viernes, 16 de agosto de 2013

PALABRAS DE LUZ




A finales de 1987, el canal de noticias WSB-TV 2 de Atlanta, Georgia, estaba intentando rellenar con algún programa interesante las mañanas de domingo.
Tras unas pocas solicitudas de algunos empresarios interesados en ocupar esa hora de emisión, decidieron dejar esa hora al reverendo Marly Sachs para emitir un programa de temática religiosa. El programa fue estrenado el 18 de octubre con apenas publicidad.


El programa consistía en el reverendo sentado en una silla y leyendo pasajes de la Biblia ante la cámara e interpretándolos para aplicarlos a la vida moderna, al día a día. El programa tenía una audicencia aceptable y siguió siendo emitida hasta principios de diciembre. Fue entonces cuando el estudio empezó a recibir extrañas quejas de los expectadores del programa, de nombre "Palabras de Luz con el reverendo Marly Sachs".


Las llamadas eran todas de mujeres, que decían experimentar cosas extrañas en algunos intervalos específicos del programa. Describieron nauseas, dolor de espalda, mareos y visión borrosa. Estas personas, sin pruebas concluyentes, estaban convencidas de que era el programa el que causaba estos extraños síntomas. Tras tres semanas de quejas, se averiguó que esos "síntomas" ocurrían en intervalos de doce minutos a lo largo del programa.


El pequeño estudio revisó todo el equipo de grabación, tanto de audio cómo de vídeo, y no encontró nada extraño. Cuando se avisó al reverendo de esos incidentes, el simplemente se encogió de hombros y declaró, crípticamente, que "Algunos no pueden soportar la voz de Dios..." El director del estudio, a pesar de las llamadas, decidió continuar el programa.


En febrero, la audiencia descendió en picado, por lo que se decidió cancelar el programa. El estudio consideró más oportuno hablar de las noticia más importante de los últimos días; la epidemia de abortos. Empezando esta extraña epidemia en noviembre, el número de embarazadas abortando de forma natural en el área urbana de Atlanta había alcanzado una friolera de 300 abortos. Nadie tenía una explicación lógica para este terrorífico fenómeno.


El reverendo se tomó la cancelación del programa con lo que muchos describieron cómo asco. Cuando se lo comunicaron, no protestó, simplemente negó con la cabeza, sabiéndolo. Dejó el estudio tras el último episodio emitido sin decir nada. Nadie volvió a saber de él, ni siquiera los miembros de su congregación. El estudio cambió de temática, llenando el hueco vacío que había quedado con un informativo concentrándose en el tema de los abortos.


Un año y medio después, un interno de los estudios de la WSB encontró las cintas de "Palabras de Luz" y empezó a verlas con la intención de recopilar escenas para un reportaje sobre el impacto religioso en la ciudad. El Incidente de Atlanta (cómo se comenzó a conocer al caso de los abortos) se detuvo tres meses después de que el estudio cancelase el programa del reverendo Sachs y que este se hubiese esfumado. A medida que el interno iba investigando las cintas, hizo un macabro descubrimiento.
Intentando detener una de las grabaciones en el minuto 10, segundo 45, sin querer, le dio a avanzar el vídeo a cámara rápida. Mientras el vídeo avanzaba a gran velocidad, el intentó corregir su error, pues el botón se había atascado. Cuando consiguió detenerlo, el vídeo se había congelado en el minuto 32, segundo 1. El interno cayó hacia atrás al ver la imagen congelada en la pantalla; la imagen de una cabeza descompuesta ocupando toda la escena. Cuando se hubo repuesto de la visión, hizo retroceder la cinta, y fue cuando se dio cuenta de que su mente no le estaba jugando ningún truco. Viendo la cinta entera, pronto descubrió que la escalofriante imagen se repetía exactamente en intervalos de doce minutos.




Pensando que era algún tipo de broma, se lo mostró a uno de los técnicos que trabajaron en el programa, esperando una mofa por parte de este. El técnico se quedó tan perplejo cómo él. Nadie había tocado esas cintas desde que cancelaron el programa. Después de que el estudio cerrara, por la noche, el interno convenció al técnico para que le ayudase a investigar todas las cintas de “Palabras de Luz”. Descubrieron que absolutamente todos los capítulos tenían la misma anomalía en los mismos intervalos de tiempo.
También se percataron de que, conforme el programa avanzaba, la imagen se volvía cada vez más perturbadora, con gusanos devorando la carne y trozos de pelo y piel que se habían desprendido de la cabeza. El técnico aclaró al interno que lo que estaban viendo era técnicamente imposible. El mismo aseguró que, habiendo estado filmando el programa, era imposible insertar aquella imagen.
Todo esto fue mostrado al director quien, temiendo que fuese un sabotaje, ordenó destruir las cintas. Les dijo al interno y al técnico que no tenía interés en saber quién había hecho eso; además, añadió: “Nuestra preocupación ahora es cubrirles el culo a la audiencia”. Ordenó que no se volviera a tocar el tema.
El técnico olvidó el tema fácilmente, recordando el incidente cómo una oscura anécdota personal. En cambio, el interno no se rindió. Hizo copias de todas las cintas que pudo antes de que estas fueran destruidas y se las llevó para ver si podía encontrar algo más en ellas que indicase quién hizo aquello.


Una semana después, insistió al técnico para que volviese a colaborar con él, alegando que creía haber descubierto algo peor incluso que las imágenes en sí; cuando los marcos de tiempo eran editados para estar juntos por orden cronológico, la boca de la cabeza parecía moverse, cómo si estuviese intentando formar palabras. El técnico, temiendo por su puesto de trabajo, le pidió que se deshiciese de las copias y no volviera a hablar de aquello.
Una semana después, la policía fue al domicilio de una mujer anciana en uno de los suburbios de Atlanta, de noche, después de que esta llamase a Emergencias. Había escuchado horribles ruidos provenientes del apartamento de al lado, donde vivía una pareja joven. Dijo a Emergencias que la mujer estaba embarazada y parecía aterrorizada por algo que había pasado. Cuando los agentes llegaron, veinte minutos más tarde, vieron que la puerta estaba entreabierta y las luces apagadas. Entraron en silencio y, despacio, se introdujeron en el salón.


Dentro encontraron a la mujer, muerta, con su abdomen abierto. La herida dejaba un rastro de sangre desde ese punto hasta el sofá. Allí estaba su marido, el interno del estudio, desnudo, con su hijo no nato a sus pies, muriéndose. En su mano sostenía la oxidada pieza de metal con la que había destripado a su esposa. La televisión estaba encendida, emitiendo un bucle de 18 segundos de una cabeza en descomposición balbuceando algunas palabras ininteligibles.



La historia que la policía hace pública estos días es que el interno susurraba una y otra vez mientras se lo llevaban; “La Luz de Dios les llama...”

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