miércoles, 31 de julio de 2013

LA GASOLINERA

Trabajo en una gasolinera en la zona rural de Pennsylvania. Es un trabajo aburrido, pero sencillo y bien pagado. Hace unas pocas semanas, llegó un nuevo trabajador; Se llama Jeremy.
Jeremy es una persona extraña. Tiene entre 25 y 26 años y apenas habla, pero tiene la risa más siniestra que he escuchado en mi vida. Tanto mi jefe como yo notamos eso, pero nunca fue un problema, así que tampoco hablamos mucho sobre el tema. Los clientes no se quejaban de él, y su trabajo siempre había sido impecable. Unas semanas después, sin embargo, fue cuando las cosas empezaron a torcerse. Que un empleado hurte cosas puede ser un grave problema, y solo hay una persona por turno trabajando en la gasolinera (pues es un establecimiento pequeño). Hace dos semanas, mi jefe se dio cuenta de que nos estábamos quedando sin gasolina. Al principio, eran solo pequeños barriles, luego tanques enteros. Pronto, cargamentos completos se habrían acabado antes de que terminase un solo día, y siempre era después del cambio de turno de Jeremy. Mi jefe revisisaba las cintas de seguridad cada noche, pero nunca pillaba a Jeremy. Él siempre terminaba su turno y cerraba, y entonces ya no había gasolina al día siguiente.

Me jefe suele llevarse las cintas a casa, intentando pillar a Jeremy, pero una noche su hija tenía un partido de fútbol, así que me pidió que revisase la cinta por él. Me ofreció pagarme el doble, evidentemente sin que el resto de mis compañeros se enterasen. Hay tres cámaras en el establecimiento, así que fueron tres las cintas que me dio. Me imaginé que sería una noche larga y aburrida, pero estaba ahorrando para unas buenas vacaciones y ese dinero extra me vendría realmente bien. Me llevé las cintas a casa, puse la primera en mi viejo reproductor de vídeo y me senté en el sofá.

La cinta era de hace dos días. Jeremy empezó su turno a las cuatro de la tarde. Todo se veía normal al principio. Entró en el mostrador, cambió el puesto con la compañera anterior a él y se quedó allí, esperando clientes. La primera persona que vino fue la señora Templeton, una clienta habitual (en el vídeo indicaban que eran las 16:03). Compró una cajetilla de tabaco y un periódico que pagó con un billete de veinte. Nada fuera de lo normal. El siguiente era un chico de la zona llamado Ron. Conduce una motocicleta, y suele pasarse de forma habitual. Rellenó el depósito de su moto, compró una bolsa de cecina, pagó con su tarjeta de crédito y se marchó. El siguiente fue un chico con un sombrero de vaquero. Nunca lo había visto, pero como es normal en una gasolinera, no era raro ver a extraños. Gastó cuarenta dólares en gasolina diesel, pagados con un billete de cien, y siguió su camino. Me acomodé en el sofá y suspiré. Lo único más aburrido que trabajar era ver cómo otros lo hacían.

Aun así, la oferta de mi jefe era más que suficiente para hacerme continuar viendo las cintas. Todo se veía normal. Tenía la sensación de que si Jeremy era el que robaba la gasolina, ya sabía que sospechábamos de él. No creía que fuera a ser tan tonto cómo para dejarse cazar por una cámara. Todo se mantuvo aburrido y rutinario hasta las cinco en punto.

A las cinco y tres minutos, la señora Templeton regresó; quizás se había dejado algo. Pero no fue así. Compró el mismo paquete de cigarrillos y, después, el mismo periódico. Pagó nuevamente con un billete de veinte. Era raro, pensé,  pero sabía que era algo despistada. Creí que Jeremy debería haberle dicho que ya había comprado aquello, pero no está contra las normas vender lo mismo dos veces. Fue entonces cuando Ron volvió. Rellenó de nuevo el depósito de su moto (incluso me fijé en la cámara exterior, pensando que quizás era para rellenar el depósito de un coche, pero no; era la motocicleta) y compró una vez más la bolsa de cecina. Pagó de nuevo con su tarjeta de crédito.

No me preocupé mucho, pensando que solo era una extraña coincidencia. La señora Templeton es olvidadiza, y Ron probablemente tuviese más de una Harley. Fue entonces cuando el chico del sombrero de vaquero regresó. Sentí un escalofrío. "¡No compres diesel, no compres diesel!", empecé a susurrar a mi vacía sala de estar. Pagó cuarenta dólares en diesel con otro billete de cien. Cada movimiento que hacía era idéntico al que hizo en su primera visita, incluso cuando se rascó la nariz al momento de salir por la puerta. O ese chico era rico, o tenía muchos camiones, o estaba ocurriendo algo realmente bizarro. Continué viendo la cinta.

Cada cliente a la hora siguiente era el mismo. Cada uno de ellos. Estaba realmente conmocionado, y entonces, a las seis y tres minutos, la señora Templeton volvió. Compró el tabaco y el periódico de nuevo, y pagó, una vez más, con un billete de veinte. Pensé que se me estaba yendo la cabeza. Vi solo una media hora de vídeo hasta que tomé el mando y comencé a avanzar el vídeo rápidamente. Todo era lo mismo. Cada cliente volvía exactamente una hora después.

Ya sé lo que estaréis pensando. Ese capullo astuto de Jeremy había modificado las cintas. Había hecho un bucle de su primera hora de trabajo una y otra vez. Pero no era así. Las ventanas alrededor del mostrador iban mostrando la luz según la hora del día. No había ningún bucle, y tampoco podría haber cogido la cinta para modificarla (solo hacía su trabajo, reponiendo y limpiando). Pero los mismos clientes seguían apareciendo una y otra vez.

En aquel punto ya había entrado en pánico. Algo estaba yendo realmente mal en aquellas cintas, y no tenía una explicación lógica para ello. Aceleré el vídeo hasta la parte en la que cerró la gasolinera y fue a su coche. No había robado nada, pero continué atento a cualquier cosa. Volví a acelerar el tiempo una vez más, hasta medianoche.

Exactamente a las diez y tres minutos, de la nada, apareció la cara de Jeremy ante la cámara. No digo que viniese y mirase a la cámara, si no que justo cuando llegó el minuto tres, apareció su cara, sin más. No estaba mirando a la cámara, me estaba mirando a mí, estaba seguro de ello. Grité y busqué a tientas el mando. Justo en el momento en que lo tuve en la mano, Jeremy desapareció. En un momento estaba, y al siguiente ya no. Me temblaban las manos, pero cogí la segunda cinta y la metí. En ella estaba la grabación de la cámara que mostraba la parte de detrás del mostrador. Salté hasta las doce y tres minutos, pero no había nada. Pensé que igual habría pillado a Jeremy en una silla o algo, pero no había nada. No le vi ni aparecer ni desaparecer. Es como si nunca hubiese estado allí. No conoce el código de seguridad, y no saltó ninguna alarma después de que cerrase.

Lo que si vi, sin embargo, a las 12:03, fue cómo un bote de gasolina desapareció de la estantería. Desapareció sin más, al igual que el rostro de Jeremy, un segundo estaba, y al siguiente ya no. Quité la cinta y me fui a la cama, pero fui incapaz de conciliar el sueño. Mi cuerpo estaba agotado, pero mi mente a plena velocidad.  Aquella cinta fue sin duda lo más terrorífico y extraño que vi en toda mi vida.

Mi turno empieza en unas horas. Mi jefe me pidió que le diese las cintas y que le hiciese saber qué había visto, pero, en serio, ¿qué cojones iba a decirle? A Jeremy le toca el turno de noche hoy, justo después de mí, y mi plan es que cuando cambiemos de turno aparezca el jefe y le plante cara junto a mi (puesto que yo fui el que le pilló "robando"). No tengo ni idea de lo que voy a hacer. Supongo que debería mostrarle las cintas a mi jefe, pero no quiero verlas con él. No quiero ver nada como aquello de nuevo. No podía sacarme la imagen de Jeremy sonriéndome de mi mente; era lo peor que había visto en una cara humana.

De todos modos, voy a intentar al menos dormir un poco antes de enfrentarme a quello. Os dejaré saber lo que me vaya ocurriendo...

ACTUALIZACIÓN (14:49): Estoy actualizando la situación desde el teléfono, lo siento de antemano por los posibles errores. Mi jefe acaba de ver la última de las cintas. Le dije lo que iba a pasar, pero nadie podría estar preparado para algo así. Se quedó acojonado (al igual que yo), y Jeremy debería estar en la gasolinera a las cuatro. Teníamos alrededor de una hora para planear lo que íbamos a decir, pero ninguno de los dos sabía qué decir. ¿Era tan solo un tipejo que robaba gasolina y se dedicaba a asustar a la gente? ¿O era algo más? No sé si es una locura, ¿pero alguien cree que podría ser el causante de aquel extraño bucle?Mi jefe me aseguró que no vio nada parecido en las demás cintas, pero por la forma en la que Jeremy apareció en la cinta, me dio la impresión de que sabía que iba a verla yo. Era como si quisiese que viera lo que era capaz de hacer. La manera en la que sonrió a la cámara, cómo un niño que acaba de construir un castillo de arena y lo muestra a sus padres. No lo sé, probablemente suene estúpido. Voy a hablar un poco más con mi jefe. Debemos calmarnos y ver cómo hacemos esto. Volveré a actualizar por la noche, pero tengo un mal presentimiento sobre lo que va a pasar.

ACTUALIZACIÓN (16:33): No hay señales de Jeremy. Hemos intentado llamarle, pero su teléfono está apagado. Acabamos de llamar a la policía.

ACTUALIZACIÓN (17:33): No hay señales de Jeremy. Hemos intentado llamarle, pero su teléfono está apagado. Acabamos de llamar a la policía.

ACTUALIZACIÓN (18:33): No hay señales de Jeremy. Hemos intentado llamarle, pero su teléfono está apagado. Acabamos de llamar a la policía.

ACTUALIZACIÓN (19:33): No hay señales de Jeremy. Hemos intentado llamarle, pero su teléfono está apagado. Acabamos de llamar a la policía.

ACTUALIZACIÓN (20:33): No hay señales de Jeremy. Hemos intentado llamarle, pero su teléfono está apagado. Acabamos de llamar a la policía.

ACTUALIZACIÓN (22:58): Puta mierda. Puta mierda puta mierda puta mierda. Acabo de llegar a casa y ver mis actualizaciones previas. Ahora todo tiene menos sentido. Esto es lo que os puedo decir. Fui a trabajar, Jeremy no apareció, mi jefe y yo decidimos llamar a la policía, cómo podéis ver. Cuando cogimos el teléfono, el sol se puso. Os juro que fue justo eso lo que ocurrió. Cómo si me hubiera desmayado por cinco horas, y es que exactamente cuando miré al reloj, eran las 21:33. Creo que me vi atrapado en el bucle de Jeremy, tiene sentido Pero ahora las cosas se vuelven más extrañas todavía.

Mi jefe estaba a mi lado cuando me "desmayé", listo para dar veracidad a mi historia ante los agentes. Cuando "desperté", tenía el teléfono en la oreja, pero estaba muerto. No había señal niguna. Mi jefe seguía ahí, pero no se movía. Estaba de pie, congelado. Miré al reloj de nuevo, el cual estaba parado, con la segunda manecilla atascada en las doce. Eran exactamente las 21:33. El reloj del ordenador del mostrador también estaba parado. Mi teléfono estaba congelado. Incluso había un cliente ante el mostrador, esperando a mi jefe para comprar una caja de cigarrillos. Apuesto lo que queráis a que sería su quinto paquete del día.

Salí de allí cagando leches. No cerré, no apagué las luces y, lo siento, no recogí las cintas de seguridad para colgarlas en internet. Creedme, eso fue lo último que se me pasó por la cabeza. La gasolinera en su totalidad estaba congelada. La carretera de delante seguía con su tránsito normal, pero todos los coches aparcados dentro estaban congelados, con la gente en su interior. Recé para que mi coche se pudiese poner en marcha. Afortunadamente, así fue.

De camino a casa, el tiempo volvió en sí. La estática en la radio volvió a ser música, como debía ser, y por lo que veía, nadie se había percatado de la "pausa" temporal. Fui el único que lo vio. Bueno, estoy seguro de que Jeremy también lo sabe. Sigo sin tener pistas de él, ni de su paradero ni de lo que está haciendo. Me voy a esconder en mi cuarto y llamar a la policía una vez más. No sé si me tomarán en serio, pero debo intentarlo. Estoy temiendo por mi vida en este momento. Actualizaré mañana si puedo.

ACTUALIZACIÓN FINAL (10:33): Al final acabé conciliando el sueño sobre las cuatro. No tengo ni idea de cómo lo hice, quizás fuera solo el cansancio. Esta mañana, desperté con el teléfono sonando; era mi jefe. Me había estado llamando desde las seis. Despertó del trance cuando el tiempo volvió a su curso e inmediatamente llamó a la policía. Vinieron a ver qué ocurría y él se lo relató todo con pelos y señales. Los policías pensaban que solo se trataba de descubrir al ladrón de gasolina, o así hizo mi jefe para que le ayudasen a buscar a Jeremy.

Cada trabajador está registrado en los archivos de la gasolinera, así que toda la información sobre Jeremy sería fácil de encontrar. Registraron su dirección y enfilaron a su casa. No os vais a creer qué encontraron.


 La dirección de la casa de Jeremy era tan solo un solar vacío. O así está ahora, al menos. Antes era una casa, pero fue incendiada en 1993. Siendo un pueblo pequeño, casi todos recordaban aquel incendio. Una familia de cuatro personas vivían en aquella casa. Los rumores dicen que tenían un hijo lejano del que nunca hablaban, pero nadie sabía con certeza si era cierto. Lo que si es cierto es que, tras una larga investigación, descubrieron que el fuego fue provocado. Toda la casa fue cubierta de gasolina y se incendió con un cóctel Molotov. La familia entera dormía cuando esto ocurrió; ninguno sobrevivió.

Nunca encontraron al responsable de esto. Más rumores apuntan a que cuando intentaron contactar con el hijo lejano, nadie pudo encontrarle.

De todas maneras, mi jefe, luego, me llamó y me dijo algo que me dejó los vellos de punta. Quería que fuese a la gasolinera. "¿Estás loco?", le dije, pero dijo que los agentes estaban con él. Entonces dijo algo más; el FBI estaba en el pueblo, y querían hablar conmigo, así que fui inmediatamente. Eran sobre las siete y cuarto cuando me llamó, y yo quería ir a dormir. Aun así, sabiendo que igualmente dormiría poco, fui a la gasolinera.

Cuatro hombres vestidos de traje me recibieron y me pidieron que tomase asiento. Me hicieron repetir la historia dos o tres veces hasta que captaron todos los detalles. Les conté todo acerca de Jeremy, las cintas de seguridad y la última noche de trabajo. Todo. Finalmente, tras terminar, los agentes me dijeron: "Oh, santo Dios, tenemos otro en nuestras manos". Entonces me hicieron firmar un montón de papeles acordando que no diría nada de esto a nadie, así que no puedo contar más. Podría estar infringiendo la ley solo posteando esto.

Ahora mismo estoy en casa. No estoy muy seguro de lo que hacer conmigo mismo. Las cosas que me dijeron los agentes cuando les relaté mi historia se me quedarán marcadas por el resto de mi vida.

En cualquier caso, me tengo que ir. Tengo algunos recados pendientes, entre ellos revisar algunas cintas de vídeo. Mi jefe y yo pensamos que el chico nuevo, Jeremy (que da bastante grima) está robando gasolina, y debo comprobar las cintas para pillarle con las manos en la masa. Tengo mejores cosas que hacer, pero mi jefe me ha prometido pagarme el doble sin que lo sepan los demás empleados, y estoy intentando ahorrar para unas vacaciones. Debería ser muy simple; reviso las cintas, la gasolina es robada y yo pillo a Jeremy en el acto, y ya está.

martes, 30 de julio de 2013

ABANDONADO POR DISNEY




Puede que algunos de vosotros sepáis que la compañía Disney es responsable de la aparición de un auténtico "pueblo fantasma".

Disney construyó la "Isla del Tesoro", un complejo turístico en la bahía de Baker, en las Bahamas. En realidad, ¡no tenía intención de ser un pueblo fantasma! Los cruceros de Disney llegaron a dejar turistas allí, para que se relajasen en el lujoso lugar.

Esto es un HECHO. Y podéis comprobarlo.

invirtió treinta millones de dólares en el proyecto. Sí, cómo lo oís.

Entonces lo abandonaron.

La archiconocida empresa culpó a las aguas poco profundas (argumentando que no eran seguras para los cruceros que pasaban por allí a diario), e incluso llegaron a culpar a los trabajadores, diciendo que al ser de las Bahamas, eran demasiado vagos como para trabajar en un horario estricto.

Esta es la historia conocida. Y no termina aquí.

No fue por la arena, y tampoco por el hecho de que los trabajadores extranjeros fueran unos vagos. Ambas excusas son falsas.

Yo mismo fui el que no se creyó esa historia. ¿Y cuál fue la razón de mi escepticismo?

El palacio de Mowgli.

Cerca de la costa de la ciudad Esmeralda, en Carolina del Norte, Disney comenzó la construcción del "Palacio de Mowgli", a finales de los noventa. El proyecto consistía en un enorme complejo ambientado en la jungla con un gigantesco palacio en medio.

Si no estás familiarizado con el personaje de nombre Mowgli, quizás te sea más fácil tomar de referencia la historia de "El libro de la selva". Disney hizo una película de dibujos animados inspirada en dicha historia.

Mowgli es un niño que fue abandonado en la jungla, criado y educado por diversos animales y simultáneamente, siendo amenazado y perseguido por otros.

El palacio de Mowgli comenzó siendo un proyecto polémico. Disney se hizo con gran cantidad de hectáreas para el proyecto, y hubo más de un escándalo en torno a la compra de varias de esas propiedades. El gobierno local expropió muchas propiedades con residentes para vender las tierras a Disney. Incluso con propiedades recién construidas, sin dar ninguna explicación a los propietarios.

Las tierras que el gobierno expropió iban a ser supuestamente usadas para construir alguna clase de autopista. La gente, siendo consciente de lo que pasaba en realidad, comenzaron a llamar al proyecto "La autopista de Mickey Mouse".

También estaba la publicidad que dieron al proyecto. Un grupo de trabajadores de la compañía Disney dieron una charla en la ciudad. Intentaron convencer a todos los habitantes de la ciudad de lo lucrativo que sería el proyecto para todos. Entonces mostraron el arte conceptual; un gigantesco palacio indio... rodeado de vegetación... con hombres y mujeres en taparrabos y aspecto tribal... suficiente para hacer que a nadie le atrajese la idea.

Estamos hablando de un gran palacio indio, con selva incluida, y con gente de aspecto salvaje, no solo en el centro de un área "pija", si no también de una parte xenofoba del sur de Estados Unidos. Era una cuestionable combinación.

Uno de los miembros de la muchedumbre intentó irrumpir en el escenario, pero fue rápidamente detenido por seguridad después de lograr destrozar uno de los carteles de la presentación con su rodilla.

Disney agarró a esa comunidad en contra del proyecto y al igual que aquel hombre enfurecido, la destrozó con su rodilla, metafóricamente hablando. Las casas fueron arrasadas, el terreno despejado, y nadie podía decir nada al respecto. Tanto los periódicos cómo la televisión local estaban en contra del proyecto desde el principio, pero Disney ejerció un severo control sobre los medios, haciendo que sus opiniones careciesen de valor.

Y ocurrió lo mismo que con la Isla del Tesoro en las Bahamas. Disney invirtió millones que desaparecieron en el aire y dejaron el lugar abandonado.

La construcción había finalizado. Los visitantes llegaron a quedarse en el complejo, y disfrutarlo. Las comunidades que rodeaban el lugar fueron inundadas de tráfico y llenas de conflicto por culpa de iracundos turistas.

Entonces todo llegó a su fin.

Disney lo cerró y nadie sabía qué pensar de aquella decisión. Pero, en el fondo, estaban satisfechos con la decisión. La pérdida de Disney fue motivo de jolgorio para aquellos que estuvieron en contra del proyecto desde el principio.

Honestamente, no le di mucha importancia a la historia desde que escuché sobre ella. Vivo a unas cuatro horas de la Isla Esmeralda, así que no fui un testigo directo de todo aquello.

Entonces fue cuando leí el artículo de alguien que había explorado el recinto de la Isla del Tesoro y llenó un blog entero de todas las cosas que encontró allí. Esas cosas eran... objetos dejados atrás. Cosas dañadas, destrozadas, probablemente arruinadas por culpa de los descontentos empleados que perdieron su trabajo.

De hecho, puede que los civiles de la zona también hubiesen colaborado en destrozar aquel lugar. Se sentían igual de enfurecidos que aquellos que no estaban contentos con la presencia del Palacio de Mowgli.

Además, se rumoreaba que Disney había liberado a los animales de su acuario en las aguas locales cuando cerraron... incluyendo tiburones.

¿Quién no la pagaría con los objetos del lugar, después de todo aquello?

Bueno, iré al grano; desde que leí aquel artículo, algo me empezó a rondar la cabeza. Incluso con la de años que habían pasado desde que el recinto cerró, pensé en imitar al dueño del blog e ir de "exploración" al Palacio de Mowgli. Escribiría sobre mi experiencia, tomaría algunas fotos, y buscaría algún objeto que pudiera llevarme de "souvenir".

No diré que fue una pérdida de tiempo el ir a aquel lugar, porque me tomó un año desde que leí el artículo hasta que me decidí a ir a Isla Esmeralda.

En el transcurso de aquel año, me dediqué a investigar sobre el Palacio... o al menos, lo intenté.

Naturalmente, ningún sitio oficial de Disney ni ninguna fuente mínimamente fiable hacía mención de aquel lugar. Había sido cuidadosamente borrado todo rastro de él.

Más raro era, sin embargo, que ni siquiera en blogs, antiguos periódicos o noticias de la televisión se hiciese mención a aquel lugar. Aunque, obviamente, si Disney les obligó a censurar su opinión sobre el lugar, también podría haber movido hilos para evitar que se difundiese la existencia del lugar tras su cierre.

Recientemente, descubrí que las grandes compañías pueden recurrir a Google, por ejemplo, para eliminar resultados de búsquedas... obviamente, no por una buena razón. Pensándolo, puede que el problema no fuese que nadie habló de la atracción, si no que sus palabras se hicieron inaccesibles.

Al final, me costó horrores encontrar el lugar. Todo lo que tenía era un mapa viejísimo que recibí por correo en los noventa. Era un mapa promocional que te enviaban tras haber ido a Disney World.

En realidad, nunca tuve intención de quedarme con aquel mapa. Se quedó olvidado junto a los libros y cómics de mi infancia. Lo recordé apenas unos meses después de haber comenzado mi investigación, y me llevó unas pocas semanas buscarlo entre los posibles lugares donde mis padres podrían haberlo dejado.

Pero, finalmente, lo encontré. La gente del lugar no eran de mucha ayuda, y la mayoría se habían mudado allí en los últimos años. Los viejos residentes solo se mofaban de mí y me hacían gestos desagradables, sin dejarme terminar la frase “¿Dónde podría encontrar el Palacio de...?”

La búsqueda me llevó a través de un largo pasillo de plantas tropicales que habían sobrepoblado la zona, mezcladas con la flora nativa del lugar, que intentaba reclamar la tierra que le pertenecía.

No cabía en mi asombro cuando llegué a la puerta principal del recinto. Dos gigantescas y monolíticas puertas de madera se mostraban ante mí, con los soportes llenos de cortes. Las mismas parecían haber sido atacadas por termitas y pájaros carpinteros.

Colgando sobre la puerta había una placa de metal, con letras pintadas a mano con pintura negra que rezaban lo siguiente; “ABANDONADO POR DISNEY”. Probablemente fue hecho por algún ciudadano o por alguno de los trabajadores en protesta de su despido.

Las puertas estaban lo suficiente abiertas cómo para pasar entre ellas, pero no en coche, así que tomé mi cámara y el mapa y salí de la seguridad de mi vehículo, entrando en el recinto.

Los jardines interiores estaban tan descuidados y consumidos por la naturaleza como la entrada. Las palmeras estaban torcidas y hundidas bajo montañas de sus propios cocos. Las plantas que daban plátanos estaban en las mismas condiciones. Había una especie de choque entre orden y caos, tanto en las flores perenne cuidadosamente plantadas en fila cómo en las malas hierbas y las setas que crecían al lado de éstas.

Lo poco que quedaba de las estructuras al aire libre estaba destrozado, con la madera carcomida y materiales que no podía identificar quemados. Parecía una caseta de información o un bar que fue víctima del vandalismo y el tiempo.

Lo más interesante de la parte exterior era una estatua de Baloo, el amable oso del Libro de la Selva, situado en un pequeño jardín frente al edificio principal. Estaba congelado en un cordial saludo a nadie, mirando al vacío con una tontorrona sonrisa, llena de dientes. Estaba cubierto de excrementos de pájaro, y algunas enredaderas crecían y rodeaban el pilar en el que estaba subido.

Me aproximé al edificio principal; el palacio. Noté que la fachada estaba cubierta de graffitis. Las puertas frontales no estaban; las habían arrancado de sus bisagras y se las llevaron.

Sobre las puertas, o mejor dicho, donde estuvieron, alguien había escrito de nuevo; “ABANDONADO POR DISNEY”.

Ojalá os pudiera decir con exactitud lo que vi dentro del palacio. Estatuas olvidadas, cajas registradoras olvidadas, vagabundos sin hogar...pero no.

El interior del edificio estaba tan vacío, tan desnudo, que daba la impresión de que se habían llevado incluso la cobertura de las paredes. Las cosas que eran demasiado grandes cómo para ser robadas... mostradores, escritorios, falsos árboles... estaban en medio de aquella cámara vacía, que amplificaba cada uno de mis pasos en un eco que daba la impresión de ser los disparos de una pistola.

Revisé el plano y me dirigí a las localizaciones que consideré que pudiesen tener algo interesante.

La cocina era tal y como imaginaba... un lugar muy industrial con todos los electrodomésticos imaginados, sin escatimar gastos. Cada superficie de cristal estaba rota, cada puerta arrancada de sus bisagras, cada superficie de metal aboyada y golpeada. El lugar olía a orina.

El gran congelador, que ya no era tan frío, tenía filas y filas de estanterías vacías. Había ganchos colgando del techo, probablemente en el pasado hubiesen aguantado trozos de carne. Habiendo estado un rato allí dentro, me di cuenta de que se estaban balanceando.

Cada gancho se balanceaba en una dirección aleatoria, pero sus movimientos eran tan lentos y suaves que casi me fue imposible darme cuenta. Pensé que había sido causado por mis pasos, así que detuve uno de ellos agarrándolo con los dedos. Una vez parado, lo solté, pero en unos segundos comenzó a balancearse de nuevo.

Los baños estaban en el mismo estado que el resto del lugar. Como en la Isla del Tesoro, alguien había golpeado cada losa de porcelana con cocos y otros objetos duros. Medio baño estaba inundado por un charco de agua estancada, así que no estuve allí mucho tiempo.

Lo raro es que tanto los retretes cómo los lavabos estaban todos con el agua por fuera, rezumando. Parecía que deberían haber cortado el agua hace mucho, MUCHO tiempo.

Había gran cantidad de dormitorios en el edificio, pero naturalmente no pude verlos todos. Los pocos a los que eché un vistazo estaban igual de destrozados que el resto del lugar, y tampoco es que esperase encontrar algo nuevo. Creí haber visto una radio y una televisión en uno de los cuartos, tanto como me pareció oír una tenue conversación.

Era como un susurro, quizás era mi respiración haciendo eco en aquel silencio sepulcral, o sufriendo un truco de mi mente, pero fue algo así...

1: “No lo podía creer.”

2: (una respuesta corta que no alcancé a oír)

1: "No lo sabía. No lo sabía."

2: "Tu padre te lo dijo."

1: (otra respuesta que no pude oír, aunque más bien parecía un sollozo.)

Lo sé, lo sé, suena ridículo. Solo relato lo que experimenté, podrían haber sido imaginaciones mías o incluso dos vándalos que, de haberme visto, me habrían acuchillado. Decidí volver por donde había venido y explorar otras zonas.

A las puertas del palacio de nuevo, me di cuenta de que no había encontrado nada interesante y que había perdido el tiempo.


Cuando miré hacia la puerta, descubrí algo interesante en el pequeño jardín que había al lado, algo que pasé por alto. Algo que me podría haber dado al menos UNA razón para haber pasado por todo aquello para llegar hasta allí.

Era una realista estatua de una pitón, de unos dieciocho pies de alto, enroscada y “tomando el sol” en un pedestal justo en el centro del área. Estaba poniéndose el sol, así que la luz dejaba a la estatua PERFECTA para una foto.

Me aproximé a la pitón y saqué la foto. Entonces me puse de puntillas y saqué otra. Me coloqué más cerca para coger los detalles de la cara.

Lentamente, la pitón giró su cabeza, me miró a los ojos, siseó y se deslizó fuera del pedestal, huyendo entre la hierba.

Esos dieciocho pies... Desapareciendo entre la hierba alta...

Parecía que Disney había dejado en libertad a todos los animales exóticos. Justo al lado, y según mi mapa, estaba la “Casa de los reptiles”. Debí haberlo imaginado. Había leído el rumor de los tiburones en la Isla del Tesoro, así que debía haber adivinado lo que me iba a esperar aquí.


Estaba estupefacto, bastante. Mi boca debió quedarse abierta bastante rato hasta que volví a la Tierra y reaccioné. Parpadeé un par de veces y volví a enfilar al palacio.

Incluso estando todavía algo aturdido, caminé hacia el edificio sin dudarlo.

Respiré hondo varias veces y me abofeteé a mi mismo para conseguir despejarme tras aquello.

Busqué un lugar para sentarme, sintiendo que mis piernas temblaban. Por supuesto, no había donde sentarse a no ser que me sentase en los cristales rotos, las alfombras de hojas o en un destrozado escritorio de dudosa firmeza.

Vi unas escaleras cerca del vestíbulo, así que decidí sentarme en un escalón hasta que me sintiese mejor.

Las escaleras estaban cerca del edificio, y me sorprendió lo limpias que estaban, salvo por una acumulación normal de polvo. Volví a ver una placa de metal tirada en los escalones, una vez más con el mensaje “ABANDONADO POR DISNEY”, al cual me acostumbré bastante. Tomé la placa y me senté sobre ella tras quitarle un poco el polvo.

Las escaleras continuaban hacia abajo, a un nivel inferior. Usando el flash de mi cámara, pude ver que el camino terminaba en una lámina de metal justo en la puerta. Una señal real que rezaba lo siguiente; “¡SOLO MASCOTAS! ¡GRACIAS!”

Esto reavivó mi espíritu, por dos razones. La primera, que ese cuarto para mascotas podría tener cosas interesantes... la segunda, que el candado seguía en su lugar. Nadie había bajado allí; absolutamente nadie.

Ese podría ser el único lugar que realmente iba a “explorar” y, quizás, donde podría encontrar algo para sacar una foto o llevarme algún souvenir. Había ido al palacio pensando, al fin y al cabo, que estando abandonado, podía llevarme lo que quisiese.

No me tomó mucho tiempo ni esfuerzo desbloquear el candado. Simplemente tuve que darle un par de golpes con la placa de metal anterior para que éste cediera. El tiempo me había facilitado gran parte del trabajo, así que pude abrir las puertas casi inmediatamente.

La zona de mascotas era mucho más llamativa y agradable que el resto del edificio. Había luces fluorescentes en el techo que parpadeaban ligeramente. Además, no había nada roto ni robado, y el tiempo apenas había causado muchos estragos.

Las mesas tenían bolígrafos y teclados, también había relojes... incluso uno colgando de la pared con la hora correcta. Las sillas estaban ordenadas, y había una pequeña zona de descanso con un sofá y una televisión en estática, junto a una mesa con comida y bebida podridas.

Parecía una de esas películas post-apocalípticas donde todo se dejaba en su sitio debido a una repentina huida, como si hubiesen sido evacuados.

Mientras iba introduciéndome más en la zona de “Solo Mascotas”, las vistas eran cada vez más interesantes. A medida que avanzaba, los escritorios y mesas aparecían tirados en el suelo, los papeles esparcidos... Una alfombra de moho cubría el suelo y era casi imposible no resbalarse.

Todo era muy blando; cualquier objeto de madera sobre el que ejercía una minúscula presión se desintegraba, y había ropa colgando de ganchos que parecía que fueran a deshacerse si las tocaba.


Algo que me estaba sacando de quicio era la luz, que cada vez parpadeaba menos, quedándome casi a oscuras a medida que avanzaba.

Finalmente, alcancé una puerta negra con rayas amarillas con las palabras “PREP PERSONAJE 1” grabadas en ella.
La puerta se resistió a abrirse en un principio. Pensé que dentro es donde se guardaban los disfraces, y definitivamente necesitaba sacar fotos de lo que imaginé como una retorcida y olorosa estampa. Probé en varios ángulos, pero la puerta no cedía.
Así fue hasta que me rendí y me giré para marcharme. Fue entonces cuando se escucho un chasquido y la puerta crujió, abriéndose lentamente.
El cuarto por dentro estaba completamente oscuro. Un tono negro. Usé el flash de la cámara a modo de linterna para buscar un interruptor en la pared contigua a la puerta, pero no había nada.

Mientras seguía mi investigación, fui sacudido por una sensación incómoda debido a un fuerte zumbido eléctrico. Varias luces en fila sobre mí se encendieron de golpe, parpadeando, cómo las luces de la sala anterior.

Me tomó unos segundos adaptar mis ojos al parpadeo. De repente, todos los bulbos brillaron mucho de golpe, y pensé que estaban a punto de explotar. Pero antes de alcanzar aquel estado crítico, simplemente se atenuaron un poco y se estabilizaron, evitando cualquier posible explosión.

El cuarto era tal y como lo había imaginado. Varios disfraces de personajes Disney colgando de las paredes, puesto todos juntos y pegados como extraños cadáveres de personajes de dibujos animados colgados de sogas invisibles.

Había una estantería entera llena de taparrabos y ropas nativas colgando de las perchas.

Lo más raro que encontré, y a lo que quise sacar una foto, fue un disfraz de Mickey Mouse en el centro del cuarto. A diferencia de los otros disfraces, estaba tumbado en el suelo, cómo si fuese la víctima de un asesinato. El pelaje del disfraz estaba podrido, carcomido, y con parches.

Más raros eran, sin embargo, los colores del disfraz. Era como una fotografía en negativo del verdadero Mickey Mouse. Negro donde debería haber blanco, y blanco donde debería haber negro. Sus pantalones, normalmente rojos, eran azules.

El espectáculo era tan inquietante que me dije a mi mismo que debía sacarle una foto y guardarla para la posteridad.

Tomé una foto de los disfraces que colgaban de las paredes. Ángulos a contrapicado, desde abajo, todo para mostrar la fila entera de esos pútridos y congelados rostros de dibujos animados, algunos de ellos sin sus ojos de plástico.

Entonces decidí preparar el escenario para una foto. Con la cabeza de uno de los desgraciados personajes, la cual reposaba en el suelo.
Alcancé la cabeza de un disfraz de Pato Donald y la cogí, observándola, con cuidado de que esta no cayese al suelo.

Mientras exploraba esa cabeza de grandes ojos y pico descolorido, un traqueteo entre mis pies hizo que me recorriese un escalofrío.


Miré a mis pies y ahí, entre mis zapatos, había una calavera humana. Había caído del interior de la cabeza de la mascota y se había desecho a mis pies; una cabeza de mandíbula desencajada, mirada vacía y medio fragmentada, observándome.

Inmediatamente tiré la cabeza del pato y me dirigí a la puerta, con el corazón en un puño. A un paso de la puerta, me atreví a mirar atrás, al punto en el que cayó el cráneo.

Debía sacarle una foto, ¿sabéis? DEBÍA HACERLO, por varias razones que podrían sonar estúpidas, pero solo si no piensas detenidamente en ellas.


Necesitaba pruebas de lo que había pasado, especialmente si Disney era el responsable de haber borrado toda información sobre aquello. No había ninguna duda; desde el principio, Disney había sido responsable de esa negligencia.

Fue entonces cuando Mickey, el disfraz de colores negativos, el Mickey opuesto, se empezó a levantar.

Primero se sentó y, luego, se levantó. El disfraz de Mickey Mouse... o quiénquiera que estuviera en su interior, se quedó ahí, en el centro del cuarto, con esa falsa sonrisa, mirándome fijamente mientras yo mascullaba “No...” una y otra vez.

Con un temblor en las manos, un corazón que quería salirse de mi pecho y unas piernas que temblaban cada vez más, necesité un gran esfuerzo para tomar la cámara y apuntar con ella a la criatura negativa que estaba ante mí.


La cámara digital solo mostró píxeles muertos en la pantalla, donde debería encontrarse esa cosa, formando la silueta perfecta de Mickey Mouse. Mientras la cámara se movía en mis temblorosas manos, los píxeles se dispersaron, echando a perder la imagen.

Entonces la cámara se apagó. La pantalla se volvió negra y la cámara dejó de funcionar.

Mis ojos miraron directamente al Mickey Mouse que tenía delante.

"Hey," dijo con la voz exacta de Mickey Mouse, solo que mucho más imponente y quebrada. “¿Quieres ver cómo me quito la cabeza?”

Empezó a tirar de su propia cabeza, clavando sus redondos dedos alrededor de su cuello con movimientos impacientes, como los de un hombre herido que intenta liberarse de las garras de un depredador...

La cabeza empezó a ceder... de su cuello empezó a salir sangre... mucha sangre...

Mucha sangre, espesa, seca, amarillenta...

Me giré justo en el momento en el que se escuchaba el característico sonido de algo al desgarrarse... pero no me detuve ni mire atrás. Solo me di prisa por salir de allí lo antes posible. Sobre la puerta de esa habitación, vi un mensaje final que no había visto antes de entrar. Con marcas de arañazos formando el mensaje sobre la lámina de metal, rezaba lo siguiente;

“ABANDONADO POR DIOS”

Nunca saqué las fotos fuera de la cámara. Nunca escribí una entrada en ningún blog sobre lo que había visto. Después de huir de allí, fue cuando supe por qué Disney no quiso dejar que la existencia de aquel lugar saliese a la luz.

No querían que nadie, al igual que yo, entrase allí.


No querían que nada cómo aquella cosa saliese de allí.

SUPER CURSED BROS. BRAWL [CRÉDITOS A RAURU]

Tantas cosas sucedieron la semana pasada... cosas que he de contar ahora que puedo.

Todo comenzó hace exactamente dos semanas. Habíamos ido toda la familia de compras al centro comercial que había en el pueblo (Para situarnos mejor, ese centro comercial es el Vega Plaza, en Molina de Segura) Por aquel entonces, yo iba a la búsqueda de un Super Smash Bros. Brawl para la Wii, la cual me habían regalado hace ya 10 meses por mi cumpleaños, pero esa búsqueda resultaba inconcluyente. Allá donde iba, me decían o bien que se habían acabado, o bien que estaba fuera de stock. Así que, como supondréis, mi alegría al ver la caratula de dicho juego en la sección de segunda mano del GAME fue equivalente a la de tener un hijo. Rápidamente, cogí el videojuego y lo llevé a caja. El dependiente me cobró y cogió el disco correspondiente al videojuego que había adquirido. "Que suerte tienes", me dijo, "es el último que me queda". Por desgracia para mi, el dependiente se equivocó al afirmar la suerte que tenía... en cuanto llegué a casa, encendí la Wii, conecté el mando de GameCube e introduje el juego sin mirar el dibujo del disco... Ese fue mi primer error.

¿Para qué mentiros? El juego funcionaba como la seda. Aparecieron los personajes en el acantilado viendo el amanecer/atardecer y todo el opening del videojuego, el cual me vi entero como hago siempre con todos los videojuegos que tengo. Por fin salió la pantalla de inicio. Y después de ella, el menú. Lo primero que hice fue jugar un brawl para probar un poco el funcionamiento del juego. Me cogí a Samus ya que siempre me han gustado los juegos de Metroid. Me gustó el diseño del personaje. Sus ataques tenían largo alcance, y eso me gustó. Una vez acabó el combate (del cual salí vencedor) me dirigí al modo de 1 jugador y elegí el modo aventura en dificultad normal. Nada más empezar me salió una cutscene y me dieron a elegir entre Mario y Kirby. Elegí a Kirby y comenzó el combate. Durante 6 días me dedique a pasarme el modo historia sin pararme en otros modos. Me enganchó la historia y el modo de juego. Al final, conseguí vencer a Tabuu la tarde del sábado (el sexto día). Todo esto sin haber perdido ni continuado ni una sola vez. Al elegir partida después de vencerle, me encontré conque solo me había pasado el 96%, así que me metí en una de las tres fases que quedaban sin corona. Al avanzar un poco, me encontré con una puerta que no estaba ahí la primera vez que estuve ahí. Curioso, me metí dentro. Tranquilos, que solo era la puerta para acceder a la posibilidad de desbloquear a Toon Link. Después de reclutarlo a la primera, hice lo mismo con las otras dos fases, desbloqueando a Jigglypuff y a Wolf. Ya estaban todas las fases con la corona. Sin embargo, el porcentaje mostraba que aún no se había completado el juego al 100%, sino al 99%. Entonces, me fijé en un nivel que acababa de aparecer en el mapa. Justo en el centro de la burbuja del subespacio, entre las cuatro entradas al laberinto subespacial. Mi curiosidad y mis ganas de completar el juego al 100% me impulsaron a elegir dicha fase. Ese fué mi segundo error.

El nivel se desarrollaba en el subespacio. Sin embargo, no había en todo el nivel ningún enemigo. Llegué al final del nivel en unos 3 minutos (ya que había elegido a Sonic para superarlo). Me extrañó ver que no había nada en el nivel, salvo la plataforma que se inclinaba hacia arriba. En la cúspide de aquella "montaña" había una puerta azul. No lo dudé. Entré. Una nueva cutscene. En dicha escena aparecía un mii (uno de los mii invitados chico) boxeando. Y, al dar un derechazo a su oponente, un cartel como el que aparecía cuando se presentaba un nuevo personaje en la historia, apareció. Dicho cartel rezaba: "Mii". La cutscene se detuvo un instante pata dejarme leer aquél cartel y, rápidamente, continuo mostrando a aquél mii dándose la vuelta y adoptando una pose de desafío. El juego cargó unos 15 segundos, y después, aparecieron Sonic (mi personaje) y el Mii en el campo de batalla. La cuenta atrás acabó y pude controlar a mi personaje. El mii no se movía, lo cual me extraño, pues los pnj nunca se quedaban quietos. Dejé eso a un lado y empecé a atacarle. Después de un par de golpes, el Mii reaccionó y empezó a moverse. Sin embargo, seguía sin atacar. Tan solo huía de mi personaje. Encontré esto más raro si cabe, pero lo ignoré y conseguí subirle el daño porcentual a 75. Entonces su estrategia cambió. Empezó a atacar. No usaba especiales, solo atacaba. Aproveché para darle el golpe de gracia y mandarlo por los aires. El mii salió volando y chocó con la pantalla un instante antes de que surgiera la columna de luz que aparece siempre que un personaje queda eliminado. Sin embargo, aquél instante, al chocar contra la pantalla... no sé... me pareció que el mii estaba herido o algo... Me salió la notificación de que había desbloqueado al Mii como personaje jugable, que había completado el plantel y que había completado el juego al 100%.

Salí del modo historia para meterme en el modo práctica. En el recuadro donde se solía ver la opción de "aleatorio", aparecía el logo de los miis en su lugar. Eché una foto a la pantalla de selección de personajes para subirla más tarde a algún foro, Y lo escogí, dandome cuenta de que no era el mismo invitado al que me enfrenté. Probé los ataques del mii en Destino final. Los especiales estaban bien. El especial hacia arriba consistía en que el mii se ponía los guantes de boxeo y lanzaba un gancho que le impulsaba. Además, a veces los guantes son dorados y hacen el doble de daño; El especial quieto era sacar un bate de béisbol y cumplía la misma función que el bate de objetos; El especial moviéndose trataba de que el mii sacaba una raqueta de tenis y lanzaba una pelota a velocidad variable (A mayor velocidad, más daño); y, el especial hacia abajo hacía que el mii sacara un palo de golf y golpeara a los que están alrededor. Probé también el Smash Final. Si tienes cerca a un oponente, se lo lleva a otra pantalla igual que hace C. Falcon. Solo que, en vez de atropellarte con su nave, coge una bola de bolos y utiliza al pobre desgraciado que pille como uno de sus bolos lanzándo al rival siempre fuera de la pantalla. Decidí que ya era suficiente Smash aquel día y apagué la Wii. Conecté el ordenador y me metí en una página web de foros. Allí, creé un hilo y subí la foto del plantel que había realizado anteriormente. No tardaron en llegarme réplicas diciendo que la foto estaba retocada con photoshop. Yo me extrañe, y entonces pensé: "A lo mejor es que solo se puede desbloquear pasando el modo historia sin continuar", así que pasé de ellos. Sin embargo, 350 réplicas en 4 horas eran demasiadas como para ignorarlas. Decidí sacar el disco para examinarlo, pues pensé, que a lo mejor, encontraba algo raro. Bingo. En el dibujo del disco, justo entre Samus y Peach encontré un mii. Además, el dibujo estaba impreso en tinta roja sobre fondo negro. No le dí importancia en ese momento. Sin duda, ese fué mi 3er error.

Al día siguiente, quise probar el modo jefes finales. Decidí elegir al mii. Y comprobé que, en vez de cambiar colores como con los otros personajes, cambiaba de mii. Todos los miis de la consola se encontraban disponibles para elegir. Sin embargo, por más que busqué al invitado contra el que luché aquella vez, no lo encontré. Cogí mi mii personal y puse la dificultad en nivel muy difícil. Esas dos elecciones fueron los peores errores de mi vida.

El juego cargó durante 30 segundos y, rápidamente me llevó a un combate contra Galleom. Conseguí vencerlo sin sufrir daño, lo cual me sorprendió e hinchó mi pecho de orgullo. Llegué a la pantalla de respiro, esa donde el personaje puede curarse y se puede observar qué jefe va después. Tocaba contra Duon. Desplacé mi mii hacia la plataforma de teletransporte, y, rápidamente me vi encima de la Hal Abarda enfrente de Duon. Seguí golpeando hasta que a Duon le quedó un curto de su barra de vida. Entonces ocurrió. Duon alcanzó al mii con sus cuchillas. Y, al mismo tiempo que el mii sufría daños, yo noté un horrible dolor en el vientre. Detuve el juego y examiné mi vientre. Cual fué mi asombro y mi temor al ver que tenía un corte algo profundo que sangraba. ¿Como era posible que semejante herida apareciera de repente en mi cuerpo? Me dirigí al botiquín y me vendé la barriga intentando detener la hemorragia. Una vez la herida dejó de sangrar, continué con el juego, ajeno a todo lo que había sucedido. Sin embargo, antes de reanudar la partida, observé, con pavor, que el mii estaba también herido en el vientre. Una mezcla de miedo y terror me sacudió por dentro. Y entonces lo entendí. Entendí porqué no logré encontrar al invitado que vencí, porqué huyó de mi cuando combatimos, porqué ese corte había aparecido en mi vientre: los miis estaban conectados con sus creadores. Si el mii era herido, el jugador también lo sería. Y si el personaje moría... Aterrado por la idea, me levanté a apagar la Wii, queriendo olvidar todo eso y que quedara en un mal sueño. Pero, al pulsar el botón de apagado, lejos de apagarse, sonó la voz del presentador, algo distorsionada y grave. Y escuche que decía lo siguiente: "¿Quieres vivir? Entonces tu única salida es vencer a Tabuu sin ser derrotado. Buena suerte..." La pantalla se torno roja un instante. Un rojo sangriento, que adivinaba lo que me sucedería si era derrotado. En ese momento, recuerdo haber deseado poner la dificultad en fácil...

Reanudé la partida y ataqué a Duon esquivando los proyectiles que me lanzaba su parte rosa hasta debilitarlo. Mi daño porcentual estaba en un 23% . Y solo había sido golpeado por aquella cuchilla. Regresé al punto de respiro. El siguiente jefe era Rayquaza. Quería acabar con aquella pesadilla. Tenía miedo de entrar y que Rayquaza acabara con mi vida. Pero algo me impulsó a enfrentarme contra él. La batalla era dura. No podía dejar que ningún otro ataque me golpeara, pues, de hacerlo, sus heridas pasarían a mi cuerpo. Me golpeó un rayo. Aún me duele ese rayo. Mi cuerpo quedó paralizado mientras me retorcía de dolor. Solté el mando, que cayó al suelo de un ruido sordo. Pero pude recuperarme y darle el golpe de gracia a Rayquaza.

Llegué a la zona de respiro con un 57% . Ya había vencido a 3 jefes, pero el típico trofeo de premio no se materializó. Pensé que no era mala idea recuperar el % del mii, pero, a la derecha, donde normalmente se encontraban 3 corazones, solo había uno. Ahora sí me asusté. Si quería enfrentarme a Tabuu con 0%, debía luchar a vida o muerte contra 6 jefes más. Se escuchó una risa maléfica que me congeló la sangre, y, acto seguido, el presentador habló: "¿Creías que sería tan fácil?" De nuevo rió. Yo me enfadé. Me enfadé con el juego, con el presentador, conmigo mismo, por haberme metido en esta película de terror. El mii lucía mal. Su ropa estaba algo raída, la hería de su vientre sangraba y parecía que tenía quemaduras por todo el cuerpo. Sospeché que yo no lucía mejor aspecto. Avancé al cuarto jefe, Floro piraña. Este jefe es sencillo de esquivar y conseguí salir indemne. El siguiente fué Porky. A mitad de combate consiguió darme con el láser. Todo mi cuerpo ardía, más la quemadura hacía una carretera en mi cuerpo sin recorrerlo entero. Salí con vida, pero con un 68% .El sexto jefe fué Ridley. Conseguí debilitarlo bastante, pero al final me golpeó con su ataque aéreo (cuando bate las alas creando una ráfaga de viento). Noté en mis carnes ese viento afilado que cortaba como cuchillas. El mii estaba recubierto de rasguños color carmesí, y el daño porcentual ascendía a 79% Me sentía débil, cansado, como si cada vez que respiraba fuera la última vez. Sin embargo, no podía rendirme. No ahora, que estaba a 4 jefes de salvarme. Le golpeé con el bate y acabé con Ridley. Ya solo quedaban 4. 

El siguiente en la lista era Meta Ridley. Lo cual me hundió el alma a los pies. Meta Ridley es muy impredecible, y casi siempre intenta hundirte con la nave. Además, mi daño porcentual era bastante alto. Analicé la situación. Quedaba Meta, Master hand y Crazy hand antes de Tabuu. Si me curaba entonces podría sobrevivir al ataque de Meta. Pero podría no llegar sano a Tabuu, ya que Master y Crazy hand no son tan sencillas como parece. Decidí arriesgarme a luchar contra Meta sin curarme. El túnel estaba salpicado con manchas de sangre, al igual que la nave y mi Mii, ya malherido por todos los ataques que le habían alcanzado. "Oh, Dios" pensé, "si mi mii está así, ¿Como estaré yo?" Pausé el juego para ir al baño, mirarme en el espejo y, ya de paso desinfectar las heridas. Pero al llegar a la puerta comprobé que estaba cerrada a cal y canto, y no logré abrirla. Lo más raro es que creía haberla dejado abierta... El presentador se mofó de mi con su risa diabólica. Aún hoy sigo soñando con esa risa perturbadora, grave, loca, distorsionada, sedienta de sangre... Tenía miedo. Quería salir de allí, apagar la consola, curar las heridas... quería despertar... pero el juego no quería que escapara. Quería que lo superara... o muriera cruelmente intentándolo. 

Reanude el juego otra vez y ataqué a Meta Ridley con los ataques mas fuertes, mientras esquivaba todas sus acometidas. Pero no pide esquivar sus bolas de fuego. Quemaban. Era como estar en el infierno. Todo mi cuerpo ardía, abrasado por aquel fuego virtual que había alcanzado a mi personaje. Quería gritar, llorar, pero no me lo permití. No dejaría que ese juego me oyera gritar. Mire mi porcentaje. 94. "Mierda", pensé. Si me golpeaba una vez más dudo que sobreviviera, así que ataqué con el especial hacia arriba... y, por una vez en todo el día, la suerte me sonrió. Salieron guantes dorados que acabaron con lo que quedaba de la vida de Meta Ridley. Volví a aquella cueva maldita. Ahora mi rival era Master Hand. Respiré aliviado. Los ataques de Master Hand son bastante predecibles, y si te golpea con el láser múltiple queda muy vulnerable. Así que me adentré en la luz que me llevaría a aquel combate.

Qué visión tan grotesca. La Master hand era ahora una mano amputada que chorreaba sangre. No llevaba guante. Era una mano humana. Y muy real. Se podían ver los músculos y el hueso por la parte de la muñeca, tenía pelos en los nudillos y unas uñas con restos de sangre incrustadas. En la batalla contra los otros 7 jefes no se veían gráficos tan realistas ni tan tétricos. Comencé a atacar mientras observaba aterrado como el fondo, antaño cósmico, mostraba ahora imágenes de guerras, catástrofes, sufrimiento. Fue un milagro que Master Hand no me rozara en toda la pelea. Y más aún que usara los láseres. Al darle el toque de gracia, en vez de salir volando lejos, cayó en el suelo chorreando más sangre. La escena, afortunadamente duró poco. 

Me encontraba una vez más en la cueva. Pero ahora lucía de un rojo bermellón qué, combinado con el negro, daba un aspecto muy gore al lugar. Los trofeos de los jefes habían sido sustituidos por sus esqueletos. El siguiente era Crazy Hand. La música había cambiado y ahora sonaba como al revés, suponiendo la guinda de este horrendo pastel. Cada vez estaba más asustado, pero iba a pasar ese juego del demonio y sobrevivir. Solo para callarle la boca al presentador. Me situé en el pedestal, ahora bañado por una luz rosada. Y la vi. 
Crazy Hand tampoco llevaba guante y chorreaba sangre, pero, al contrario que Master Hand, no era humana. La piel, azul, marcaba en demasía los huesos; sus uñas, afiladas y amarillas, llevaban costra formada por sangre coagulada que, seguramente, no era de la propia mano.Esta, además, estaba vacía por dentro. De tal manera que, cuando giraba, se podían ver todos los detalles de fuera. Me lanzó bombas, se retorció, atacó cual taladro... yo esquivaba por poco sus ataques mientras intentaba acabar con ella. Conseguí vencerla. Al igual que Master Hand, Crazy Hand se retorció en el escenario hasta quedarse quieta. Ya estaba. Solo quedaba Tabuu.

Cual fué mi sorpresa al llegar a la zona de descanso.

No había nada. Tan solo los esqueletos de los jefes al fondo, salpicados en sangre. Ahora la sala era más grande, y tuve que avanzar mientras los esqueletos de todos los jefes finales iban pasando por detrás del mii. Al llegar al pedestal, que lucía como debía (luz blanca/azulada, sin sangre, etc) lo salté para dirigirme a por el contenedor de corazón. No había nada. Se volvió a escuchar la risa del presentador acompañada ahora de la risa despectiva de un público invisible. "Vaya, ¿Creías que podrías guardar un corazón por tanto tiempo? Debiste cogerlo antes..."Me dijo. "¿Donde está ese corazón?" Grité, pensando que me respondería. Se volvió a escuchar la risa del público. "No deberías tratar ese corazón como un extraño... más que nada... ¡Porque es tu corazón!" Pegué un respingo. Me había respondido, cosa que no esperaba. Y, además, me había dicho que ese corazón era el mío. Aterrado, me llevé la mano al pecho. Y casi lloré al no notar ningún latido. "Morirás en 5 minutos" Acto seguido, un cronómetro analógico apareció en la esquina inferior derecha. "¿Quieres seguir vivo?" Me preguntó. "Tabuu tiene tu corazón. Recupéralo antes de que se te acabe el tiempo... ah, y otra cosa, tu porcentaje está mal..." El porcentaje ascendió a 666% Entré en pánico. Aún en nivel normal, tuve que usar 5 intentos para vencerle. Ahora solo tenía un intento. Y no me podía rozar, o estaría muerto. El presentador rió de nuevo y el cronómetro empezó su cuenta atrás. Subí al pedestal que me transportó ante Tabuu.

El fondo ahora me recordaba al que salía en la batalla final contra giygas. Demasiado tétrico. Tabuu estaba ahí, cruzado de brazos, esperándome. En vez de esa especie de rosquilla, había un contenedor de corazón en su pecho. "Mi corazón", entendí. Corrí a atacarle, pero él se teletransportó. 4 minutos. Usó el ataque de la lluvia con meteoritos (cientos de gotas que acaban en una bola de fuego) que conseguí esquivar y aprovechar para herirle. Cada uno de mis golpes le hacía una pequeña herida a Tabuu. 3 minutos. Le quedaba la mitad de vida. Atacó con el pez y esa especie de cuchilla circular/bumerán. 2 minutos. Se rodeó de electricidad. Aproveché para atacarle con la raqueta de tenis. 1 minuto. Mi tiempo se acababa. Tabuu se teletransportó dejando un rastro de explosiones. 50 segundos. Le quedaba un "pixel" de vida. Un golpe más y la pesadilla habría acabado. Pero entonces... entonces desapareció para aparecer de fondo. 40 segundos "No". Grité. "No No No NO NO NO". Iba a hacerlo. Iba a lanzar su ataque de alas. Ese ataque era inesquivable. Casi me doy por vencido. Pero entonces escuché la risa maníaca del presentador. Su risa, lejos de amedrentarme, me dio coraje, valor, rabia. Probé a esquivar las ondas que lanzaba. 30 segundos. Una, dos, tres... conseguí esquivarlas. Entonces, volvió a lanzarme más ondas. 5 en total. Me pilló por sorpresa, pero pude esquivarlas. 20 segundos. Reapareció en lo alto de la pantalla. 15 segundos. Salté. No llegaba. El presentador reía. 12. Usé el especial. 10. Murió. Se fué fundiendo con el fondo. Mi corazón logró salir de su cuerpo y descendió lentamente. 5. Salté. 4 la vida se me escapaba. 3. Debía... 2. Cogerlo...

Me he despertado hoy, una semana después en la UCI. Vivo, así que supongo que lo logré. Hace dos horas me bajaron a planta, y mi padre me trajo el portátil, así que puedo escribir esto. En cuanto me den el alta pienso tirar el juego a la trituradora para que no atormente a nadie más.

...

/Una semana después/

Aún no me creo lo que ha pasado. 
Al volver a casa y sacar el disco, descubrí que el mii que se encontraba en el disco ya no estaba, y que el dibujo era un estampado negro sobre fondo blanco. Con temor, lo introduje en la ranura de discos. Fuí rápidamente al brawl y observé el plantel. El lugar donde antes estaba el logo del mii volvía a ser ocupado por la interrogación del personaje aleatorio. No quedaba ninguna prueba de que sucediera aquello en la Wii. De aquella tarde solo queda un logro desbloqueado, una foto, y una cicatriz en el vientre...



lunes, 29 de julio de 2013

ZELDA 3D

Cuando era un niño, uno de mis juegos favoritos era The Legend Of Zelda: Ocarina Of Time. Cualquiera que lo haya jugado probablemente sabrá por qué, incluso si no es su favorito. Naturalmente, es un juego muy popular, que ha dado lugar a muchos rumores y leyendas, especialmente en aquellos días en que el acceso a Internet no era tan común. Muchas de estas leyendas eran falsas, pero a veces una cantidad sorprendente de verdad se puede encontrar en ellas.
Hace un tiempo leí un artículo sobre las versiones beta de Zelda en 3D ( así era llamado Ocarina of time durante su desarrollo), y aparentemente esas versiones eran muy diferentes a las versiones publicadas. Estos fueron modelados después de el Legend Of Zelda original en lugar de desde A Link To The Past, y como tal eran mucho más libre de itinerante y aventura que las versiones comercializadas. Ahora mismo puede sonar maravilloso, incluso me llego a preguntar a mi mismo por qué abandonaron aquel proyecto. Llegué a la conclusión de que fue probablemente debido a los requerimientos técnicos para tal hazaña. Sin embargo, algo que se ha apegado mucho a mí han sido los dibujos. Algunos de ellos eran indescriptibles, nada especial, pero uno de ellos mostraba una expansión del desierto. Había una palmera y un pequeño oasis justo al lado de un Link de aspecto primitivo y algunos enemigos. Anterior a esto, sin embargo, hay solo arena, extendiéndose hacia el horizonte. Los pensamientos sobre qué podía haber más allá del desierto fueron, quizás, los que hicieron posible que esa imagen se me apegara tanto.
Desués de esto, damos un salto en el tiempo, varios años después. El artículo era solo un vago recuerdo, nada importante. Yo estaba pasando el rato en una tienda de juegos local con uno de mis amigos. Él me estaba hablando y mencionó que un hombre vino a venderle los viejos videojuegos de su hijo. El me mostró los juegos, que parecían normales. Unos pocos juegos de Wii, algunos pocos de GameCube, y muchísimos juegos de Nintendo 64. Sin embargo, el único que realmente atrapó mis ojos fue un cartucho rojo sin pegatina, excepto una cinta adhesiva con la palabra "ZELDA??" escrito encima con rotulador. Naturalmente, me despertó cierta curiosidad. Mi amigo no compartía esa curiosidad, y quizás esa fuera la razón por la cual se lo pude comprar sin apenas gastar mucho dinero.
El momento en el que el juego empezó, me di cuenta de que eso no era el Zelda que yo había jugado en mi infancia. La pantalla del título estaba vacía salvo por un mediocre "The Legend Of Zelda". No había subtítulos, ni una fuente creativa, ni música, solo esas palabras de bordeado negro. El fondo no era ni de Ocarina Of Time ni de Majora's Mask. Era más bien una vista aérea de lo que podrían ser unas ruinas antiguas. Parecía bastante siniestro y grotesco, similar a los efectos de Majora's Mask, pero sin esa atmósfera mística que acompaña a todo juego de Zelda. Era, simplemente, desconcertante. Sin embargo, eso no detuvo mi curiosidad, más bien todo lo contrario.
Tan pronto como pulsé Start, el juego comenzó. En lugar de mostrar la pantilla de archivos, apareció un Link con aspecto de bloque en un entorno negro y vacío. Y cuando quiero decir negro, digo negro. No había nada separando tierra de cielo. Solo negrura. Lo único que me permitió observar que el juego aun funcionaba era un templo en la distancia, similar al que se veía en la pantalla de inicio. Me podía desplazar bien, por lo que el único problema parecían ser las texturas de la tierra y el cielo. Sin embargo, se me hizo extraño que no le hubiese pasado nada a las otras texturas. Entrar en el templo parecía mi única opción, así que lo hice.
Una cosa que vale la pena mencionar es que el juego empezó sin música, solo había un silencio sepulcral. Sin embargo, cuanto más me acercaba al templo, más audible se empezaba a hacer cierta música. En realidad no era exactamente música. Sonaba más bien como gemidos, similar a los re-deads de Ocarina Of Time, pero más metálico y mal grabado. De vez en cuando se escuchaban lo que parecían sollozos, pero estos se detenían rápido.
Entrar en el templo fue lo más parecido a un juego de Zelda que pude hacer, pero algo captutó mi mirada. En lugar de ser texturas peores que las de Ocarina Of Time, que era lo que me esperaba tomando en cuenta que debía ser una beta, eran mucho mejores. Estaban más detalladas en todo, pero parecía más sucio y podrido. Unos polígonos extras esparcidos solo hacían que las cosas parecieran todavía más grotescas. Las salpicadura aleatorias de lo que parecía sangre no ayudaban en nada, ni mucho menos. No pasó mucho tiempo antes de que me percatara de que la "mazmorra" entera no podía ser catalogada como de un juego de Zelda. Los puzzles normalmente consisten en empujar palancas o presionar un interruptor. En efecto, no había nada, ni siquiera un triste desplazamiento de bloques. No había enemigos, ni uno solo, pero las salpicaduras de sangre en las paredes sobresalían entre toda esa desolación. Todo era aterrador y...depresivo. La mazmorra estaba llena de lo que parecían restos de aventureros, y junto a ellos solía haber ítems. Los ítems se podían coger, pero la pantalla del inventario se veía inacabada, y el juego solo te auto-equipaba con los tres primeros objetos que cogías, puesto que no había disponible una pantalla de inventario. Después un rato, encontré mi camino en una puerta marcada con un ojo rasgado, el símbolo sheikah. Al entrar dio comienzo un combate contra un jefe final.
La música en este punto cambió, y solo me di cuenta en el último cuarto. Los gemidos no se mantuvieron en un bucle constante, solo aparecían de forma aleatoria. Una melodía de violín discordante se comenzó a escuchar, pero el resto de la "música" consistía en gemidos, sollozos, gritos, y un extraño sonido como de rascado. Era una mezcla repetitiva y desconcertante, como si hubiera monstruos andubiendo en algún lugar del templo.
Cuando dije "al entrar dio comienzo un combate contra un jefe final" no fui del todo franco. No podía llamarlo solo un combate contra un jefe aunque quisiera. Se destacaría como un cuarto vacío con las mismas texturas de las paredes del resto del templo. El único aspecto fuera de lugar era una cara gigante al otro lado del cuarto, coloreada de un gris sucio como el de las paredes que lo rodeaban. Su piel parecía estirada en lo alto de su cabeza y alineada con la pared, por lo que parecía que era la pared la que hacía que se desarrollara esa cara. Parecía que crecía musgo de sus ojos entrecerrados y sus múltiples grietas. Sin embargo, la puerta por la que entré estaba cerrada con llave y me dejó bloqueado, por lo que lo único que podía hacer era acercarme a la cara. Lo hice, con precaución, con la seguridad de que recibiría un ataque sorpresa. Fui al punto en el que más cerca me podía poner de la cara. Estaba en contacto con ella. Nada. Estaba ahí a pesar de todo, con sus ojos hundidos y sus labios agrietados. Ataqué con mi espada. La espada la atravesó, e hizo un sonido como de algo desgarrándose, pero no pasó nada. Simplemente se mantuvo ahí. Ataqué un poco más, y todavía más, hasta que la música se detuvo. Pronto, la cacofonía del violín se fue haciendo más intensa y los gemidos empezaron de nuevo y más fuertes, y entonces algo ocurrió. En un movimiento, los ojos de la cara se abrieron, mirándome con unos ojos secos, sin alma. Y entonces...Nada. La música todavía era era fuerte, pero continuó atacando a la cara sin dar esta ninguna reacción, hasta qué fue simplemente demasiado y se destruyó, callendo envuelto en fuego, al más puro estilo Zelda, revelando una puerta. La música se detuvo. No hubo más gemidos, gritos, nada. Fui hacia la puerta.
Que tonto fui. Ese solo era el tutorial.
La pantalla fue reemplazada por una en blanco, seguido de un momento de sonidos de estática. De un momento a otro, la pantalla blanca fue cambiada por un interminable desierto. El de la imagen antes citada. Estaba en shock. Al llegar a aquel punto, estuve  lo suficiente asustado como para apagar el juego. Sin embargo, ese respiro no fue muy largo, sufrí pesadillas sobre el juego. Pesadillas normales, nada extraño en ellas (después de todo era un juego espeluznante). A pesar de todo, lo que más me asustó de todo esto fue algo que pasé por alto y en lo que caí en la cuenta al volver a jugar. El juego cambiaba cada vez que lo iniciaba. Cuando intenté tomar el mismo camino por el templo, me quedé perdido y confundido. Cuando terminé, solo estaba confiando en el instinto.
Al día siguiente no descansé del juego, solo me paraba para comer o ir al servicio. Cuando volví a encender el juego, estaba en el desierto, a pesar de que ni había guardado la partida ni estaban las pantallas de archivo. En ese momento era de noche.  En algunos momentos llevaba caminando unos 20 minutos solo para encontrar un obelisco medio hundido, o las ruinas de lo que parecía haber sido la choza de una aldea. Otras veces podía encontrar un esqueleto o algunos huesos, pero nada más notable aparte de eso. Otras veces podía ver grandes extensiones de oasis y bosques tropicales. Encontré mis primeros enemigos aqui. Eran similares a los Tektites, solo que con cuerpos más largos. No era muy difícil matarlos. Pronto el sol se volvió rosado, y continué caminando. A veces encontraba bombas pequeñas. El camino se me hacía, aun así, parecido al del templo, salvo porque no había gemidos ni jefes finales extravagantes.
Lo que hice fue buscar información. Había paredes ruinosas con runas garabateadas que se podían leer. Las descripciones solían se vagas, con frases como "...y el conocimiento se debe guiar... camino a los cielos..." A veces podían estar seguidas de otros comentarios, pero se veían como fallos del juego y no se entendían. Pensé que eso era como una historia. El mapa a veces me lo confirmaba. Yo simplemente exploraba, y después de un tiempo, aprendí a dejarme llevar por el instinto para guiarme. Pronto encontré la siguiente mazmorra, una gran pirámide alzándose fuera del desierto...Al revés. Con la base apuntando al cielo. Sobre ella, había otro enorme templo, también invertido. Se extendía hasta un punto que yo no podía alcanzar a ver. Pero no podía seguir adelante. Necesitaba dormir de nuevo.
Al día siguiente lo primero que hice fue entrar en la mazmorra. Era mucho más complicada que la anterior. Había más pozos, simas, trampas explosivas y monstruos. Largos brazos salían de las paredes, te agarraban y te lanzaban a las trampas, matándote. Al final de esta mazmorra, encontré unas inmensas escaleras de caracol. La subí hasta llegar a lo que parecía ser la parte superior. Me llevé unas dos horas escalando, pero el tiempo parecía irse volando. La cumbre no era más que un arco ornamental apuntando a un borde. Como no había ningun lugar al que ir, me lancé. La pantalla se volvió blanca de nuevo, y ahora estaba en una nueva área.
Esto continuó así durante las semanas siguientes. Había muchos lugares por visitar, y siempre había distintos puntos desde los que podías visitar una zona completamente diferente. Empecé a ir nombrando las localizaciones que yo iba visitando, hasta que empecé a conocer perfectamente todas y cada una de las localizaciones. A veces podía tomar una puerta y aparecer en la otra punta del mundo. Lugares que no ser regían por las leyes del espacio, pero así se me daba mejor encontrar el camino sin tener en cuenta otra cosa que lo que ya tenía visto. Cada vez que volvía a visitar un lugar este se hacía más fácil de cruzar. Desde todos los rincones, sin embargo, me di cuenta de que siempre se divisaba una torre en el horizonte. Rápidamente me di cuenta de que no había llegado a ningún principio ni final exacto, solo en una trampa interminable.
En los pocos momentos que volvía al mundo real, podía notar que el juego era diferente. El mismo ha cambiado. Parece como si reaccionara a mi. Estaba seguro de que habría sido imposible crear un juego así. De ser así, eso sería como un fantástico juego de Zelda. ¿Qué hubiera ocurrido si lo hubiesen logrado? Habrían creado un mundo único en el que se podría vagar para siempre. Y ellos realmente habían creado un mundo. Aprendí de muchos dioses en aquella tierra. Las tres diosas que crearon un mundo extraño,  físico. No se cual es mi ruta, pero sé que si me guio por instinto acabaré encontrando mi meta.
Esto es por lo que escribo ahora. Debo advertir que, a pesar de tratarse solo de un juego, puede convertirse en tu realidad. En tu mundo.
Un bucle interminable.

domingo, 28 de julio de 2013

HELLO KITTY MURDER

Hello Kitty Murder es el nombre por el que se conoce el caso de tortura y asesinato más espeluznante que haya conocido Hong Kong en mucho tiempo.

En marzo de 1999, Fan-Man-yee, de 23 años, alternadora de un club nocturno de Hong Kong, fue secuestrada por tres miembros de la Tríada china y torturada durante un mes hasta morir, en un apartamento del distrito de Tsim Sha Tsui, en el área de Kowloon, Hong Kong.

El cadáver fue descuartizado, y la cabeza alojada dentro de una gran muñeca Hello Kitty, lo que dio nombre al caso.




La víctima


  Fan Man-yee, apodada Ah Map, fue abandonada cuando era pequeña, y criada en un hogar para niñas del barrio de Ma Tau Wai, distrito de Kowloon, Hong Kong.
Llegada la adolescencia, su vida se desarrollaba entre algunos pequeños delitos, prostitución y consumo de drogas.

Muchos de sus clientes, y eventuales amantes, eran miembros de la Tríada. Así conoció a su ‘marido’, adicto como ella, en mayo de 1996, mientras se desempeñaba como bailarina en el club nocturno Empress Karaoke. Se fue a vivir con él y tuvieron un hijo. Los repetidos y escandalosos episodios de violencia, que despertaban a los vecinos, pusieron fin a la relación.



El caso


  En 1997, Fan Man-yee trabajaba en el Romance Villa, un prostíbulo del área de Kowloon. Uno de sus asiduos clientes era Chan Man-lok, un exitoso, despiadado rufián, usurero, consumidor y vendedor de drogas, miembro de la Tríada. Entre noches de sexo y consumo desenfrenado de estimulantes, trabaron amistad. Todo hubiera ido bien, si Fan no hubiera tenido la nefasta ocurrencia de intentar quedarse con una billetera de Chan, con 4.000 dólares. Fue descubierta y tuvo que devolver dicha cantidad, además de 10.000 dólares adicionales, a modo de compensación. No considerándolo suficiente, Chan le exigió 16.000 dólares más, en concepto de “intereses”.
El 17 de marzo de 1999, Chan Man-lok, de 34 años, y sus dos compañeros de Tríada, Leung Shing-cho, de 27, y Leung Wai-lun (apodado ‘Gangster’), de 21, secuestraron a Fan Man-yee de su apartamento.

Chan Man-lok ocupaba un lujoso apartamento de siete habitaciones sobre la elegante Gransville Road, el paseo de compras más famoso de Kowloon. El plan era tener a Fan Man-yee allí encerrada, y explotarla hasta que hubiese producido el dinero que Chan consideraba que le debía.

Pero las cosas no salieron de acuerdo a lo planeado. Al igual que Fan, los tres mafiosos eran asiduos consumidores de ‘hielo’ (clorhidrato de metanfetamina), un psicoestimulante, pariente de la anfetamina, mucho más potente y sumamente adictivo.

Bajo los efectos de la poderosa droga, tener a la indefensa muchacha allí resultó irresistible.

Comenzaron a castigarla asiduamente por simple diversión, o cuando estaban aburridos y no había nada en la televisión.

Los torturadores obligaban a Fan Man-yee a sonreír o reír a carcajadas, simulando estar feliz, mientras la golpeaban salvajemente.

De vez en cuando una jovencita de 14 años, novia de Chan Man-lok, los visitaba y se sumaba a la diversión. Siendo menor de edad, para las actas del juicio recibiría en su momento el nombre de ‘Ah Fong’.

“Era como un juego”, declararía Ah Fong en la Corte. “Si ella no lo hacía, la golpeaban con más violencia. Le decían que se riera mientras la quemaban. Había una atmósfera de diversión.”

Los tres hombres encontraron en la propia cocina del apartamento todo lo necesario para sus torturas.

Sujetaban a Fan, prendían fuego a unas pajillas y dejaban gotear el plástico derretido sobre las plantas de sus pies, hasta que la piel se ampollaba y empezaba a supurar. Luego le derramaban aceite de guindilla sobre las heridas. Cuando se les terminaba la paciencia, le quemaban los pies directamente con fuego, y le golpeaban los pies lastimados con un palo.

En varias oportunidades, los tres hombres le orinaron en la cara y en la boca, y la obligaron a tragar la orina, castigándola a golpes cuando no conseguía hacerlo.

En una oportunidad, se divirtieron haciendo que la niña Ah Fong defecara dentro de una caja de zapatos, y obligaron a Fan a comerse las heces.

Conforme pasaban los días, aumentaba la brutalidad de las torturas infligidas por los tres hombres, bajo los efectos de grandes cantidades de clorhidrato de metanfetamina.

Algunas veces, cuando no había nada en la televisión, ataban a Fan con cables eléctricos, la colgaban de un gancho en el cielorraso y la golpeaban con barras de hierro. Más adelante, ni siquiera se tomaban el trabajo de descolgarla. Fan quedaba allí colgada toda la noche.

Hacia el final de sus días, Fan estaba tan enferma y maltrecha que alternaba momentos de consciencia con períodos de inconsciencia, mientras permanecía tirada en el piso o colgando del techo. Así solían dejarla, mientras los cuatro salían a jugar videojuegos de arcade en un local cercano.

Cuando en la Corte se le preguntó a Ah Fong por qué participaba de las torturas, ella explicó con esfuerzo que Fan le caía bien, pero ella “quería saber cómo se siente castigar a alguien.”

“Ella estaba destruida y divertirse torturándola ya no era tan divertido. Pero igual continuamos, no había otra cosa que hacer.”




El final


  Hacia el final de su calvario, Fan Man-yee permaneció tirada en el piso del baño por dos días. Una mañana, Ah Fong se despertó, fue al baño y la encontró muerta. Había muerto durante la noche.
Los tres mafiosos discutieron qué hacer con el cadáver. Como no llegaron a ninguna decisión, la dejaron donde estaba y se fueron al local de videojuegos.

A la mañana siguiente, bajo los efectos de una fuerte dosis de ‘hielo’, tomaron una decisión.

Depositaron el cadáver en la bañera y lo cortaron en trozos. Chan tomó un serrucho y separó la cabeza. Sus dos compañeros de Tríada desnudaron el cuerpo, lo cortaron, envolvieron los trozos y los guardaron en el refrigerador.

Cuando Ah Fong se despertó, Chan sostenía una bolsa de plástico delante de sus ojos. “Son los intestinos de Fan. Llena la bolsa de agua caliente, hasta que deje de echar olor”, fue la sencilla explicación de Chan.

Mientras Leung Shing-cho cocinaba la cabeza, llamó a la niña: “Ven aquí, y échale una mirada”, le dijo. “No, me da miedo”, dijo ella. “Sólo haz de cuenta que estás viendo televisión”.

Más tarde Ah Fong declararía en la Corte: “Cuando miré en la olla y vi la calavera hirviendo, resultó verdad. Era como una que había visto en la televisión.”

Al mediodía pararon para almorzar. La cabeza se hervía en una de las hornallas, mientras los fideos se cocinaban en la otra. Usaron la misma cuchara para revolver ambas ollas.

Una vez la cabeza fue hervida hasta quedar reducida a una calavera, la cosieron dentro de la cabeza de una enorme muñeca Hello Kitty. Tiraron la mayor parte del cuerpo a la basura, y les dieron los brazos y las piernas a unos perros vagabundos.



La venganza de Fan Man-yee


  Todo hubiera ido bien para los tres compañeros de Tríada, de no ser por las pesadillas que, tal vez por la impresión o el remordimiento, comenzaron a asolar a la jovencita Ah Fong. Fan Man-yee se le aparecía en sueños. Volvía a verla atada con alambres, colgando del techo.
Cuando ya no soportó más, acudió a la estación de policía de Tsim Sha Tsui, Hong Kong, y confesó todo. Contó a los asombrados oficiales que estaba siendo asediada por el fantasma de una mujer que ella había ayudado a torturar, matar y descuartizar. Pese al escepticismo inicial, los policías acudieron, guiados por la niña, hasta un lujoso apartamento sobre Gransville Road.

Sólo pudieron encontrar un diente, algunas visceras y, dentro de una enorme muñeca Hello Kitty, la calavera de la infortunada Fan Man-yee.



El fallo de la Corte


  El asesinato se convirtió rápidamente en un suceso en los medios informativos de Hong Kong.
Al cabo de un juicio de seis semanas, el trío fue condenado por homicidio involuntario y privación ilegítima de la libertad por un jurado de la Corte de Primera Instancia. Ello se debió a la condición de adicta a estimulantes pesados de Fan Man-yee. Los exámenes forenses no pudieron determinar de forma fehaciente que la muerte se hubiese producido exclusivamente a raíz de los castigos recibidos. El ya de por sí minado organismo de Fan Man-yee pudo haber sucumbido en parte debido a su adicción.

La niña Ah Fong no fue imputada, debido a su colaboración durante el juicio.

El juez Peter Nguyen, que dictó la sentencia, estableció: “Nunca en Hong Kong en años recientes una Corte ha oído de tal grado de crueldad, depravación, insensibilidad, brutalidad, violencia y perversidad.”



Referencias culturales


  La enorme repercusión que tuvo el caso en los medios de Hong Kong, motivó que se produjeran dos películas sobre el caso.
烹屍之喪盡天良 Peng shi zhi sang jin tian liang (aka: Human Pork Chop), 2001, dirigida por Benny Chan Chi Shun.

人頭豆腐湯 Ren tou dou fu shan (aka: There is a Secret in my Soup), 2001, dirigida por Yeung Chi Gin.

Un episodio de la serie de televisión Bones, titulado “The Girl in the Mask” trata sobre el hallazgo, dentro de una máscara, de la cabeza de una joven escort japonesa en Estados Unidos.

DE VUELTA A LA TIERRA

Creo que éste podría ser el final. Para nosotros, al menos. Hombre, y todo lo que hemos logrado.

Se me ha dado suficiente tiempo para pensar en ello desde la última vez que vi el sol. No es el fin del mundo, pero sí de nosotros. Supongo que comenzó hace casi un mes; aunque puede ser más, sólo tengo los relojes esparcidos alrededor de la casa para hacer suposiciones, y han estado fluctuando en la hora que marcan desde hace un tiempo. En fin, me desvío del punto. Salió en las noticias: un crucero se hundió por ninguna razón aparente. No estaba dañado, sólo fue cayendo directo hasta abajo. De ahí en adelante se volvió un fenómeno, todo en el agua se estaba hundiendo. Plataformas petroleras desaparecidas, personas bañando en el mar siendo arrastradas hasta el abismo. Nadie parecía ser capaz de explicar la causa. Era bizarro, ya nada flotaba… Esto saturó las noticias por un par de días hasta que simplemente se volvió amenazador.

Fue durante un reportaje que cambió para peor. La emisión tenía lugar en una playa, un reportaje en directo sobre los extraños eventos. Estaban reciclando las mismas preguntas que nos hemos hecho desde que todo comenzó, cuando el pánico pareció invadir la expresión de la reportera. Gritó en lo que la cámara se inclinaba para abajo; sus pies estaban hundidos en la arena hasta la espinilla. Recuerdo pensar incrédulo que se estaban jugando una pesada broma, eso hasta que la cámara cayó al suelo. Los siguientes 10 y tantos segundos mostraron no sólo la reportera hundiéndose en la arena, sino a todos. El entero equipo del noticiero que había ido a cubrir la historia. La toma de terror, gritos y personas hundiéndose acabó tan pronto la cámara fue engullida por la arena.

Se siguió tratando el tema después de eso pero no había mucho que decir. Algunos culparon a los sumideros por lo que pasó en la playa, mientras que otros argumentaban contra esta teoría desde la seguridad de su estudio. Pero ya no tenía sentido escucharlos. Más fácil era asomarse por la ventana. Las calles estaban desoladas. Todos temían ir afuera y se quedaban dentro de sus hogares. Los caminos y el pavimento eran absorbidos por grama y tierra. Señales de tránsito y semáforos siendo consumidos por las plantas. Casas también.

Algunos trataron de huir, saltando de techo en techo, buscando por terrenos más altos; los rascacielos se habían convertido en refugios para la mayoría. He hecho tan sólo un viaje por los tejados, un intento por conseguir provisiones de una tienda cercana. Pero hacía mucho que había sido saqueada. Ya teníamos presente toda la evidencia necesaria para saber qué tan mala era la situación. Es fácil estar en negación frente a algo como… lo que sea que esto fuera, hasta que en realidad comienza a afectarte. Cuando regresé a mi casa noté algo. Mi auto se había ido. Bueno, casi. Se podía ver el techo del vehículo asomándose sobre la tierra. Aunque no sólo mi auto, todos en la ciudad. Los más grandes todavía resaltaban, sólo parcialmente dentro y siempre consumiéndose de igual manera.

En cuestión de unos pocos días todo en mi primer piso se había hundido. Me las ingenié para bloquear las ventanas y puertas y así no reventaran por la presión de toda esa tierra, pero era tan sólo una celda ahora. Un mausoleo. No un lugar donde quisiera estar. Pasé la mayor parte del tiempo en la alcoba de la segunda planta, con la mirada puesta sobre el hostil mundo de afuera.

Mi vecino murió ayer. Cayó de su techo y fue tragado por la tierra. No es la primera persona que perdemos así, pero lo que le hizo notable fue cómo cayó. Trataba de impedir que su perro saliera al tejado. El can está bien, o eso asumo. Salió corriendo. Ellos no son afectados, los animales. Este mal está reservado para nosotros. Hacer un descubrimiento tan nihilista como ese fue más de lo que pude soportar; era todo una jodida pesadilla. Bebí en tanto exceso que caí inconsciente por todo lo que quedaba del día.

Cuando desperté con dificultad podía ubicarme en esa densa oscuridad que estaba. Encendí todos los interruptores de luz y fusibles pero la energía se había ido. Tomé una linterna de mi caja de herramientas y recorrí la casa ignorante de lo que pasaba. Al llegar a mi alcoba, lo vi, el último vestigio de luz natural que advertiría. Me obligué a creer que era de noche, y había dormido todo el día en una coma alcohólica. Para cuando avancé a la ventana ya no podía enfocarlo. Estaba bajo suelo. Traté de salir, escarbando por horas a través de la tierra que no dejaba de llegar, sin resultado.

No sé cuánto más conseguiré permanecer aquí. En esta enorme tumba. Tengo suficiente comida y oxígeno, hasta conseguí alumbrar un poco con algunas candelas y una cajetilla de fósforos. La linterna murió hace un tiempo.

Pero éste es nuestro destino. El destino del ser humano. Nuestro regreso a la tierra.


sábado, 27 de julio de 2013

PAINEND

Debo contaros que, sinceramente, comprar el nuevo juego de Pokémon Negro por Internet, ha sido la peor decisión de toda mi vida. Pronto comprenderéis por qué.
Hace un par de meses, cometí dicho error: obtuve mi juego de Pokémon Negro, comprándolo por Internet… Aquí empezó todo.
Una mañana cualquiera, tras el desayuno, el cartero llamó a mi puerta. Yo sabía perfectamente a lo que venía, pues llevaba esperando su llegada durante unas tres semanas. La paciencia infinita que tuve para conseguir el preciado (preciado, me lo parecía al principio) juego, se vio recompensada al fin. Abrí la puerta, firmé sus papeles y adquirí mi paquete. Ya desde ese momento sentía, a la par que la alegría de tenerlo, una siniestra sensación, a la que francamente no hice demasiado caso (craso error).

Nada más entrar en casa, no dije nada a nadie. Subí corriendo a mi cuarto a jugar y jugar como un poseso, no podéis imaginar con qué ganas lo iba pasando y cuánta diversión me daba hacerlo. La idea de vivir una nueva aventura Pokémon siempre me emociona…

A la hora de la merienda, descansé un poco. Tras comerme mi bocadillo, cogí mi DS y salí a jugar con mis amigos, y de paso poder presumir de mi nueva “joyita”. Casi todos mis amigos tenían ya el juego, y ya iban bastante avanzados, por lo que me molestaba un poco verles ya cercanos a su séptima medalla, alguno que otro venciendo a Mirto, en fin.. Bastante adelantados. Pero, qué deciros, el juego me parecía tan especial, que a mis ojos, aunque supiese ya qué iba a suceder más adelante, no perdía su misticismo natural. Yo era como un niño con una piñata de cumpleaños: todos sabíamos que había chuches… Pero no perdíamos la ilusión de apalear esos simpáticos muñecos.

En una de éstas, al dejar de jugar todos, nos pusimos a bromear; mis colegas con el Pokémon Blanco debatiendo contra mis amigos con Pokémon Negro, entre los cuales me encontraba yo, sobre qué juego era el mejor. Todos mostrábamos nuestros cartuchos, haciendo toda clase de tonterías y “frikadas”. Ese fue el concreto instante en el que me di cuenta de que algo no iba bien…

Por algún motivo que no comprendía, y desearía nunca haberlo comprendido, la tarjeta de mi Pokémon Negro no coincidía con la de mis otros compañeros; la pegatina del juego era diferente, no poseía los símbolos distintivos de la casa Nintendo, y el fondo era de un negro más oscuro…

En principio sólo lo vi curioso. Quizá el motivo era que, al adquirir yo dicho juego posteriormente que mis amigos, habían cambiado el modelo, o tal vez todo se debía a que yo lo compré por Internet, en otro lugar donde la fuente era distinta. Quizá simplemente su anterior dueño la había diseñado porque le gustó más así, quién lo sabría. A fin de cuentas, jugué delante de los demás y nadie vio nada distinto en él, tampoco yo me percaté de nada. Mientras os escribo esto soy bien consciente de lo ingenuos que fuimos… De lo ingenuo que fui.

Terminamos la tarde con un divertido partido de fútbol. Siempre despeja y sienta bien una buena sesión de deporte, en especial con personas que te diviertes. Tras esto, nos despedimos. Era hora de volver a casa.

Al llegar a casa, era bastante tarde. El partido se había extendido más de lo esperado, y yo me entretuve por el camino. Mi madre y yo tuvimos una discusión… Importante, para ser sutil. Acabé bastante enfadado con ella, aunque no menos que ella conmigo, y lo peor es que, de postre, tenía ahí a la pesada de mi hermana tocándome las narices: “¡Mamá tiene razón siempre!” “¡Mamá te ha reñido, chincha rabiña!” Esas frases tan profundas y que acompañan en el sentimiento, con las que siempre nos deleitan las hermanas pequeñas.

Total, que me evadí un poco del mundo, tomando una agradable ducha. Tras esto, me dispuse a cenar, sabiendo perfectamente que no podría, tras todo lo que pasó con mi madre. Estaba castigado sin ordenador, sin consolas, y evidentemente sin cenar. No era preciso decirlo.

Tan solo fue entrar en la cocina, y mi madre lo dijo todo con una sola mirada. Sin discutir ni rechistar, porque yo también estaba cansado de problemas, me subí a mi cuarto. Si se pensaba que no jugaría a mi nuevo juego de Pokémon Negro, iba lista. Contaba con la DS en mi bolsillo y una edad de adolescente perfecta para adoptar una actitud de rebeldía. Sin más preámbulos, jugué.

Proseguí con mi partida. Me llamó mucho la atención que, en el menú principal que aparece después de Reshiram y “Pulsa Start”, las letras eran de color rojo intenso. No me había dado cuenta ni me había fijado de cómo eran antes, así que di por hecho que siempre habían sido así. “¡Qué chulo!”, pensé para mis adentros. Hoy sé perfectamente que son blancas…

Al darle a la opción “Continuar”, el juego se me congeló. Genial, vamos… Un juego nuevecito, y ya tocando las narices. ¿Podría ir a peor la cosa? … Sí.

Después de dos o tres intentos más, finalmente pude continuar la partida. Me encontraba donde había guardado, en Ciudad Gres. Antes de jugar el partido, hacía ya un par de horas, acababa de superar el Gimnasio Gres y la zona del Solar de los Sueños. No me costó demasiado. Orgulloso, con mi primera medalla, seguí adelante. Nunca olvidaré el precioso detalle acuático de la fuente situada a la salida de dicha ciudad. Fue lo último que viví con normalidad de este juego…

Llegué a la Ruta 3. Allí, mientras andaba, de repente, se me abrió un cuadro de diálogo. En él, una persona que de momento no sabía quién era, me llamó. Me dijo: “¡Oye, Thor! ¡Esperaaa!”. Thor era el nombre de mi entrenador en el juego. Me suponía que estaba comenzando un nuevo espacio en el que sucede la historia, diálogos de forma lineal. Ya sabéis… Viene el profesor, el rival, mamá, sucede un combate, te entregan algo… Esas cosas que siempre sabemos que ocurrirán cuando algo nos para de repente en los juegos de Pokémon. Sin embargo, esta vez era distinto. Nada más ocurrió, podía moverme libremente por la ruta sin opresiones de ningún tipo. Busqué quien pudiera haberme llamado, quizá era un suceso del juego en el que alguien iba a darte un susto bromeando. Y vaya que si me dieron un susto, aunque no como habría deseado. En absoluto…

Debo admitir que en este momento me invadía cierto malestar. No tenía miedo, después de todo… ¿qué podía pasar? Pero el hecho de que algo fuera a pasar de repente en el juego, aunque se tratase de una tontería, siempre me daba cierta inquietud.

Volví sobre mis pasos, en busca de quien me hubiera llamado. Pasé por toda la Ciudad Gres, edificios, personas, todo. Analicé detalladamente la fuente que estaba a su lado, la gente por allí. Nada. Nada fuera de lo normal. Confuso aunque más tranquilo, me decidí a continuar. “Probablemente aparecerá más adelante, al final de la ruta”, me decía.

Al pasar una vez más por la misma ruta, en el mismo sitio… De nuevo, la llamada… “¡Oye, Thor! ¡Esperaaa!”. Vale, aquí sí que estaba asustado, hablando con franqueza. Esta vez fui más meticuloso y observé a mi alrededor. Me fijé en un detalle importante: Mi personaje dirigió la mirada al frente al cerrar el cuadro de diálogo. Allí se encontraba un anciano. Su mirada, tras lo sucedido, me invadió de temor. Supongo que en ese momento todo fue sugestión… Pero de ahí en adelante, nada fue producto de mi imaginación.

El anciano permanecía impasible y estoico, observándome. ¿Cómo sabía mi nombre? ¿Qué quería de mí? Y, lo más importante: ¿qué iba a suceder?

Armado de valor, me dirigí hacia él, y le hablé sin vacilar. Él me dijo: “¡Ah, eres tú!” … ¿Eres tú? ¿tú? ¿de qué me conocía? Tal vez se trataba de algún vidente que formaba parte de la historia… Aunque ninguno de mis amigos me había contado nada de eso. Había visto el final del juego y nada en él me encajaba con la presencia de un vidente entre los personajes. Pero bueno, me autoconvencí de ello, qué remedio.

El anciano continuó hablando: “Hemos cuidado de tus Pokémon y, ¡vaya sorpresa que nos hemos llevado!” …

Esta frase ya me sonaba más. Durante unos segundos respiré tranquilidad… “Maldita sea, es el viejo de la Guardería” me dije aliviado. Hasta que caí en la cuenta…

Acababa de llegar ahí por primera vez en toda mi partida. No había ninguna partida anterior guardada, el juego estaba completamente al principio. ¿Qué Pokémon? No había dejado ningún Pokémon… Era imposible. De nuevo el temor me invadió… Quizá ahora más que antes.

A medida que el anciano hablaba, mi miedo aumentaba: “¡Tus Pokémon tenían un Huevo!” … Si antes me aumentó la sensación de malestar, imaginaos cómo estaría ahora. ¿Qué iba a salir de ahí? Es un Huevo nacido de la nada… De ninguna parte. Era totalmente imposible que fuera mío.

Tras esto, llegó el instante que marcaría el rumbo de esta historia para siempre… Y lo sé, siempre sabré que me equivoqué al decidir…

El anciano dijo: “Todavía no sabemos de dónde lo han sacado”. Anda, amigo, yo tampoco.

“¿Lo quieres?” … Permanecí en esa pregunta durante 10 minutos aproximadamente, sin exagerar ni un poco. Poneos en situación: Sábado, madrugada, en tu cama, bajo la sábana, un silencio sepulcral en tu casa… Te ofrecen un Huevo de procedencia absolutamente desconocida. No es como esas ocasiones en las que te dicen “No sabemos de dónde ha venido” y tú sabes perfectamente lo que han hecho tu Pokémon macho y hembra. No. No había nada ni nadie que hubiera dado vida a ese Huevo tan enigmático…

“Sí”. Esa fue mi elección. Mal, muy mal. Nunca debí. “Llévatelo y no regreses con él”, me dijo finalmente el anciano. Juraría que en ediciones anteriores, el anciano de la Guardería solía ser más gentil… Pero bueno, me conformé así. Entonces decidí hablarle de nuevo… En juegos anteriores, cuando hablabas con él, te decía qué Pokémon tenías dentro de la Guardería, así como en qué grado congeniaban, para así saber si pueden criar entre sí.

Al hablarle, el anciano me dijo la frase que me dejó completamente seguro de que estaba pasando algo MUY raro. Él dijo:

“Llévalo lejos… Devuélvelo a su lugar.”

De acuerdo. Ahora pude declararme oficialmente cagado de miedo. Algo muy extraño sucedía con ese Huevo. Si era parte de la nueva trama de Pokémon Blanco y Negro, hubiera admitido que estaba muy currada. Demasiado currada. Y, desgraciadamente, no solía ser así.

Examiné mi Huevo. En sus Datos podían apreciarse muchas cosas demasiado extrañas para un simple Huevo. El primer dato parecía estar bien: “Huevo misterioso obtenido el 8-8-2011”. Lo siguiente me dejó más confuso… “Origen: Lugar lejano.” Señores, creo que todos sabemos muy bien que el Origen de todos los Huevos es “Guardería” o “Pareja Guardería” o algo así. Y la Guardería no es un lugar que digamos Lejano.

El tercer y último dato me dio lo que yo creía que era la respuesta al misterio. “Vigilando el Huevo – Parece que a este Huevo le va a costar abrirse…” Bingo. Debía tratarse de uno de los conocidos “Huevos Malos”. Ahora todas las piezas me encajaban: el juego debería haberme venido mal, y eso daba esa serie de errores tan particulares. A pesar de tener un Huevo Malo en un juego recién comprado, me sentía aliviado. Irónico, ¿no?

Por desgracia, aquí no acabó todo: me extrañó el hecho de que dicho Huevo tenía Pokérus. ¿Esto era posible? No estaba seguro, la verdad. No le di importancia. Ahora no me asustaba, a todo lo raro que veía le adjudicaba el motivo de que se trataba de un Huevo Malo. Como último detalle que captó mi interés, añado que el Huevo estaba manchado de rojo, y no de verde, como suele ser normal. Esto último me hizo pensármelo más, ya que había visto en páginas especializadas imágenes de Huevos Malos y, físicamente, eran imposibles de distinguir. No obstante, negado a ser supersticioso, seguí convenciéndome de que todo ocurría debido al posible defecto de mi juego.

Ahora, por desgracia, volvemos a los sucesos paranormales: Cerré el cuadro de Datos del Huevo, y me dirigí hacia el PC para dejarlo ahí. Todos sabemos que abrir un Huevo Malo es muy peligroso para la partida. Dejaría que se pudriese en un hueco del PC, en la última caja, en el último hueco. Sin embargo, en este momento, ocurrió algo inexplicable para cualquier juego, cualquier circunstancia y cualquier “Huevo Malo”:

“Lleva una carta”.

Lectores y lectoras: ¿Cómo narices (por no decir cojones) lleva un Huevo, aunque sea el más Malo de los Malos, una carta? Es IMPOSIBLE. Mi tranquilidad de que fuese un Huevo Malo para olvidar en el PC para siempre se desvaneció, destruida en mil pedazos. De nuevo reemplacé cordura por temor. Me puse bastante nervioso…

Apagué el PC y miré mi equipo. Sí, el susodicho Huevo llevaba una carta. Era la primera vez, y esperaba que la última, que veía el sprite de un Huevo con el símbolo de carta a su lado. Lejos de resultarme gracioso, hizo que se me encogiera el corazón.

No había aprendido la lección. En ese momento me di cuenta. Si bien la curiosidad me arrastró a aceptar ese Huevo a un extraño anciano, ahora me empujaba a leer esa carta, como el dulce aroma de una pastelería a comprar dulces bollos de chocolate. Sabes que no son saludables, pero es inevitable.

Sí. Leí esa carta. ¿Adivináis qué ponía?

“I want out of here. I need it.” – Quiero salir de aquí. Lo necesito.

Si alguna vez habéis visto películas de miedo con sobresaltos, conoceréis más que de sobra esa sensación que te invade cuando el zombie aparece de repente en la pantalla, cuando en el cine suena la música fuerte y retumbando en toda la sala tras el silencio infinito característico de las salas. Esa sensación de que las manos se congelan, y de que tu corazón daría cuanto estuviera en su mano por salir por tu garganta. La sensación del sobresalto, la tensión, quizá ansiedad. Una sensación emocionante cuando sabes que lo que sucede a tu alrededor es ficción. Cómo os envidiaba en ese momento…

Mi alma era hielo al leer esa carta. Su aspecto de por sí era ya espeluznante: Un fondo gris mate, con letras negras y profundas como la misma noche… Por si fuera poco, ya lo que ponía no es que fuese más tranquilizador. Consideraba todo lo que estaba ocurriendo una broma de pésimo gusto, si es que alguien humano estaba detrás de todo eso… Cosa que empezaba a dudar.

Si es cierto que la curiosidad mató al gato, mi gato estaba ya muerto más de sus 7 veces. Se me quitaron las ganas de hacer cualquier gesto de curiosidad desde ese momento y hasta el fin de mis días. No quería abrir ese Huevo, no quería tenerlo encima y quería quemar ese juego para jamás en mi vida volver a oír nada sobre él. Intenté dejarlo en el PC una y otra vez, una, dos, tres y mil veces, pero no era posible. Traté de quitarle la carta, pero no era posible. El juego no me daba la opción “Quitar” en el submenú de “Carta”. Sólo había “Leer” y “Salir”. Armándome de valor, volví a abrir la carta. Quería buscarle una explicación, un motivo a todo lo que estaba pasando que me sacara esa ansiedad del cuerpo.

Pero… Mi ansiedad aumentó.

La carta, sin motivo aparente, había cambiado. Ahora el fondo era negro, y sus letras eran de un color rojo tan vivo que parecía que la pantalla de mi DS sangraba…

Ponía:

“Get me out of here… Please…” – Sácame de aquí… Por favor…

Esto, lectores y lectoras, hay que vivirlo para saber qué se siente. Hablando en términos coloquiales y entendibles, el cague era de cojones. Empezaba a sospechar que todo lo que estaba sucediendo no era real. Yo me debí dormir bajo la sábana mientras jugaba, y mañana iba a ser todo normal, mi juego normal, mi vida normal, y mi ansiedad y miedo una estúpida anécdota que me dará grima hasta la hora del café del desayuno. Pero nada más lejos. Esto era bien real…

Aunque quizá os burléis de mí, tenía ganas de cerrar los ojos y esconderme, como un ingenuo niño pequeño. Que todo pasara. Una pesadilla estúpida, que el corazón no siente si los ojos no ven. Pero no podía hacer eso… Toda clase de ideas extrañas y sádicas se pasaban por mi mente. Tenía un inmenso temor a lo que pudiera pasar si apagaba la DS.

Intentando ser empático (tanto como era humanamente posible), me metí en la historia. Yo era un entrenador con un Huevo muy particular, que me pedía con todas sus ansias (las que quepan en un Huevo) que le abriese. Quién sabe, quizá ese cascarón de lunares rojos era una especie de prisión… Quizás, dentro había algo que acabaría con todo esto, un final feliz, la liberación de cual fuera el ser que yacía en el más que mencionado Huevo. Además, me lo había pedido por favor.

No me preguntéis por qué, pues todavía hoy no sabría responderos, pero sentí que debía abrirlo. Tampoco sé de dónde supe sacar tal cantidad de empatía, pero me puse en el lugar de ese Huevo. De un estúpido Huevo. Me sentí como se podría sentir él. ¿Y si un maligno cascarón fuese mi prisión? Yo también querría ser liberado. Aunque quizá hubiera utilizado medios menos escalofriantes. Sin embargo, yo debía ser el elegido y, si ese Huevo lo había mostrado así, quizá debería cumplir con mi “deber”.

Ahora bien, es bien sabida la dificultad que tienen los Huevos Malos para abrirse, y si su descripción coincidía con la de uno de ellos, quizá también lo haría su tiempo de gestación. De hecho, algunos Huevos Malos nunca se abren. Dicen que eso depende de los datos que hayas corrompido. No recuerdo haber corrompido nada… No había “metido mano” a mi juego en ninguna de sus formas posibles.

Debía intentarlo. No estaba solucionando nada diciéndome que hacerlo era difícil. Sabía bien lo que tenía que hacer, así que me puse a ello. Lo llevé conmigo allá por donde avanzaba. Completaría la historia con él en mi equipo, aunque quizá me dañase la partida. Era un riesgo que tenía asumido, lo correría.

Cuál fue mi sorpresa, cuando, al salir de la Guardería, tan solo tuve que torcer al camino de la izquierda de la Ruta 3, cuando se me abrió un cuadro de diálogo:

“…”, ponía.

Después de eso, la pantalla estuvo en negro durante unos segundos. Mientras permanecía así, pensaba que todo había terminado por fin. Tal vez ese era el final para una anécdota que contar a los amigos, el Huevo se “abrió” entre sombras, y todo acabó bien. Pero solo unos 10 segundos después, aproximadamente, salió la pantalla de eclosión del Huevo. Me llamó la atención que no empezaba a resquebrajarse como solía pasar en juegos anteriores. Estaba estático, frío, distante… No mostraba reacción aparente. Sin embargo, pasado lo pasado, el hecho de que no empezara a abrirse era lo que menos me preocupaba.

De repente, sin ningún movimiento previo, haciéndome dar un saltito sobre mí mismo del susto… El Huevo se abrió.

Ahora viene la parte más escalofriante de todo el juego. Si bien antes lo había pasado muy mal en cuanto a sustos y temores, en ese instante me di cuenta de que el auténtico pánico acababa de empezar.

De todas los Pokémon que imaginé que podrían nacer de ese Huevo, nunca se me pasó por la cabeza que fuese algo tan espantoso. Según mi teoría anterior, sobre aquello de que el interior del Huevo contenía un ser atrapado, me imaginaba algo más… esperanzador, ahí dentro. Qué deciros, un Togepi, un Pikachu… ¿Quizá un Arceus? Pero nada de eso…

El Huevo contenía… … No sé muy bien qué era. Todavía hoy sigo dudando si verdaderamente, eso era lo que yo bauticé por Zorua. Era el único Pokémon al que se me podía asemejar. Era un ser de lo más extraño. Si la intención del juego era representar un nuevo Pokémon, estaba bastante claro que se había basado en Zorua. Por ello lo llamaremos así de aquí en adelante.

No sólo la presencia de un Pokémon del tipo Siniestro en un Huevo así ya asustaba por sí sola, si es que era de ese tipo, sino también todos aquellos matices distintivos que le acompañaban. Señores, no veréis en vuestra vida un Zorua como el que yo tuve la espantosa oportunidad de ver:

En el lugar de sus orejitas, ahora habían en su cabeza unos enormes y afilados cuernos del color de la sangre más pura. A ello le acompañaban numerosas manchas de sangre, fría y repugnante sangre, repartidas entre sus patitas y su boca. Daba la impresión de que, en una vida anterior, ese despiadado ser hubiese matado sin control a todo ser que se le cruzara por delante. Sus ojos transmitían la inquietud y el ardor de las entrañas del infierno, sensación quizá acompañada por los mechones de pelo que tenía en medio de sus cuernos, ahora transformados sospechosamente en los colores de un fuego vivo e intenso. La oscuridad de su pelaje era mayor de lo normal, notoria hasta en el día más radiante.

Ya dije esta frase previamente, pero insisto: Para saber cómo me sentí, esto hay que vivirlo.

Tras eclosionar el huevo, salió un cuadro de texto. “…” . Nada más, punto (nunca mejor dicho). La pantalla verde de eclosión del Huevo desapareció sin darme siquiera la oportunidad de darle a este ser un mote. Di por hecho que la historia de terror que estaba viviendo ya tenía el nombre perfecto para él. Y no me equivocaba.

De nuevo, guiado por el estúpido espíritu de empatía y aventura (matizo severamente en estúpido), me decidí por mirar sus Datos. Solo al abrir la pantalla del menú Pokémon, ya todo era diferente.

El fondo era negro. Absolutamente. Sin ningún tipo de estampado, motivo, o decorado. Ni el más mínimo. El cuadrito de selección de cada Pokémon, que solía ser celeste, ahora era amarillo. El nombre de cada Pokémon seguía normal, afortunadamente. Aunque sinceramente, con un ser como ese en mi equipo, era incapaz de ver la tranquilidad por ninguna parte. Llamadme raro.

El cuadro de este ser era distinto. El nombre y su barra de PS no eran respectivamente blanco y verde; ambos eran rojos. Otra vez, el dichoso rojo. Era un color al que estaba cogiendo asco esa noche. Y sí, lectores y lectoras, mi pijama es rojo.

El susodicho ser se llamaba Painend. Menudo mote. Si bien junto no significa nada, es de lógica que se trata de una palabra compuesta. “Pain end” Que significa “final del dolor” o “dolor final”, refiriéndose a un dolor extremadamente intenso… Este nombre me hizo pensar en dos posibles opciones sobre la vida de Painend: O había sufrido más que nadie, y busca venganza… O peor aún, es conocido por el terrible dolor que en su día hizo sufrir a sus víctimas… ¿Por qué me ponía a pensar en esas cosas? Esto me estaba afectando demasiado.

El caso es que abrí la ficha de Painend, que tardó cerca de 20 segundos en abrirse para dejarme ver sus datos: debo decir que TODOS sus datos me dieron sus correspondientes vuelcos en el corazón.

De naturaleza, ninguna conocida. “Naturaleza despiadada”. Tócate las narices.
“Huevo recibido el 6-6-2006”. Parece ser que este demonio (visto lo visto pasé a considerarlo como tal) nació en este famoso día… Para mayor cague personal.
“Origen: The hell”. Ahora explicadme por qué venía del infierno, y por qué estaba este dato en inglés. Ojalá no hubiera seguido viéndolo.
“Eclosionado en: Ruta 3 el 8-8-2011”. Bueno, algo normal… Afortunadamente.
En la descripción del carácter (recordemos que aquí tenemos “Buen fajador, Voluntarioso, Cuerpo resistente, etc…) él tenía “…”. Sin comentarios.

“Nº Pokédex: - “. Esto no asusta, pero es ligeramente inconcluyente.
“Nombre: Painend.” Bueno, esto lo sabíamos, aunque no deja de quitar el hipo.
“Tipo: ??? .” Conservaba su tipo desde que era un Huevo.
“EO: (acojónate con esto) Lucifer.” Bueno, nada que decir.
“Nº ID: 66666”. Ojo con esto: mis demás Pokémon conservan mi ID original. Esto se debe a que ese Painend estaba siendo considerado originariamente de… Bueno, de Lucifer, por qué no decirlo.

Como dato normal, añado que se encontraba al Nivel 1. Su único dato anormal (cómo no, algo debía haber), eran sus PS. A pesar de que le quedaba 1 PS, sus PS máximos eran 66. Demasiados para un recién nacido aunque se trate de un Chansey. Ni un legendario nacería con unos PS tan elevados. Por lo demás, como más de uno habrá intuido, tenía todos sus Stats a 6. Aparentemente no tenía ninguna Habilidad Especial. Sinceramente, con ese aspecto, no creo que fuese menester tenerla. Le bastaría con asesinar a sus enemigos, supongo.

Conocía dos ataques: Uno, llamémoslo normal, porque por lo menos existe, pero un Zorua (dando por hecho que es un Zorua) no puede conocerlo; Pesadilla.
El segundo no tenía un nombre aparente. Estaba impregnado con el mismo misterio que el resto de datos de Painend. Se llamaba “???”. Si lo seleccionaba para leer su descripción, con su potencia y precisión, tan solo me encontraba con el cuadro de descripción vacío, y los otros dos valores al igual que los ataques de efecto (Pantalla Luz, Recuperación, etc…), es decir, ---- y ---- . Como PP, qué casualidad, lectores y lectoras: 6.

Tras haberlo analizado, solo pude llegar a una conclusión más que evidente: Este ser era más enigmático de lo que podía apreciarse a primera vista, si bien ya era extraño desde que eclosionó. No entendía demasiado bien de qué iba esto… Las sensaciones de miedo que me invadían se hacían cada vez más fuertes y cada vez me venían más continuas. Llegué a creer tonterías de la clase: “A ver si el juego me va a absorber y me mata Painend”. Es evidente que esto no sucedió, solo trato de haceros ver cómo podía sentirme para llegar a optar semejante parida como una posibilidad.

Ahora continuó el miedo. Tenía una carta.

Sabía perfectamente que, fuera lo que fuese lo que ese trozo de papel tuviera plasmado, iba a formar parte de un trauma que para mí ya tenía nombre: Painend. Visto lo visto y llegados hasta ese punto, no iba a dejar de leerla, apagar la consola y quedarme toda la noche sin dormir del terror que me tenía poseído. Si decidí ayudar a aquel Huevo, tenía que cargar con sus consecuencias, aunque fuesen venidas, literalmente, de los confines del inframundo.

Sin más dilación, abrí la carta. También tardó unos segundos en abrirse después de una larga pausa en pantalla negra. Cuando se mostró al fin, me percaté de que, por difícil que pareciera, era más espeluznante que la anterior. Si bien seguía conservando sus colores negro y rojo vivo, ahora las letras parecían “derramarse”. Como si estuviera escrito con tinta… Una tinta especial, ya imaginaréis de qué hablo. Aunque era complicado, traté de leer lo que ponía. De nuevo, un mensaje de los que congelan el corazón:

“End with this pain. Don’t leave me.”

Acaba con este dolor. No me abandones.

A medida que mi sangre se helaba poco a poco, un conglomerado de sentimientos se apoderaba de todo mi ser. Un “mix” entre angustia, pena, terror indescriptible y ganas de salir corriendo merodeaba por mi interior, haciéndome sentir tan… mal, para resumir descripciones… Sí, era puro mal lo que sentía. En todos los sentidos de la palabra.

Nunca debí empezar todo esto. Muchos lo pensaréis, me imagino. Puedo aseguraros que de haber sabido todo lo que iba a suceder, jamás hubiera vuelto a comprar un juego de Pokémon en mi vida. Tampoco volvería a comprar nada por Internet. Sin embargo, lo hecho estaba hecho. Debía ser yo quien acabara con esto.

Me pregunté qué debía hacer en ese momento. A decir verdad, aunque estaba decidido a ayudar a ese “engendro del diablo”, no sabía demasiado bien cómo hacerlo. No quería que le abandonase. ¿Acaba con este dolor? ¿Qué dolor? Y lo más importante, ¿Cómo acabo con él? Sin darme cuenta, estaba haciendo algo que no habría pensado hacer en mi vida ni loco: es como si estuviera hablando con él …

Tenía la impresión de que, sin saber demasiado bien por qué, Painend entendía lo que estaba pensando. Él sabía que yo quería ayudarle, y de alguna manera eso nos reconfortaba… A ambos. “¿pero qué estoy haciendo?” Murmuré para mis adentros. Entonces me olvidé de “contactar” con Painend, y pensé con cordura por una vez en toda la noche.

Tomé la decisión de quitarle la carta. Esta vez sí pude, para mi sorpresa. Me sorprendió gratamente el hecho de que pude quitársela, eliminarla y mirar mi equipo Pokémon sin que él tuviera una carta más, que saliese de la nada. Por fin. Salí corriendo hacia mi PC. Delante de él, me aseguré de que Painend no hubiera hecho nada extraño. Excelente, no tenía ninguna carta. Encendí el ya mencionado PC e introduje a Painend en la Caja 1. Intenté liberarlo, para después hablar con la Profesora Encina sobre lo sucedido, así un poco más calmado. Bueno, podéis imaginaros que no cayó esa breva, pero por intentarlo no perdí nada. Al darle a Liberar, y a Sí para confirmar, Painend iba desapareciendo poco a poco. Sin embargo, volvió a formarse como si nada hubiera pasado, y se me abrió de nuevo otro cuadro de texto, que decía lo siguiente.

“¡Painend te necesita!”.

Aunque esto me asustó, la verdad es que no me supuso una sorpresa. Me esperaba algún fenómeno paranormal en lo que se refería a deshacerse de semejante ser. Dejando a Painend en el PC, y sin más contemplaciones, me fui hacia el destino que me marqué: la Profesora Encina. En los juegos de Pokémon, la respuesta a los problemas suele tenerla el profesor/a correspondiente. Todavía tenía la vana esperanza de que el juego reconociera algo de lo que estaba sucediendo como acontecimiento lineal de la historia. Tonto de mí.

Continué andando hasta donde ella se encontraba, y hablé con ella. Por desgracia no me dijo nada fuera de lo normal. Menuda decepción… Bueno, poneos en el lugar del entrenador. Imagina que vas al profesor Pokémon de tu mundo y le cuentas que te han dado un Huevo de la nada que contiene un demonio. El profesor te contesta preguntándote cómo llevas la Pokédex. Evidentemente como entrenador te sientes tonto por lo que has contado y por lo que te han contestado. Como profesor, es comprensible; puede que yo también le cambiase de tema a un tipo así.

Bromas aparte, Encina no me dio respuestas concluyentes. Volví hasta la Ruta 3, donde se encontraba la Guardería, el origen de todo. Todavía hoy me resulta un lugar especial…

Aquí llega uno de los momentos más impactantes y fuertes de toda la trama, si no el que más. Lo que vi cuando encendí el PC para recoger a Painend y ayudarle, fue una imagen tan terrible y tan horrorosa que se me ha grabado en lo más profundo de la memoria. Os puedo jurar que cuando vi aquello algo en mi interior cambió drásticamente. Jamás pensé encontrarme algo así en toda mi vida. Casi puedo deciros que para mí es un trauma que aún no he superado…

No os andaré con más rodeos…

Painend se encontraba solo en el PC. Tenía 2 o 3 Pokémon capturados. No estaban. No había nada allí, salvo Painend, rodeado en la Caja 1 por terroríficas manchas de sangre. En este momento solté la consola sin poder evitarlo. Me puse a llorar… La inmensa sensación de miedo, espanto y dolor que me llenó el corazón todavía me pone los pelos de punta mientras os escribo esto.

Estuve llorando un largo rato. Sentía que odiaba con lo más profundo de mi ser a Painend… No me importaba en absoluto que esos Pokémon sean solo datos de un videojuego. Mi sentimiento se basaba en que Painend había devorado y destrozado a esos Pokémon por mi culpa… El sentimiento de culpa aún hoy me reconcome la conciencia.

Y sabía muy bien que Painend no podía tratarse de simples datos… No. Él era algo más. Algo que me atemorizaba…

Aquí, en este instante, cuando vi esa espeluznante escena, puedo declarar que fue el momento en el que más debilidad sentí… Solo quería apagar la consola y olvidarme de todo eso. Pero no podía. Painend había matado a todos mis Pokémon por dejarle a su aire. No apagaría la consola. No podía permitirle que acabase con todo mi juego. Era una cuestión personal. Algo personal.

No iba a permitirle devorar también a mi equipo. Le llevaría a donde tuviese que ir, le gustase o no le gustase. Él me pidió ayuda, y debía estar a su lado. Aquella carnicería me lo demostró.

Painend, en su sprite, estaba ahora aún más manchado de sangre. Intimidaba… Y tenía muchísimo miedo, pero no se lo demostraría. Debía ser fuerte… Fortaleza en nombre de la sangre inocente que ahora bañaba sus labios.

Saqué a Painend. Portaba una carta.

Esta vez ni me extrañé, ni me asusté, ni dudé (o por lo menos no lo di a mostrar). Abrí la carta sin titubear ni un segundo. Ya Painend no me asustaba, no era mi tormento, era mi enemigo. La carta contenía el siguiente mensaje:

“Thanks, I was hungry”.

Esta carta sí que no me asustó en ningún momento. Ni aparentemente, ni en mi interior. De hecho, ardí en cólera, odio y frustración. ¿Se estaba riendo de mí? ¿Sabía cómo me sentía? Ahora estaba convencido de que no quería ayudarle. No iba a acabar con ese dolor. Painend me había provocado un dolor irreparable y no estaba en deuda con él en absoluto.

Retiré su carta y la eliminé con ansias.

Actué con lógica, y traté de buscar una forma de purificarle. Necesitaba sacar el mal que le domaba, ese demonio… Que me hizo tanto daño.

Sospechaba que se trataba de un Zorua poseído. Dudaba mucho que se tratara de un demonio puro. Al fin y al cabo, se alimentaba, nació de un Huevo, realizaba funciones vitales. Debía ser un ser vivo. Todo podría estar originado con algo similar a los “Pokémon Oscuros”. Simplemente debía averiguar cómo “purificarlo”.

Me decanté en primer lugar a ese compañero que siempre estaba ahí, en todos los juegos, hasta en la serie: el Centro Pokémon. Tal vez ahí podrían curar su mal. Lo dudaba muchísimo, ya lo veía venir como una posibilidad bastante remota. Pero había que intentarlo todo.

Me presenté en el Centro Pokémon. Hablé con la Enfermera Joy, y entregué mis Poké Ball. Hasta aquí normal. Como ya os imaginaréis, ahí teníamos a Painend para desentonar entre esa normalidad.

Joy coloca 5 de mis Poké Balls en la máquina que utiliza para sanar a los Pokémon. La última, no. Tardó un poco más de lo normal en entregármelas de vuelta, y me dijo lo siguiente, o algo parecido:

“… … … … No puedo hacer nada por Painend… … … Dirígete a Ciudad Esmalte… … … … Busca a Anís… … … Pregunta por Anís… …”

Lejos de asustarme (a estas alturas era difícil sorprenderme), me alegró que dijese eso. Al menos ya sabía qué tenía que hacer…

Ciudad Esmalte me quedaba cerca, como ya sabréis. Continué avanzando el modo historia, si es que tenía alguna cosa clara de este juego… Superé la lucha con Cheren y algunos Plasmas (o Plastas, lo mismo da). Estaba avanzando el juego con normalidad, mientras Painend me lo permitiera… que no fue demasiado tiempo.

De repente, sin ningún motivo aparente, un cuadro de texto se me abre espontáneamente:

“Painend se ha debilitado”.

¿Qué? Aquí me quedé verdaderamente confuso. ¿A qué venía eso? Lo entendí cuando abrí el menú Pokémon…

Painend no estaba debilitado. Todo lo contrario, ahora tenía sus 66 PS. Sin embargo portaba otra carta. Fue tiempo después cuando comprendí que el mensaje que me decía que estaba debilitado era una llamada de atención. Él quería que leyese esa carta… Y en cierto modo eso me amedrentaba.

Accedí a su juego. Leí la carta. Otra frase que me arrancó el aliento:

“Don’t go there. Death… Death…”

Me hubiera encantado tener el valor para ignorar esa frase como si se tratase de basura. Tal y como quería tratar a ese maldito demonio. Pero no podía… Sentía miedo, y no podía evitarlo. Me faltaba templanza, serenidad, fuerza… Y Painend lo sabía. Tenía mucho miedo de que asesinase a mi equipo en un baño de sangre. Es más, tenía mucho más miedo… a morir.

De nuevo, una fuerza de origen misterioso me empujó hacia adelante. Al pisar Ciudad Esmalte, otra vez…

“Painend está debilitado.”

Ya sabía que quería algo. Sin embargo yo también quería algo: acabar con todo esto. Y me daba exactamente igual lo que pudiera estar diciéndome. Por desgracia no era posible hacer nada para evitarlo. Al dar un paso, me salió el mismo cuadro de texto. Otro paso, otra vez. A la cuarta vez ya no pude avanzar más. A pesar de que intentaba andar, el personaje no podía desplazarse. Se oía el ruido como de golpecito que suena cuando tratas de caminar hacia una pared. Intuyo que esto significaba que Painend había utilizado alguna fuerza para detenerme. Intenté moverme por cualquier medio, pero todo era inútil. Un ratito después, me llevé un buen sobresalto; el menú de Pausa saltó solo. Lo quité y volvía a ponerse. Está bien, indirecta captada, qué remedio… Abrí el menú Pokémon. Aunque no había retirado la carta anterior, me suponía que habría cambiado. Tampoco debía ser un genio para intuírmelo. Así era:

“Go back. Give me your blood.”
Retrocede. Dame tu sangre.

Creo que al leer esto sufrí una pequeña crisis de ansiedad. Por mucho que odiaba a Painend, que no era poco ni mucho menos, me era absolutamente imposible disimular el pánico que apresaba cada parte de mi cuerpo. Mis manos estaban muy frías y no podía evitar temblar sin control. Lectores y lectoras, nunca en mi vida había temblado en Agosto.

Pero no iba a retroceder. Eso jamás. Nunca le perdonaría lo que hizo ni al mismísimo demonio (aunque él lo fuera). Y si mi vida se iba en ello… lo haría con honor. De forma misteriosa me motivé para buscar a esa tal Anís. Todo acontecimiento del juego me daba tal miedo que cada vez que sucedía algo me daban ganas de vomitar.

Pude avanzar. Cada uno de los mensajes que me escribía era más siniestro que el anterior. Lo peor de todo es que había comprobado que hiciera lo que hiciese debía leerlos. Mensajes plasmados con sangre… A saber qué sangre, y sabéis lo que quiero decir. Sangre cada vez más oscura y densa que no aguantaba estática en la forma de la letra que quería representar. Se derramaba sin control… Cada mensaje era más difícil de leer que el anterior, como si cada vez utilizase más sangre por letra, por palabra… Por odio que probablemente sentía hacia mí.

Podía percatarme perfectamente de que Painend no estaba cómodo con lo que estaba haciendo. Y aunque quería asustarme (y lo lograba), él también tenía miedo. La corazonada de que pronto acabaría con él me armó de cierta paz y decisión en todas mis acciones.

Surgió otro movimiento en el juego. Mi personaje se detuvo. Tenía miedo, no quise mirar… Pero afortunadamente era tan solo una visita de Cheren, para darme unas bayas y hablar.

Continué en la búsqueda de Anís. Entré en varias casas hablando con todo aquel que me encontraba. Lo cierto es que, quizá por complicar las cosas, o por sencilla casualidad, Ciudad Esmalte es una ciudad con bastantes personajes. Afortunadamente no hablamos de Ciudad Porcelana.

Tras varios edificios característicos del lugar, me encontré el Centro Pokémon. Debo contaros como algo personal que no pude entrar… El trauma que me provocó pensar en lo que había hecho Painend con mis Pokémon era superior a mis fuerzas. Y aunque descubrí aquella masacre en el PC de la Guardería, los Centros Pokémon no dejan de recordármelo…

Seguí adelante. Unas vías de tren cortadas y viejas. Nada útil. Volví a la ciudad y subí. Allí encontré un edificio bastante particular. Se llamaba Café Alma. Una corazonada me dijo que debía ser aquí. No vi en la ciudad ningún otro lugar donde pudiera ser (teniendo en cuenta que no vi el Gimnasio-Museo). De hecho, así era. Lo supe antes de entrar. Justo frente a la puerta, un cuadro de texto.

“Painend está debilitado”.

Esta vez sin vacilar, abrí el menú Pokémon. Fui directamente a su carta. Leí su nuevo mensaje, que decía así:

“I’ll kill everything you love.”
Mataré a todo cuanto ames.

Creo que es más que obvio que esto se trataba de una amenaza. Una amenaza que me había llegado muy al fondo de mi corazón… Pensé en todo aquello que tengo en la vida. Mis padres, mi hermana, mis amigos, esas personas a las que quiero… La idea de ver su sangre en los labios de ese demonio me aterrorizaba bastante.

No podía permitirlo… Pero ideas terriblemente violentas circundaban en mi mente. Un terrible demonio despedazando a mi familia… El cuarto de mis padres bañado en el rojo de su sangre mientras los profundos ojos de ese diablo corrompían mi alma… Vivir solo, eternamente solo, amparado por la soledad… Y que todo ello fuera por mi culpa. No lo soportaría… Estuve a punto de apagar la consola. Otra vez dudaba… Si ese ser ponía una sola mano sobre alguien a quien amo no sé qué haría… La ira que tenía en mi interior empezaba a apagarse con las frías riadas del miedo.

En este momento me sentí muy arrepentido por haber discutido con mi madre. Por todas las cosas que le dije, por cómo la traté… A pesar de que ella me ha dado la vida. Y yo, para colmo, jugando con el diablo al juego de su vida. Al juego de perderlo todo. El azar de luchar… La única apuesta, el orgullo. Las posibles pérdidas, el amor y la felicidad.



Tras un largo rato, aposté.

Entré en esa enigmática casita. Allí no tuve que hacer demasiado. Nada más entrar, pude apreciar que se trataba de un bar (ya me lo suponía con lo de “Café”). Una mujer de vestimenta oscura y grandes gafas se me acercó andado lentamente. Me dijo palabras que, de algún modo, me trajeron una inmensa tranquilidad:

“Soy Anís. Sé a qué has venido.”

Todo lo que ocurrió a partir de entonces, fue excesivamente increíble, con tintes violentos, muy violentos. Otro repertorio de imágenes grabadas para siempre en mi memoria…

Anís tomó con cuidado la PokéBall en la que se encontraba Painend. Se podía apreciar que estaba muy oscura… Anís de nuevo habló:

“Salid todos de aquí durante un tiempo. Tú no, Thor.”

Esa frase no me inspiró tanta tranquilidad. Supuse que mi intervención debía ser estrictamente necesaria, cosa que no me hacía ninguna gracia. Cómo envidiaba a todos esos tipos que abandonaban el bar, asustados pero a salvo seguramente.

Anís comenzó con lo que quisiera que estaba haciendo. Bajó las escaleras que había a la izquierda.

“Sígueme, por favor.” Me dijo.

“¡Qué ganas!” pensé sarcástico. Pero sabía bien que debía a hacerlo. Por honor. Por venganza.

La misteriosa Anís colocó la oscurecida PokéBall de Painend en la mesa que allí había. Empezó a hablar conmigo:

“No sé por qué ha llegado a tus manos. Lo siento mucho…”.

Parece ser que ella lo conocía, y así era. Me contó una larga historia que no puedo plasmaros literalmente ya que no puedo recordarlo todo, como podréis comprender. Os haré un resumen de los datos importantes.

En efecto, Painend es un Zorua. Bueno, es y no es. Esto significa que Painend es ni más ni menos que el espíritu del Pokémon Inicial de Anís: Un Zorua. Vivió con él mucho tiempo durante su infancia. Anís, en el instituto, era víctima de numerosas burlas de sus compañeros, al ser una chica muy creyente y mística. En una ocasión, Anís se vio envuelta en una pelea bastante importante con un chico de su Instituto, del cual no quiso dar nombre. El enfrentamiento desembocó en un combate Pokémon a la fuerza. A la fuerza, porque el Zorua de Anís intervino para defenderla de ese chico. El chico utilizó también su Pokémon, un Riolu. El conflicto acabó fatal: Zorua era un Pokémon doméstico; el compañero leal y fiel de Anís. Su compañero, su amigo. No estaba capacitado para luchar, ni para concursos. No era fuerte. No era hábil. Era fiel.

Riolu asestó en una ocasión un golpe bastante directo y fuerte al pobre Zorua. Este salió levantado por los aires, y se golpeó en el aterrizaje con algunas piedras que había en el patio del Instituto. El golpe fue certero por parte de Riolu, y fatal para el pequeño Zorua contra las rocas. Su muerte llegó pocos minutos después.

Anís quedó terriblemente marcada por aquel suceso. Ver brotar la sangre de su leal compañero era la imagen más terrible y fuerte que jamás pudo imaginar presenciar. El otro chico se sentía fatal… Pidió de mil y una maneras existentes el perdón a Anís. Ella estaba llena de ira, de odio, de sentimientos oscuros. Jamás le perdonó. Cuenta la chica que el dolor que apoderó su corazón jamás ha desaparecido de él ni un ápice, ni un instante.

Muchos conoceréis la unión tan mística y especial que existe entre Pokémon y humanos juntos por amistad. Lazos irrompibles y firmes más allá del fin de los días…

Zorua, como ya sabemos, era fiel como nadie. Lo demostró. Y vaya que si lo hizo. Aún pasando a mejor vida, lloraba en los confines del cielo, porque el odio de Anís era dolor en su corazón. Cada vez que Anís recordaba a ese chico, Zorua era vilmente atravesado por dagas de empatía. Así pasó el tiempo… Y ni Anís ni Zorua pudieron más.

La pobre chica rezaba cada día por tener de vuelta a su preciado compañero. Zorua no podía aguantar más esa agonía… Y no es que llorase por las punzadas de su pecho; lloraba por saber que esas punzadas significaban que su amiga, su única amiga, su entrenadora, sufría por su culpa. Y Zorua también fue poseído por el odio de Anís…

Desterrado como ángel caído a las tierras del Inframundo, por sus sentimientos impuros y oscuros, decidió que era el momento de resurgir. Realizó un pacto de sangre con el mismísimo demonio. Le pidió volver a la Tierra. De cualquier forma, en cualquier lugar, no importaba la distancia ni el tiempo. Mataría a Riolu y a su amo… Y a todo aquel que se interpusiese.

El Rey del Inframundo vio en sus ojos su misma mirada. De alguna manera, ese pequeño Zorua poseía todo lo que él poseía: odio, rencor, maldad, oscuridad… Decidió que dejarle volver sería una forma excelente de hacerse notar en el mundo de los mortales. Era como si él mismo pudiese ir… Portado en un pequeño Zorua.

Zorua regresó de entre los muertos en forma del comienzo de la vida, de su vida. Un Huevo. Aquí entro yo: fui el elegido por él para que le llevase con aquel Riolu y aquel entrenador. El elegido para dejarle nacer… El elegido para acabar con su dolor.

Anís comprendió todo aquello con el simple hecho de hablar con la Enfermera Joy a la que le entregué a Painend. Cuando ella la llamó y le describió el aspecto de aquel ser, sintió cómo en su corazón algo se despertaba. Hacía mucho tiempo que no sentía un calor así en su interior. Desde hace muchos años; aquella vez que abrazó a Zorua por última vez.

La chica concluyó su relato con lágrimas en los ojos (o al menos eso daba a entender el cuadro de diálogos):

“Snif… Snif… …”

Tras un largo silencio, Anís tomó la PokéBall. Casi me da un infarto cuando vi en el juego cómo sacaba de ahí a Painend…

El pequeño demonio miró a Anís con curiosidad, pero con el odio distintivo que le tenía preso. Gruñía sin cesar.

“Grr.. grrrr….”

En ese momento tenía muchísimo miedo. De alguna manera pensaba que ese bichejo saldría de mi DS a matarme. Le había desobedecido en sus plegarias. Había jugado con el demonio… Y tenía mucho miedo a perder. La presencia de Anís en la sala me hacía estar ligeramente más tranquilo. Aunque tampoco creáis que demasiado…

Painend rodeó a Anís. Ella le miraba con mucha pena…

“Estás así por mi culpa… Yo te mandé mi odio hacia ellos… De corazón a corazón…”

Painend dejaba huellas de sangre con cada paso que daba. Aunque eso me daba cierto miedo y grima, la verdad es que en ese momento estaba más bien melancólico. Cómo debía sentirse Anís… Recordé el miedo que tuve a perder a un ser querido… Y ella lo había perdido, verdaderamente. Imaginar a mi hermanita pequeña hecha un demonio por mi culpa me haría morirme de pena.

Anís no pudo contenerse más. Abrazó a Painend. Podía apreciarse en el juego cómo tomaba a la criatura en sus brazos. Entonces se oyeron gruñidos y a Anís quejarse.

“Grrr… grrrrrrrrrr….” “Ay.. … ayy…”

Supuse que Painend estaba mordiendo a Anís. Sin embargo ella no le soltaba. Esta imagen me dejó de piedra… El amor que sentía por el Zorua que se encontraba debajo de ese monstruo era capaz de superar cualquier adversidad.

Pasado un rato, Anís abrazó contra su pecho a Painend. En este momento comenzaron a suceder cosas bastante chocantes:

La iluminación del bar se redujo. No dejaban de salir cuadros de texto en los que se podían leer potentes alaridos de Painend. Sentir el amor de Anís estaba haciendo mucho daño al demonio de Zorua. Painend mordía a Anís, o eso parecía, pues el suelo a sus pies empezaba a ponerse rojo brillante. Anís chillaba de dolor y lloraba, pero era fuerte. Era muy fuerte. Verla era toda una dedicatoria para la valentía y la fortaleza. El amor de esa chica era admirable.

Painend no quería rendirse; empujó a Anís, haciéndola caer al suelo. De las paredes brotaron sombras y sangre. El paisaje se estaba volviendo bastante tétrico y traumático… No podía creer nada de lo que estaba ocurriendo. Se podía oír el grito característico del Zorua original, pero bastante distorsionado con respecto al original. Daba miedo oírlo…

Anís se sentía muy triste de ver a su querido compañero así. A pesar de todo lo que le amaba y que daría lo que fuera por él, no se sentía con fuerzas para volver a tomarle en brazos. Lo cierto es que sangraba mucho y debía sentirse muy débil.

Con su último aliento, susurró unas palabras:

“Lucky… Por favor… Lucky…”

Entonces solo salieron puntos.

“… … … …”

Interpreté que se desmayó, o que estaba a punto de hacerlo. ¿Lucky? Debía ser el verdadero nombre de ese Zorua. En efecto, así era.

Esas llamadas de desesperación debieron surgir desde muy adentro de su corazón. Mucho más de lo que nadie podría imaginar nunca. Painend cayó al suelo. En redondo. Me invadió la angustia de que estuviera muerto. Ya no sabía qué pensar entre sucesos tan extraños…

Un montón de entes incorpóreas abandonaron el cuerpo de Painend… La pantalla se puso oscura unos segundos. Me apareció una frase en letras rojas sangre, derramándose y desapareciendo en la oscuridad… Decía así:

“We`ll return.” – Volveremos.

Volví al juego. Anís se había incorporado, aunque seguía herida y débil. Se acercó a Painend, que ya no debía ser llamado así: era un pobre y débil Zorua, o Lucky mejor dicho. La pesadilla había terminado.

Anís reanimó a Lucky. Este le miró con un cariño, entre un silencio en el que sobraban palabras, tan intenso… Que solo de imaginarlo hecho realidad me emocioné.

La chica, entre lágrimas de arrepentimiento, decía una y otra vez a su querido Zorua

“Perdóname… perdóname… perdóname…”

Tras un ratito así, en el que no pude evitar dejar paso a algunas lágrimas, Anís se dirigió a mí.

“Lucky murió en su día… Debe regresar.”

Sin yo manejar a mi entrenador, salimos de aquel lugar y la pantalla se puso en negro. Cuando la imagen regresó, estábamos en lo que parecía ser un puente (y que hoy sé que lo era), donde había una chica mirando hacia el horizonte. Anís bajó a Lucky de sus brazos y le dijo entre llantos:

“Debes… snif… irte…. Pero no olvides que… Snif… te querré siempre… Más allá de la eternidad…”

Lucky se aleja de Anís, con esa mujer, y ambos desaparecen. Anís rompe a llorar durante unos minutos… Pasado esto, vuelve a dirigirse a mí:

“Thor… …Gracias.”

Anís se va volando en un Pokémon. Mi menú Start se abre solo, y automáticamente guarda la partida… Al mirar mis Pokémon, tenía 5 de ellos completamente normales. ¿Ese hueco? Painend.



Muchas emociones por esa noche. Guardé la partida de nuevo y me acosté. Milagrosamente no tuve ningún tipo de pesadilla. A la mañana siguiente fui a desayunar.

Al ver a mis padres y a mi hermana, les di un beso y un abrazo a cada uno. He aprendido a valorar lo que tengo a mi lado… todo es efímero, pero la felicidad puede ser eterna.

Esa tarde de Domingo quedé con mis amigos. Sí, lectores, llevé mi consola con mi juego. No les conté nada de lo sucedido… Ni a ellos ni a nadie. Cuando les vi jugar, en un momento dado, uno de ellos se quedó muy sorprendido de lo que sucedía en el Puente Progreso. Una mujer que desaparecía misteriosamente.

Nunca sabrán quién es.

¿Y yo? Continué jugando. Cuando cargué mi partida no estaba donde había guardado. Estaba en la puerta de la Guardería…

Me llevé un gran susto al pensar que todo volvería a empezar. Sin embargo el anciano encargado no tenía nada para mí. Hoy sé que Zorua vive en paz allá donde esté, en armonía con el corazón de Anís, siempre unidos allá donde estén…

Hoy por hoy, nunca dejo de pensar en aquellas sombras que prometieron volver. Será el temor que invada mi vida para el resto de mis días. El temor del Juego del Mal.

Ah, lo olvidaba: Mis Pokémon devorados por Painend jamás regresaron. Sus cuerpos siguen en sus entrañas, su sangre en sus labios… Y su alma en sus manos.