo más grave, es que este hobby de observar a las personas se había vuelto una especie de religión para mí; Me di cuenta que no podía entrar al metro o a un autobús sin examinar a todos, llenando listas mentales en mi cabeza: Colores sólidos y simples, no usaba bolsa, pulseras o accesorios. No miraba casualmente a las ventanas o hacia otros pasajeros. Empecé a llamarlos los extraños.
No los veía a diario, ni cuando empecé a utilizar el metro aun cuando no lo necesitaba. Pero estaban allí, de manera constante. Ver uno de ellos hacia que la mandíbula se me trabara, mis palmas sudaran y que mi garganta se secara. Si alguna vez has dado un discurso en público, sabes cuál es la sensación.
Ellos no me prestaban el más mínimo de atención, a pesar de que sentía que estaba en display para ellos. Como era posible que ellos no me notaran?
No me notaban, al menos no de una manera que yo pudiera sentir. Eventualmente, mi curiosidad supero a mi miedo, y decidí seguir a uno. Elegí al primero que encontré, el hombre del tren de la tarde que siempre se sentaba en el mismo lugar. Tome un asiento, y me senté detrás de él. Llegando casi al final de la línea, él se levantó y camino antes que yo. Manteniendo distancia entre nosotros, lo seguí, pero el no llego muy lejos. Se sentó en una banca cercana, tan poco expresivo como siempre. Así que me puse detrás de una esquina y espere, tratando de parecer indiferente. Después de unos minutos, llego el siguiente metro lo vi tomarlo, sentados en el mismo asiento. No tuve el valor para seguirlo otra vez.
Simplemente tomo el metro al final de la línea y ya! Y luego qué? Se fue de regreso? Porque haría eso? Me preguntaba durante el camino a mi casa y mientras trataba de dormir. No podía dejar esto así, no hasta saber un poco que estaba pasando. Me sentía más que confundido: Estaba realmente enojado! Porque este extraño tipo sacado del valle desconocido tomaba el tren de ida y regreso sin ir a ningún lado?! Recuerdo leer en algún lado que la mente rechaza ciertas cosas simplemente porque son agravantes; Por ejemplo, las arañas perturban a muchas personas, especialmente las grandes… Lucen simplemente extrañas, alíen para nosotros. Ese era el efecto de los extraños en mí. Ofendían a mis sentidos!
Lo seguí nuevamente el día siguiente. Y otra vez el día siguiente. Todos los días por al menos una semana; Los dos hacíamos nuestros viajes silenciosos juntos. Para el fin de semana, lo seguía por horas hasta que el último tren se detenía cerca de mi departamento. Nos movíamos de un lado de la ciudad al otro, y de regreso. Ya no miraba a las personas. No tenía ojos para nadie más , aunque si notaba algunas miradas confusas hacia mí. Fuera de eso, nosotros podríamos ser las únicas personas del planeta por lo que me importaba.
Perdí mi trabajo la siguiente semana. Mi jefe fue amable, tímido pero firme. No me concentraba. No tenía enfoque. No estaba siendo productivo. Fue de hecho, un gran discurso, me parece, pero apenas podía oírlo. Solo podía pensar en mi “Trabajo” nuevo, mi vigía… Que es lo que hacia ese hombre, esa cosa en el metro cuando no estaba yo para observarlo? Deje el trabajo por última vez casi al anochecer ese día. Desearía haber prestado más atención aquel día. Estaba soleado? Era verano? Pude haber tomado un helado y cappuccino, o ver a algunas chicas bonitas para sacar esa obsesión de mi cabeza. O quizás encontrar un nuevo trabajo y esta vez, dedicarme a leer en los trenes y autobuses.
En lugar de eso, espere. Espere en la estación hasta que lo vi en una ventana. Me subí al vagón del tren y note por primera vez que mi piel no estaba pegajosa, ni mis manos húmedas ni mi corazón latía fuertemente. Por primera vez, me senté justo frente a él, directamente en su línea de visión. Espera por un cambio en sus gestos. Acaso me reconocería? Si lo hizo, no vi señales de ello realmente me fijaba en él. Me imagino la pareja que hacíamos, sentados uno frente al otro mirándonos fijamente. No iba a permitir expresar mi furia interna , pero realmente me esforcé en permanecer tan inmóvil e inexpresivo como él. Pero por dentro, le gritaba. “Reacciona maldito imbécil! Mírame carajo, quiero saber que eres!”
No lo hice, y mis demandas silenciosas no fueron respondidas, no en la primera vuelta, o la segunda, o la tercera, ni en la décima. Viajamos mucho esa noche juntos, y en cada terminal, nos bajábamos y esperamos. me sentaba a su lado en la banca, observándolo desde la esquina de mi ojo, y aun así, no obtuve nada de él. Pero dos pueden jugar ese jueguito.
Finalmente, realizamos nuestro último viaje juntos. Lo tenía, y lo sabía. En el último viaje de los trenes en la noche antes de que estos dejaran de correr. Siempre lo dejaba ir a partir de este punto, porque la terminal representa un largo camino a mi casa, y los autobuses dejan de operar casi al mismo tiempo que el metro. Pero esta vez, lo seguí, para finalmente saber que hacia cuando los trenes dejaban de funcionar. finalmente obtendría respuestas… Quizá.
El tren se detuvo, y la anticipación crecía en mí. El vagón se vaciaba alrededor nuestro lentamente, hasta que solo quedamos los dos observadores silenciosos. Luche internamente por mantener una sonrisa maniática.
El extraño no se movió, seguía sin reaccionar. El carro permanecía inmóvil, con las puertas abierta. Se escuchó el aviso de que habíamos llegado al final de la línea, y que todos tenemos que desalojar el metro. El extraño seguía sin moverse. Finalmente, escuche unos pasos, un conductor o alguien, asomándose para asegurarse que nadie se quedaría en los vagones antes de llevar el tren a donde quiera que lleven los trenes en la noche. Aun así, no quite la mirada de mi acompañante silencioso.
Logre ver al conductor desde la esquina de mi ojo cuando finalmente llego a nuestro vagón. Se asomó, puso sus ojos en nosotros, y puso un gesto de extrañeza en su cara. Parpadeo un par de veces. Espere a que el hablara en el momento que se acercó, pero con una ligera negación en su cabeza, nos dejó. Había un vagón más después del nuestro, y escuche que lo reviso, y unos minutos después, el tren se empezó a mover nuevamente. Avanzamos por un rato, después dio una vuelta, y el tren se detuvo en su aparcamiento. Pude ver a re ojo los demás trenes a lado nuestro.
Y entonces, me sonrió. Fue muy ligero, que hubiera pasado desapercibido, si no hubiese estudiado su cara. “Así que”, me dijo en un áspero tono, “Hemos llegado”.
Trate de responderle, pero no pude hacerlo. Mi garganta se secó. Me llene de terror. Sentí que la caverna subterránea en la que estábamos, se había derrumbado sobre de mi de repente. tosí, y finalmente, con una vos rasposa, le pregunte lo que me había mantenido despierto y me había llevado casi a la locura, y me atrajo a este momento. “Que eres tu?”
Me ignoro. Se levantó y las puertas del tren se abrieron. Entonces, de manera sorpresiva, me se volteo para mirarme diciéndome, “Vienes?” no espero mi respuesta y camino en la plataforma. Temblando, y tropezándome, lo seguí. “Carajo, vamos, háblame, que eres?! Porque viajas en el metro todo el maldito día?!”. No me miro siquiera, ni detuvo su paso. No podía ver su cara, pero me es fácil adivinar que no reacciono en lo absoluto. Lo seguí por un rato, gritándole todavía por un rato, pero eventualmente me rendí.
Caminando en la plataforma hasta que llegamos a un cruce. estábamos ahora perpendiculares a los trenes a nuestro alrededor. El camino estaba iluminado desde arriba, pero no podía ver donde terminaba. Parecía haber demás iodos trenes como para servir a la ciudad. Pero no me importaba, mi atención estaba en el extraño.
No estoy seguro de cuánto tiempo caminamos. el extraño de repente se detenía para mirar un vagón por un par de minutos, para después seguir su camino. Me tomo un rato entender el porqué, pero eventualmente vi que no todos eran iguales. Largas líneas de ellos lucían similares, pero a veces notaba un modelo diferente. A veces eran un poco más chicos o más grandes o a veces eran de un modelo un poco diferente. Incluso las cabinas de los conductores eran superficialmente diferentes también. No sabía exactamente que estaba buscando el extraño, porque después de una vuelta, las puertas de un vagón se abrieron frente a nosotros. Entramos y tomamos nuestros asientos.
“Estas dispuesto a hablar ahora?”, le pregunte. No hubo respuesta. Suspire de frustración y realmente empecé a pensar en darle un golpe en la cara, cuando de repente, las luces del tren se encendieron, y el motor se encendió nuevamente. “Qué carajo..?”
Me miro de una manera casi triste. “No podrás regresar”.
“De que me estás hablando? Regresar a dónde? No me respondió. De repente, el tren se puso en movimiento en dirección contraria de dónde venimos. Al menos, eso creo. Lo mire, y note que su Mirada vagabunda se hacía cada vez más aguda, y por primera vez, tuve la sensación de que me miraba.
“Calla, mantente en silencio. No llames su atención”.
El tren se detuvo, y las puertas se abrieron, y entonces, ellos entraron como una ola. No sé qué fue lo primero que note –Los extraños ropajes, los brazos demasiado largos, cuyas manos casi se arrastraban por el piso, los ojos completamente negros, o su piel azuleada. Mi cerebro tardo mucho en procesar lo que mis ojos veían, pero cuando finalmente lo hizo, sentí que mi Corazón estallaría. Diablos, creí que yo estallaría por completo. Mis instintos me gritaban –Quédate quieto! No te muevas, no llames su atención!!!”
Viajamos en el vagón del metro quietos y sin expresión por horas, por días quizá. Parecía más larga de la línea que conocía, la línea por la cual seguí al extraño. Esas cosas horribles a nuestro alrededor parecían no prestarnos atención. Estaba tan petrificado, tan asustado, que cuando finalmente regresamos a la caverna con trenes, colapse en lágrimas , con el extraño mirándome impacientemente.
Cuando gane control de mí mismo, lo mire y le implore, “Llévame a casa… Por favor…”.
“No puedo” –replico-. “No sé cuál de estos te llevara de regreso, si alguno puede hacerlo”. Se paró y salió del vagón, y entonces lo seguí. Volteo de repente exclamándome ¨Creo que me has seguido suficiente!”
La furia que tenía antes con él, la que se disipo por el miedo, regreso nuevamente. “Que?” le grite, acercándome. Lo tome por lo hombros, y con una fuerza que no sabía que estaba en mí, lo empuje en contra de uno de los vagones. “Maldito hijo de puta, que carajos me hiciste?!”. Lo azote una y otra vez. “Llévame de regreso!” Él se quedaba mirándome pasivamente mientras mi furia me dejaba vacío. “Por favor, por favor llévame a casa”.
“Así no funciona. Si estamos juntos, es más probable que nos noten. Vete. Quédate quieto y se sutil, y ellos creerán que eres uno de ellos”.
“Como me pudiste hacer esto, porque?!”
Me miro casi tristemente. “Tenía que hacerlo. Tú lo harás también. Quedaras… atorado algunas veces”. Se quitó mis manos de mis hombros, y se alejó de mí. Me puse de rodillas, después de perder mi fuerza repentinamente, y lo vi alejarse. “Lo siento”. Y entonces, se había ido.
Trate de encontrar el camino por el que había iniciado, encontrar un tren que reconociera, pero no estaba ya seguro de a dónde iba. Finalmente, encontré un tren que parecía vagamente familiar. O al menos estaba tan desesperado que eso quería creer. Cuando me acerque a la puerta, esta se abrió para mí y tome asiento. El metro se movió, y a pesar de ser un ateo de toda la vida, ore por encontrar la salida. El tren se detuvo, y por un momento pensé que estaba salvado. Gente! Seres humanos! Debo ser el hombre más afortunado del mundo!
Entonces note los ojos. Específicamente, el gran tercer ojo al centro de sus frentes. “Bien al Diablo contigo, Dios”, pensé.
Su tercer ojo parpadeaba independientemente de los otros dos, lo cual encontré nauseabundo. Y cuando uno de ellos sonrió, note que sus dientes eran filosos y con chuecos, y verde-amarillo por la suciedad. Pero aun así fui cuidadoso y selectivamente ciego.
Entonces note que no había ni comido ni tomado liquido por horas, quizá días, y sentía que necesitaba comer algo.
En la siguiente terminal, decidí tratar de encontrar algo que comer y beber. No sé porque espere, pero me pareció importante – Llegar al final de la línea. Cuando llegue allí, me costó mucho salir del vago; Nunca había visto al extraño salir de bajo tierra; Nunca lo había visto ni comer ni beber. Sin embargo, mi estómago no tomaría un no como respuesta. Trate de poner mi cara lo más neutral posible y salí de la estación.
Estaba enojado, perdido, hambriento y abandonado a un destino que si no fuese pero que el infierno, era dos veces más estúpido y con tres veces menos sentido. No estaba en mi mejor estado mental. Normalmente trataba de dar vueltas amplias en las esquinas para evitar chocar con alguien o algo. Continúe en la obscuridad por un buen rato hasta llegar a una pequeña abertura en la pared. Hambriento y desesperado, me senté en la pared, con mis piernas totalmente recogidas, imaginándome a mi golpeado al maldito extraño con un martillo hasta la muerte. Era una imagen aliviadora.
Una rata estaba merodeando cerca en la obscuridad. Normalmente, la hubiera pateado para espantarla, pero ahora no me moleste ni por eso. Rabia o lo que sea sería una bendición comparado a viajar por subterráneos de mundos desconocidos, solo y perdido. Cuando se me acerco, no la espante, aun cuando se pegó a mi pierna, no me importo. No hasta que un tren paso, y la luz de los vagones iluminaron el lugar en el que yo estaba, y la cosa que yo creí, era una rata.
Parecía una rata, sí, pero con facciones arácnidas. Como si alguien las hubiera cruzado, resultando en la horrible abominación que husmeaba por mi pierna. Me pare rápidamente, y la patee como un balón de soccer, al lado opuesto de la pared, y la mire retorcerse hasta que el tren paso regresando la obscuridad.
Y en la obscuridad, me llegó un horrible pensamiento; Me pregunto si se podrá comer esa cosa. Me asqueaba el imaginármelo, pero estaba hambriento. Y no había garantía de que encontraría comida en este lugar, o en algún otro momento. La cosa esa era mi única opción. Me mantuve tanto como pude, pero creo que mis instintos de supervivencia triunfaron sobre mi asco. Tenía mi encendedor, pero nada conque encender un fuego. Tome un poco de carne de su cascaron, y la cocine un poco con el encendedor, pero no ayudo mucho. Nada hubiera podido. La carne era fétida, más fétida de lo que puedes imaginarte. He comido muchas cosas cuestionables en mi vida, pero nada tan asqueroso, como la carne de esa cosa.
En retrospectiva, Fue ese momento en el que me convertí en un extraño. Antes, me costaba mantenerme sin expresiones como los otros. Destazar y comer una creatura casi alíen en la obscuridad, bajo un mundo extraño, alienígeno, fue cuando perdí toda la cordura. Para cuando deje la obscuridad, y regrese al túnel, estaba tan falto de expresiones y vacío por dentro como el primer extraño que había visto.
Eso no fue lo peor sin embargo. Lo peor vino después, la primera vez que me atasque. El extraño la había mencionado, pero en el estado que estaba, casi no lo note, Una noche, al final de la línea, s eme pidió abandonar el tren en un mundo casi parecido al mundo normal. Le gente allí era casi humana, por lo que podía reconocer. Eran anaranjados y jorobados, seguro, pero fuera de eso, eran prácticamente “normales” –En el “mundo” que había visitado anteriormente, habitaban creaturas gordas con seis pechos sin nariz, así que los tipos anaranjados lucían bastante hermosos para mí-.
Al principio pensé que el conductor le hablaba a alguien más , pero yo era el único en el vagón. Y además, le entendí. Cuando me pare, me di cuenta de porque no me podía parar derecho: Tenia una joroba, y vi mi reflejo que tenía la piel naranja. Entonces me di cuenta de todo. Atorado significaba, estar atrapado en este mundo. Sería útil de no ser porque es posible dejar la “estación”, pero al momento de poner un pie fuera de ella, te das cuenta de los nauseabundo que es para ti un mundo alienígena. Tu cerebro hace comparaciones y trata de establecer normalidad, lo que te pone demasiado nauseabundo.
No podía ni quería quedarme en ese lugar. Solo quería una de dos cosas: Encontrar mi hogar, o encontrar al extraño que me puso en este camino, y patearle el trasero. Nada más me daría alivio.
Algunas veces me pregunte si podía hacer yo que algún pobre bastardo me siguiera en este inframundo por la eternidad… Si podría atraerlo de alguna manera… Resulta que no tenía que hacerlo. Después de unos meses, uno de ellos, me noto, y si, comenzó a seguirme por semanas. De manera cuidadosa, hice los posible por parecer que no lo había visto, justo como el extraño había hecho conmigo. Pero estaba indeciso entre el deseo de advertirle o de traerlo al final de la línea para dejar este inframundo de una vez por todas.
La última noche, el me siguió al final de la línea, justo como yo lo había hecho alguna vez. No tuvo el valor de sentarse frente a mí, sin embargo. Cuando el tren se detuvo, el huyo rápidamente. Deje el vagón, y el tren se fue sin mí, mientras yo maldecía en mi interior. Mientras caminaba hacia los túneles, el joven que me había estado siguiendo, me ataco. Tenía un cuchillo curveado y me tomo absolutamente de sorpresa. Pero ya había viajado por mundos hostiles por anios, así que mis reflejos eran muy agudos.
Peleamos viciosamente, hasta que pude hacer que soltara el cuchillo, el cual tome, y accidentalmente hundí en su cuello. No quería matarlo, ni siquiera estaba enojado. Mientras el yacía en el suelo, desangrándose, me enoje mucho. Lo patee repetidas veces mientras le gritaba, “Idiota, se supone que debías seguirme!”. Hui de la escena del crimen, pero no por mucho; era temprano, y podía tomar el primer tren. Así que tome el primer tren, una vez más al final de la línea, a la “central”. Era invisible para el conductor una vez más . Supuse entonces que, para llegar a la “central”, debes de llevar a uno, o matarlo.
Era invisible otra vez, pero también era naranja y jorobado, hasta la siguiente vez que me quede atorado. Esta siguiente vez, mate nuevamente. Ese otro cayo mucho más rápido. No quería que ella me siguiera. Una vez que me reconoció ella como un extraño, yo la reconocí como la “próxima” y tome mi decisión. No voy a atraer a nadie a esto.
Me Pregunto ahora del extraño que me introdujo a esto. Como lucia originalmente, y si sabía que podía matarme. Me pregunto también de los otros que vi antes, y de las raras ocasiones que me topé con otros extraños en mis viajes en el inframundo. Matan o los atraen? E independientemente de lo que eligen, lo consideran piedad? No me atrevo a hablar con ellos. Estamos condenados de todas maneras, y los condenados debemos sufrir en soledad.
He matado ya a 15, y me he hecho muy bueno en ello. Pero he tomado una decisión. No matare más – inocentes, al menos -. Antes de llegar a la “centra;” por primera vez, llene mi mochila con tanto papel como pude, y escribí esta historia, cientos de veces, dejándolos en botellas en las estaciones. Esta es una advertencia y una petición.
Mi petición, como ya dije, es la de encontrar a mi madre un mentira. Una mentira blanca. Dile a mi mama que la amo, y que intento regresar a casa. Quizá le dé un poco de esperanza, o un poco de paz. Ojala fuera verdad. Pero esta es la cosa: Me he visto a mí mismo como Odiseo, tratando de regresar a casa, aunque perdido y sin rumbo. Perdido en túneles interminables, como un laberinto. Pero con una diferencia: Un laberinto es diseñado, construido. Alguien o algo creo este lugar imposible. Me reclutaron como a Teseo, pero no voy a jugar ese papel. Sus extrañas reglas me convirtieron en un monstruo, así que seré el minotauro de este laberinto. Y si puedo, destruiré todo lo que está a mi alrededor, y destruiré a lo que hicieron este lugar. Los hare responsables de esto.
Mi advertencia es que debes de tener mucho cuidado en lugares públicos, de las personas silenciosas e inexpresivas. Hombres o mujeres. Pueden matarte. O pueden hacerte algo peor. Si los ves, aléjate, huye rápidamente. Pero más importante: No tomes el metro al final de las líneas.
Todo empezó cuando decidí, al cumplir 25, que era tiempo para dejar de llevar la mochila donde cargaba mis libros para ir a trabajar. Me haría lucir más maduro, pensaba. Por supuesto que eso significaría también que tendría que dejar de leer en el metro durante las mañanas y tardes. Un portafolio hubiera parecido un poco raro debido a que trabajaba en una fábrica, y un bolso de mensajería se hubiera visto, no lo sé, raro a mi gusto.
Tenía un reproductor de mp3, el cual me ayudaba a pasar el tiempo por un rato, pero se descompuso después de un tiempo. Así que cada mañana, me sentaba en el metro por medias horas que se me hacían eternas, con nada que hacer más que ver pasajeros subir y bajar del metro. Era bastante tímido, y no me gustaba que me miraran, así que siempre la buscaba la manera de taparme estando en público.
Rápidamente me percaté de que no era la única persona que se sentía poco confortable en público; Me di cuenta que había personas que se cubrían de distintas maneras, pero aprendí a distinguirlos de distintas maneras. Estaban los nerviosos que no podían estar cómodos de ninguna manera, moviendo sus manos, cambiando su posición, y mirando para todos lados. Después de ellos, estaban los falsos-dormilones, los cuales normalmente corren a su asiento y cierran los ojos inmediatamente. La mayoría no dormía sin embargo. Los que realmente se quedaban dormidos se movían menos y generalmente se despertaban de repente cuando el tren llegaba a su estación. Por ultimo estaban los adictos al mp3, los ocasionales usuarios de laps o tablets y los que venían en grupos y hablaban muy fuerte. Eso sin contar los adictos al celular que parecían no poder cerrar la boca por menos de 2 minutos.
El observar gente era horriblemente aburrido. Hasta que encontré mi primera incongruencia. Un hombre de edad media con cabello café de tamaño y peso promedio, el cual se vestía de manera muy casual. Lo extraño en él, es que parecía quizá, demasiado normal. No tenía ninguna característica remarcable, ningún manierismo, como si estuviera designado para desvanecerse en la multitud. Eso fue lo que hizo fijarme en él. Yo trataba de ver de manera intencional, como era que la gente actuaba en el metro. Y el no actuaba para nada. No reaccionaba para anda. Era como ver a alguien sentado frente a la TV, viendo un documentario de peces; No estaba excitado, ni involucrado, pero tampoco miraba a otro lado. Presente pero distante.
Él siempre estaba en el metro por las tardes. Llevaba más de un mes con mi experimento de observación a la gente, antes de que lo notara, porque no tomaba el mismo metro cada día, y nunca me sentaba en el mismo vagón de manera consiente. La primera vez que lo vi fue un lunes, me parece, y la segunda, fue el jueves de la misma semana. El obviamente tomo el mismo tren, y se sentó en el mismo lugar -incluso en el mismo asiento-. Como me llamo tanto la atención la primera vez, le preste más atención la siguiente. Francamente, él era perturbador. Se sentaba allí, sin hacer nada, sin cambiar su expresión, con la cabeza derecha, sin importar lo que pasara. Recuerdo a una mujer con un niño llorón que se sentó detrás de él, y aun así, nada. El no movió su cabeza, ni cambio su gesto en molestia. Él es niño era jodidamente molesto!
Para cuando él llegaba yo a mi parada, me sentía con náusea, y mis manos temblaban como si tuviera un ataque de nicotina. Algo acerca de ese hombre estaba “mal”. Él era, pensaba, una especie de freak. Un sociópata quizá, uno de esos tipos callados que guardan docenas de cabezas de mujeres en un refrigerador, con su madre como primera víctima.
Por un tiempo, me dedique a holgazanear de manera intencional después del trabajo. Me paraba en los centros comerciales y kioscos cerca del metro sin intenciones de comprar nada. Por un par de semanas, evadí tomar el metro a esa hora, y siempre que me encontraba en la parada, titubeaba para entrar en él. Me asegure de siempre tomar el carro más lejano del cual había visto al hombre.
Entonces, una mañana, vi a otra persona que alarmo las campanas de emergencia de mi cabeza. Una mujer, que lucía tan simple, tan fuera de lugar, y tan ignorante de la conmoción de su alrededor. Me di cuenta entonces, que reconocí a la mujer en el momento en el que mi obsesión de mirar a las personas empezó nuevamente, debido al aburrimiento. Lo más grave, es que este hobby de observar a las personas se había vuelto una especie de religión para mí; Me di cuenta que no podía entrar al metro o a un autobús sin examinar a todos, llenando listas mentales en mi cabeza: Colores sólidos y simples, no usaba bolsa, pulseras o accesorios. No miraba casualmente a las ventanas o hacia otros pasajeros. Empecé a llamarlos los extraños.
No los veía a diario, ni cuando empecé a utilizar el metro aun cuando no lo necesitaba. Pero estaban allí, de manera constante. Ver uno de ellos hacia que la mandíbula se me trabara, mis palmas sudaran y que mi garganta se secara. Si alguna vez has dado un discurso en público, sabes cuál es la sensación.
Ellos no me prestaban el más mínimo de atención, a pesar de que sentía que estaba en display para ellos. Como era posible que ellos no me notaran?
No me notaban, al menos no de una manera que yo pudiera sentir. Eventualmente, mi curiosidad supero a mi miedo, y decidí seguir a uno. Elegí al primero que encontré, el hombre del tren de la tarde que siempre se sentaba en el mismo lugar. Tome un asiento, y me senté detrás de él. Llegando casi al final de la línea, él se levantó y camino antes que yo. Manteniendo distancia entre nosotros, lo seguí, pero el no llego muy lejos. Se sentó en una banca cercana, tan poco expresivo como siempre. Así que me puse detrás de una esquina y espere, tratando de parecer indiferente. Después de unos minutos, llego el siguiente metro lo vi tomarlo, sentados en el mismo asiento. No tuve el valor para seguirlo otra vez.
Simplemente tomo el metro al final de la línea y ya! Y luego qué? Se fue de regreso? Porque haría eso? Me preguntaba durante el camino a mi casa y mientras trataba de dormir. No podía dejar esto así, no hasta saber un poco que estaba pasando. Me sentía más que confundido: Estaba realmente enojado! Porque este extraño tipo sacado del valle desconocido tomaba el tren de ida y regreso sin ir a ningún lado?! Recuerdo leer en algún lado que la mente rechaza ciertas cosas simplemente porque son agravantes; Por ejemplo, las arañas perturban a muchas personas, especialmente las grandes… Lucen simplemente extrañas, alíen para nosotros. Ese era el efecto de los extraños en mí. Ofendían a mis sentidos!
Lo seguí nuevamente el día siguiente. Y otra vez el día siguiente. Todos los días por al menos una semana; Los dos hacíamos nuestros viajes silenciosos juntos. Para el fin de semana, lo seguía por horas hasta que el último tren se detenía cerca de mi departamento. Nos movíamos de un lado de la ciudad al otro, y de regreso. Ya no miraba a las personas. No tenía ojos para nadie más , aunque si notaba algunas miradas confusas hacia mí. Fuera de eso, nosotros podríamos ser las únicas personas del planeta por lo que me importaba.
Perdí mi trabajo la siguiente semana. Mi jefe fue amable, tímido pero firme. No me concentraba. No tenía enfoque. No estaba siendo productivo. Fue de hecho, un gran discurso, me parece, pero apenas podía oírlo. Solo podía pensar en mi “Trabajo” nuevo, mi vigía… Que es lo que hacia ese hombre, esa cosa en el metro cuando no estaba yo para observarlo? Deje el trabajo por última vez casi al anochecer ese día. Desearía haber prestado más atención aquel día. Estaba soleado? Era verano? Pude haber tomado un helado y cappuccino, o ver a algunas chicas bonitas para sacar esa obsesión de mi cabeza. O quizás encontrar un nuevo trabajo y esta vez, dedicarme a leer en los trenes y autobuses.
En lugar de eso, espere. Espere en la estación hasta que lo vi en una ventana. Me subí al vagón del tren y note por primera vez que mi piel no estaba pegajosa, ni mis manos húmedas ni mi corazón latía fuertemente. Por primera vez, me senté justo frente a él, directamente en su línea de visión. Espera por un cambio en sus gestos. Acaso me reconocería? Si lo hizo, no vi señales de ello realmente me fijaba en él. Me imagino la pareja que hacíamos, sentados uno frente al otro mirándonos fijamente. No iba a permitir expresar mi furia interna , pero realmente me esforcé en permanecer tan inmóvil e inexpresivo como él. Pero por dentro, le gritaba. “Reacciona maldito imbécil! Mírame carajo, quiero saber que eres!”
No lo hice, y mis demandas silenciosas no fueron respondidas, no en la primera vuelta, o la segunda, o la tercera, ni en la décima. Viajamos mucho esa noche juntos, y en cada terminal, nos bajábamos y esperamos. me sentaba a su lado en la banca, observándolo desde la esquina de mi ojo, y aun así, no obtuve nada de él. Pero dos pueden jugar ese jueguito.
Finalmente, realizamos nuestro último viaje juntos. Lo tenía, y lo sabía. En el último viaje de los trenes en la noche antes de que estos dejaran de correr. Siempre lo dejaba ir a partir de este punto, porque la terminal representa un largo camino a mi casa, y los autobuses dejan de operar casi al mismo tiempo que el metro. Pero esta vez, lo seguí, para finalmente saber que hacia cuando los trenes dejaban de funcionar. finalmente obtendría respuestas… Quizá.
El tren se detuvo, y la anticipación crecía en mí. El vagón se vaciaba alrededor nuestro lentamente, hasta que solo quedamos los dos observadores silenciosos. Luche internamente por mantener una sonrisa maniática.
El extraño no se movió, seguía sin reaccionar. El carro permanecía inmóvil, con las puertas abierta. Se escuchó el aviso de que habíamos llegado al final de la línea, y que todos tenemos que desalojar el metro. El extraño seguía sin moverse. Finalmente, escuche unos pasos, un conductor o alguien, asomándose para asegurarse que nadie se quedaría en los vagones antes de llevar el tren a donde quiera que lleven los trenes en la noche. Aun así, no quite la mirada de mi acompañante silencioso.
Logre ver al conductor desde la esquina de mi ojo cuando finalmente llego a nuestro vagón. Se asomó, puso sus ojos en nosotros, y puso un gesto de extrañeza en su cara. Parpadeo un par de veces. Espere a que el hablara en el momento que se acercó, pero con una ligera negación en su cabeza, nos dejó. Había un vagón más después del nuestro, y escuche que lo reviso, y unos minutos después, el tren se empezó a mover nuevamente. Avanzamos por un rato, después dio una vuelta, y el tren se detuvo en su aparcamiento. Pude ver a re ojo los demás trenes a lado nuestro.
Y entonces, me sonrió. Fue muy ligero, que hubiera pasado desapercibido, si no hubiese estudiado su cara. “Así que”, me dijo en un áspero tono, “Hemos llegado”.
Trate de responderle, pero no pude hacerlo. Mi garganta se secó. Me llene de terror. Sentí que la caverna subterránea en la que estábamos, se había derrumbado sobre de mi de repente. tosí, y finalmente, con una vos rasposa, le pregunte lo que me había mantenido despierto y me había llevado casi a la locura, y me atrajo a este momento. “Que eres tu?”
Me ignoro. Se levantó y las puertas del tren se abrieron. Entonces, de manera sorpresiva, me se volteo para mirarme diciéndome, “Vienes?” no espero mi respuesta y camino en la plataforma. Temblando, y tropezándome, lo seguí. “Carajo, vamos, háblame, que eres?! Porque viajas en el metro todo el maldito día?!”. No me miro siquiera, ni detuvo su paso. No podía ver su cara, pero me es fácil adivinar que no reacciono en lo absoluto. Lo seguí por un rato, gritándole todavía por un rato, pero eventualmente me rendí.
Caminando en la plataforma hasta que llegamos a un cruce. estábamos ahora perpendiculares a los trenes a nuestro alrededor. El camino estaba iluminado desde arriba, pero no podía ver donde terminaba. Parecía haber demás iodos trenes como para servir a la ciudad. Pero no me importaba, mi atención estaba en el extraño.
No estoy seguro de cuánto tiempo caminamos. el extraño de repente se detenía para mirar un vagón por un par de minutos, para después seguir su camino. Me tomo un rato entender el porqué, pero eventualmente vi que no todos eran iguales. Largas líneas de ellos lucían similares, pero a veces notaba un modelo diferente. A veces eran un poco más chicos o más grandes o a veces eran de un modelo un poco diferente. Incluso las cabinas de los conductores eran superficialmente diferentes también. No sabía exactamente que estaba buscando el extraño, porque después de una vuelta, las puertas de un vagón se abrieron frente a nosotros. Entramos y tomamos nuestros asientos.
“Estas dispuesto a hablar ahora?”, le pregunte. No hubo respuesta. Suspire de frustración y realmente empecé a pensar en darle un golpe en la cara, cuando de repente, las luces del tren se encendieron, y el motor se encendió nuevamente. “Qué carajo..?”
Me miro de una manera casi triste. “No podrás regresar”.
“De que me estás hablando? Regresar a dónde? No me respondió. De repente, el tren se puso en movimiento en dirección contraria de dónde venimos. Al menos, eso creo. Lo mire, y note que su Mirada vagabunda se hacía cada vez más aguda, y por primera vez, tuve la sensación de que me miraba.
“Calla, mantente en silencio. No llames su atención”.
El tren se detuvo, y las puertas se abrieron, y entonces, ellos entraron como una ola. No sé qué fue lo primero que note –Los extraños ropajes, los brazos demasiado largos, cuyas manos casi se arrastraban por el piso, los ojos completamente negros, o su piel azuleada. Mi cerebro tardo mucho en procesar lo que mis ojos veían, pero cuando finalmente lo hizo, sentí que mi Corazón estallaría. Diablos, creí que yo estallaría por completo. Mis instintos me gritaban –Quédate quieto! No te muevas, no llames su atención!!!”
Viajamos en el vagón del metro quietos y sin expresión por horas, por días quizá. Parecía más larga de la línea que conocía, la línea por la cual seguí al extraño. Esas cosas horribles a nuestro alrededor parecían no prestarnos atención. Estaba tan petrificado, tan asustado, que cuando finalmente regresamos a la caverna con trenes, colapse en lágrimas , con el extraño mirándome impacientemente.
Cuando gane control de mí mismo, lo mire y le implore, “Llévame a casa… Por favor…”.
“No puedo” –replico-. “No sé cuál de estos te llevara de regreso, si alguno puede hacerlo”. Se paró y salió del vagón, y entonces lo seguí. Volteo de repente exclamándome ¨Creo que me has seguido suficiente!”
La furia que tenía antes con él, la que se disipo por el miedo, regreso nuevamente. “Que?” le grite, acercándome. Lo tome por lo hombros, y con una fuerza que no sabía que estaba en mí, lo empuje en contra de uno de los vagones. “Maldito hijo de puta, que carajos me hiciste?!”. Lo azote una y otra vez. “Llévame de regreso!” Él se quedaba mirándome pasivamente mientras mi furia me dejaba vacío. “Por favor, por favor llévame a casa”.
“Así no funciona. Si estamos juntos, es más probable que nos noten. Vete. Quédate quieto y se sutil, y ellos creerán que eres uno de ellos”.
“Como me pudiste hacer esto, porque?!”
Me miro casi tristemente. “Tenía que hacerlo. Tú lo harás también. Quedaras… atorado algunas veces”. Se quitó mis manos de mis hombros, y se alejó de mí. Me puse de rodillas, después de perder mi fuerza repentinamente, y lo vi alejarse. “Lo siento”. Y entonces, se había ido.
Trate de encontrar el camino por el que había iniciado, encontrar un tren que reconociera, pero no estaba ya seguro de a dónde iba. Finalmente, encontré un tren que parecía vagamente familiar. O al menos estaba tan desesperado que eso quería creer. Cuando me acerque a la puerta, esta se abrió para mí y tome asiento. El metro se movió, y a pesar de ser un ateo de toda la vida, ore por encontrar la salida. El tren se detuvo, y por un momento pensé que estaba salvado. Gente! Seres humanos! Debo ser el hombre más afortunado del mundo!
Entonces note los ojos. Específicamente, el gran tercer ojo al centro de sus frentes. “Bien al Diablo contigo, Dios”, pensé.
Su tercer ojo parpadeaba independientemente de los otros dos, lo cual encontré nauseabundo. Y cuando uno de ellos sonrió, note que sus dientes eran filosos y con chuecos, y verde-amarillo por la suciedad. Pero aun así fui cuidadoso y selectivamente ciego.
Entonces note que no había ni comido ni tomado liquido por horas, quizá días, y sentía que necesitaba comer algo.
En la siguiente terminal, decidí tratar de encontrar algo que comer y beber. No sé porque espere, pero me pareció importante – Llegar al final de la línea. Cuando llegue allí, me costó mucho salir del vago; Nunca había visto al extraño salir de bajo tierra; Nunca lo había visto ni comer ni beber. Sin embargo, mi estómago no tomaría un no como respuesta. Trate de poner mi cara lo más neutral posible y salí de la estación.
Estaba enojado, perdido, hambriento y abandonado a un destino que si no fuese pero que el infierno, era dos veces más estúpido y con tres veces menos sentido. No estaba en mi mejor estado mental. Normalmente trataba de dar vueltas amplias en las esquinas para evitar chocar con alguien o algo. Continúe en la obscuridad por un buen rato hasta llegar a una pequeña abertura en la pared. Hambriento y desesperado, me senté en la pared, con mis piernas totalmente recogidas, imaginándome a mi golpeado al maldito extraño con un martillo hasta la muerte. Era una imagen aliviadora.
Una rata estaba merodeando cerca en la obscuridad. Normalmente, la hubiera pateado para espantarla, pero ahora no me moleste ni por eso. Rabia o lo que sea sería una bendición comparado a viajar por subterráneos de mundos desconocidos, solo y perdido. Cuando se me acerco, no la espante, aun cuando se pegó a mi pierna, no me importo. No hasta que un tren paso, y la luz de los vagones iluminaron el lugar en el que yo estaba, y la cosa que yo creí, era una rata.
Parecía una rata, sí, pero con facciones arácnidas. Como si alguien las hubiera cruzado, resultando en la horrible abominación que husmeaba por mi pierna. Me pare rápidamente, y la patee como un balón de soccer, al lado opuesto de la pared, y la mire retorcerse hasta que el tren paso regresando la obscuridad.
Y en la obscuridad, me llegó un horrible pensamiento; Me pregunto si se podrá comer esa cosa. Me asqueaba el imaginármelo, pero estaba hambriento. Y no había garantía de que encontraría comida en este lugar, o en algún otro momento. La cosa esa era mi única opción. Me mantuve tanto como pude, pero creo que mis instintos de supervivencia triunfaron sobre mi asco. Tenía mi encendedor, pero nada conque encender un fuego. Tome un poco de carne de su cascaron, y la cocine un poco con el encendedor, pero no ayudo mucho. Nada hubiera podido. La carne era fétida, más fétida de lo que puedes imaginarte. He comido muchas cosas cuestionables en mi vida, pero nada tan asqueroso, como la carne de esa cosa.
En retrospectiva, Fue ese momento en el que me convertí en un extraño. Antes, me costaba mantenerme sin expresiones como los otros. Destazar y comer una creatura casi alíen en la obscuridad, bajo un mundo extraño, alienígeno, fue cuando perdí toda la cordura. Para cuando deje la obscuridad, y regrese al túnel, estaba tan falto de expresiones y vacío por dentro como el primer extraño que había visto.
Eso no fue lo peor sin embargo. Lo peor vino después, la primera vez que me atasque. El extraño la había mencionado, pero en el estado que estaba, casi no lo note, Una noche, al final de la línea, s eme pidió abandonar el tren en un mundo casi parecido al mundo normal. Le gente allí era casi humana, por lo que podía reconocer. Eran anaranjados y jorobados, seguro, pero fuera de eso, eran prácticamente “normales” –En el “mundo” que había visitado anteriormente, habitaban creaturas gordas con seis pechos sin nariz, así que los tipos anaranjados lucían bastante hermosos para mí-.
Al principio pensé que el conductor le hablaba a alguien más , pero yo era el único en el vagón. Y además, le entendí. Cuando me pare, me di cuenta de porque no me podía parar derecho: Tenia una joroba, y vi mi reflejo que tenía la piel naranja. Entonces me di cuenta de todo. Atorado significaba, estar atrapado en este mundo. Sería útil de no ser porque es posible dejar la “estación”, pero al momento de poner un pie fuera de ella, te das cuenta de los nauseabundo que es para ti un mundo alienígena. Tu cerebro hace comparaciones y trata de establecer normalidad, lo que te pone demasiado nauseabundo.
No podía ni quería quedarme en ese lugar. Solo quería una de dos cosas: Encontrar mi hogar, o encontrar al extraño que me puso en este camino, y patearle el trasero. Nada más me daría alivio.
Algunas veces me pregunte si podía hacer yo que algún pobre bastardo me siguiera en este inframundo por la eternidad… Si podría atraerlo de alguna manera… Resulta que no tenía que hacerlo. Después de unos meses, uno de ellos, me noto, y si, comenzó a seguirme por semanas. De manera cuidadosa, hice los posible por parecer que no lo había visto, justo como el extraño había hecho conmigo. Pero estaba indeciso entre el deseo de advertirle o de traerlo al final de la línea para dejar este inframundo de una vez por todas.
La última noche, el me siguió al final de la línea, justo como yo lo había hecho alguna vez. No tuvo el valor de sentarse frente a mí, sin embargo. Cuando el tren se detuvo, el huyo rápidamente. Deje el vagón, y el tren se fue sin mí, mientras yo maldecía en mi interior. Mientras caminaba hacia los túneles, el joven que me había estado siguiendo, me ataco. Tenía un cuchillo curveado y me tomo absolutamente de sorpresa. Pero ya había viajado por mundos hostiles por anios, así que mis reflejos eran muy agudos.
Peleamos viciosamente, hasta que pude hacer que soltara el cuchillo, el cual tome, y accidentalmente hundí en su cuello. No quería matarlo, ni siquiera estaba enojado. Mientras el yacía en el suelo, desangrándose, me enoje mucho. Lo patee repetidas veces mientras le gritaba, “Idiota, se supone que debías seguirme!”. Hui de la escena del crimen, pero no por mucho; era temprano, y podía tomar el primer tren. Así que tome el primer tren, una vez más al final de la línea, a la “central”. Era invisible para el conductor una vez más . Supuse entonces que, para llegar a la “central”, debes de llevar a uno, o matarlo.
Era invisible otra vez, pero también era naranja y jorobado, hasta la siguiente vez que me quede atorado. Esta siguiente vez, mate nuevamente. Ese otro cayo mucho más rápido. No quería que ella me siguiera. Una vez que me reconoció ella como un extraño, yo la reconocí como la “próxima” y tome mi decisión. No voy a atraer a nadie a esto.
Me Pregunto ahora del extraño que me introdujo a esto. Como lucia originalmente, y si sabía que podía matarme. Me pregunto también de los otros que vi antes, y de las raras ocasiones que me topé con otros extraños en mis viajes en el inframundo. Matan o los atraen? E independientemente de lo que eligen, lo consideran piedad? No me atrevo a hablar con ellos. Estamos condenados de todas maneras, y los condenados debemos sufrir en soledad.
He matado ya a 15, y me he hecho muy bueno en ello. Pero he tomado una decisión. No matare más – inocentes, al menos -. Antes de llegar a la “centra;” por primera vez, llene mi mochila con tanto papel como pude, y escribí esta historia, cientos de veces, dejándolos en botellas en las estaciones. Esta es una advertencia y una petición.
Mi petición, como ya dije, es la de encontrar a mi madre un mentira. Una mentira blanca. Dile a mi mama que la amo, y que intento regresar a casa. Quizá le dé un poco de esperanza, o un poco de paz. Ojala fuera verdad. Pero esta es la cosa: Me he visto a mí mismo como Odiseo, tratando de regresar a casa, aunque perdido y sin rumbo. Perdido en túneles interminables, como un laberinto. Pero con una diferencia: Un laberinto es diseñado, construido. Alguien o algo creo este lugar imposible. Me reclutaron como a Teseo, pero no voy a jugar ese papel. Sus extrañas reglas me convirtieron en un monstruo, así que seré el minotauro de este laberinto. Y si puedo, destruiré todo lo que está a mi alrededor, y destruiré a lo que hicieron este lugar. Los hare responsables de esto.
Mi advertencia es que debes de tener mucho cuidado en lugares públicos, de las personas silenciosas e inexpresivas. Hombres o mujeres. Pueden matarte. O pueden hacerte algo peor. Si los ves, aléjate, huye rápidamente. Pero más importante: No tomes el metro al final de las líneas.
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